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«La obra de Santiago Sierra puede ser criticable desde muchos puntos de vista, pero venía al caso y dio en el clavo. La censura, como él mismo dijo, da sentido a la obra. Le da la razón acerca del estado de regresión de la libertad de expresión en España», explica Pablo San José, la mitad del dúo PSJM quien ya ha sufrido en dos ocasiones el efecto de la censura sobre su trabajo artístico.
«La obra cumple el objetivo que pretende: visibilizar una situación, abrir el debate y agitar el panorama. La obra es redonda», indica este artista conocedor en carne propia del veto artístico. «La primera vez que nos censuraron fue en 2005 con el proyecto Asia. Adidas presionó al Ayuntamiento de Gijón para que retirara la obra de la calle», explica Cynthia Viera, sobre una obra que unía los logotipos de varias marcas deportivas con el slogan Made by slaves for free people (Hechos por esclavos para gente libre). La segunda vez, recuerda Viera, fue el pasado mes de octubre en el MuCEM de Marsella (Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo). Este mismo proyecto fue retirado por el propio museo ante las presiones que recibió del patrocinador de la exposición, la federación de fútbol francesa, cuyo espónsor es Nike.
«Existe censura y autocensura», afirma la voz masculina de PSJM, colectivo incluido en el libro Art & Agenda. Political Art and Activism de la editorial Gestalten, junto a otros dos artistas españoles; el polémico Santiago Sierra y Eugenio Merino, censurado también por su obra Always Franco, donde el dictador aparecía en una nevera de Coca-cola.
En la misma línea se pronuncia el comisario canario Adonay Bermúdez, cuyos proyectos contienen críticas a cuestiones políticas, económicas, religiosas o sociales. «Por supuesto que recibo presiones cuando trabajo con estos asuntos. Lamentablemente hay que ir con pies de plomo o directamente no me aceptan los proyectos», comenta el crítico y comisario que, reconoce, que a veces desiste de algunas iniciativas porque sabe que trabajar en ellos es «perder el tiempo».
«Santiago Sierra no es un caso aislado. Esto no ocurre solo en ferias sino en museos», comenta Bermúdez que recientemente comisarió la muestra, de Eugenio Merino, en una sala pública valenciana. «Las monedas de chocolate aludían al desvío de capital, no a personas o colectivos concretos. La pieza no tenía una confrontación directa como la de Sierra», explica.
Este año la presencia canaria en ARCO es más limitada. A los omnipresentes Manolo Millares, expuesto por las galerías Guillermo de Osma y Mayoral, y Óscar Domínguez, en Guillermo de Osma y Marc Domènech, se suman Martín Chirino, en Marlborough, y Concha Jerez, en Aural. La galería tinerfeña Leyendecker lleva a pintores foráneos.
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