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La sombra de Tintín, el intrépido reportero ideado por el historietista belga Hergé, es alargada tanto en Bélgica como en el resto de Europa. Su creador es conocido como el padre del cómic europeo y su icónico personaje cuenta con un museo en Lovaina y ha inspirado la segunda equipación de la selección belga en la Eurocopa. Sin embargo, hay una aventura del personaje que aún sigue envuelta en la polémica más de 90 años después de su publicación. 'Tintín en el Congo' (1931) ha sido acusada de racismo y de ofrecer una visión amable del colonialismo, lo que ha llevado a su revisión y su reedición, con cambios en su portada y la introducción de un prólogo para contextualizar la obra.
Después del gran éxito de 'Tintín en el país de los soviets', el director del diario conservador belga 'Le Vigtième Siècle' encargó a Hergé una nueva aventura del reportero, que tendría lugar en el Congo Belga y que constaría de una serie de entregas semanales que se publicarían en su suplemento infantil. Por entonces, el historietista estaba interesado en escribir un cómic ambientado en América, pero finalmente cedió a las presiones de la dirección.
En esta aventura, Tintín y Milou viajan al Congo Belga –actual República Democrática del Congo–. Allí se encuentran con un misionero que muestra los beneficios de la colonización: han construido un hospital, una escuela, una iglesia... y asegura a Tintin que cuando llegó «todo esto eran arbustos». El reportero entonces se ofrece a dar una clase de matemáticas a la población autóctona, en la que pregunta varias veces a sus alumnos: «2+2, ¿cuánto es?, ¿nadie lo sabe?». Y la pregunta se queda sin respuesta. En la versión original, Tintín impartía una clase patriótica sobre Bélgica, un aspecto que Hergé cambió en la edición de 1946.
A medida que avanza la historia, aparece un chamán que se disfraza con una piel de felino y unas garras, emulando la estatua del 'hombre leopardo', que se puede ver en el Museo de África en Bruselas y que fue apartada de su colección principal tras la reforma que se llevó a cabo para dejar de lado su visión colonialista del Congo. Tintín salva la vida del chamán, que es atacado por una serpiente, y éste demuestra su gratitud asegurando que es «su esclavo».
Más allá del argumento, Hergé retrata a los congoleños con unas facciones exageradas, casi caricaturescas, resaltando los labios y la nariz de los personajes, que además tienen dificultades para expresarse en francés. Cada vez que se dirigen a otro personaje, lo hacen distinguiendo el color de piel de su interlocutor –con expresiones como «hombre blanco» o «chico negro»–. Una ilustración de una típica aldea congoleña cierra el cómic y recuerda al «zoo humano» de la época del rey belga Leopoldo II, en el que se recreaba la vida de las tribus y se mostraban los «beneficios» de la colonización. Esta simulación de aldea –habitada por 200 congoleños– se situó a las afueras de Bruselas, en Tervuren, y estaba custodiada por soldados para evitar que escaparan. Siete personas murieron a causa del frío y las enfermedades.
'Tintín en el Congo' ha sido objeto de duras críticas en las últimas décadas en países como Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Suecia, con una batalla judicial que ha llevado a que la obra incluya un prólogo para contextualizar la obra. En las librerías de Bélgica, el cómic fue retirado de la zona infantil y sólo se vende en la de adultos, mientras que en Francia su reedición vino con un cambio en la portada para desracializarla: en vez de la clásica imagen de Tintín y Milou con un guía local en un coche, decidieron sustituirla por otra viñeta en la que Tintín y Milou se asustan por encontrarse frente a frente con un león.
Este es el único número de las aventuras de Tintín que incluye un prólogo, que sirve a modo de advertencia: «En su retrato del Congo Belga, el joven Hergé refleja las actitudes colonialistas del momento... describe a los africanos de acuerdo a los estereotipos burgueses y paternalistas de la época, una interpretación que algunos lectores actuales pueden encontrar ofensiva», señala.
El texto, firmado por el crítico literario y experto en Tintín, Philippe Goddin, justifica a Hergé. Admite que existe una caricaturización de todos los personajes –también de los blancos– y afirma que los estereotipos congoleños en ningún caso son denigrantes. El propio Hergé reconoció en su momento que el cómic daba una visión paternalista del Congo, un país que nunca visitó y que sólo conocía a través de la información que llegaba a Bélgica.
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