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Teatro gestual y sensorial que rompe barreras

Teatro gestual y sensorial que rompe barreras

El ruso Vsévolod Meyerhold está considerado como uno de los padres de la biomecánica teatral, una técnica donde se potencia la capacidad gestual y el dominio físico de los intérpretes, para lograr comunicar sensaciones y llevar a buen puerto los contenidos de la obra que se representa. En este teatro gestual se han adentrado un grupo de integrantes de la Asociación Síndrome de Down Las Palmas, dirigidos por el actor Rubén Darío, que representan esta noche, a partir de las 22.00 horas, en la plaza de Santa Ana de la capital grancanaria, la obra De la nada al todo, en el marco de la 23ª edición del Festival de Teatro, Música y Danza, Temudas.

Jueves, 1 de enero 1970

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«Se trata de teatro físico y gestual para contar una historia. Supone un cambio, porque venimos de hacer dos espectáculos más pomposos y coloridos. Los actores utilizan el cuerpo para contar y para transmitir sensaciones», adelanta sobre esta pieza escénica que protagonizan 18 personas, incluidos varios profesionales como son Mingo Ávila, Jennifer Artiles y Virgina Ávila.

De la nada al todo es una obra que aborda una cuestión tan simple como difícil de resolver. «Es una reflexión sobre lo que somos y si lo que somos es lo que la sociedad nos obliga. ¿Realmente hacemos las cosas que queremos hacer? La obra se desarrolla con un ritmo maravilloso que ayuda a que perdamos la inocencia. Es un viaje por la vida, por sus distintas etapas, donde aceptamos o no lo que hacemos cada día», desvela Darío, que lleva tres años al frente del taller escénico junto a los integrantes de la Asociación Síndrome de Down Las Palmas, con el apoyo de la Fundación Disa.

En el Temudas se verá un reestreno de De la nada al todo, ya que la obra se estrenó el pasado 25 de enero, «con todas las entradas vendidas», en el teatro Pérez Galdós. «La hemos adaptado a un espacio grande como la plaza de Santa Ana, para que le llegue al público», aclara el actor grancanario y director de la obra.

Y para que llegue, invita al espectador a «dejarse llevar» para después reflexionar sobre el quehacer diario. El público lo hará, avanza Darío, con un montaje que transcurre dentro de una «atmósfera a veces lenta» que da paso a momentos «agresivos», que no dejan indiferente.

El máximo responsable artístico de esta apuesta escénica se emociona sobre cómo se han llevado a cabo los talleres escénicos durante tres años. «Cada año trabajábamos algo distinto. Por ejemplo, muchos de los alumnos no se tiraban al suelo ni se sentaban antes del taller. Ahora lo hacen sin problemas. Incluso, hacen hasta el gusano de Meyerhold. Les exijo como a cualquier persona, así se eliminan las barreras y se acaba con las diferencias», señala.

Reconoce que los alumnos han sido «muy disciplinados», aunque siempre han tenido sus tiempos para descansar y para el café, dice entre risas Rubén Darío. «Te dan más de lo que esperas. La obra incluye varias cosas metafóricas y las han cogido a la primera. Consiguen hacer las cosas muy sencillas», apunta.

Los talleres previos se han desarrollado durante seis meses en cada uno de los tres años, y para este montaje Rubén Darío ha trabajado con sus actores durante «dos meses y medio». «El otro día vino al ensayo Marisol [García, directora del festival Temudas]. Fue una representación fantástica. Ahí ya me relajé, porque vi que ellos disfrutan sobre el escenario y ya está todo hecho», explica satisfecho.

La directora de la Fundación Disa, Sara Mateos, apunta que la intención de esta institución es prorrogar en el tiempo estos talleres, para seguir eliminando barreras con la cultura.

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