Cuando el creador se sinceraba
Genio y figura, el artista grancanario siempre dijo lo que pensaba en sus entrevistas y reportajes con este periódico. Reproducimos una selección que permite acercarse mejor a su universo
V.S.A. / Las Palmas de Gran Canaria
Martes, 27 de febrero 2018, 12:34
«Estoy bien y contento. Para mi edad, estoy bien de salud. Menos caminar, que no puedo, pero eso le puede pasar a cualquiera». Así, con su ironía habitual, se expresaba Juan Hidalgo en las páginas de CANARIAS7 el 15 de octubre del pasado año, al día siguiente de cumplir 90 años.
A pesar de ser un artista tan libre, inclasificable y rompedor como pocos, al universo creativo de Juan Hidalgo también se puede acceder desde sus propias palabras. Tanto en la época de esplendor de ZAJ como «en esta ladera de la vida, cuando ya no hay grandes cambios», como reconocía el año pasado junto a su marido, Carlos Astiarraga.
Hidalgo no madrugaba en su casa de Ayacata. Allí, cuando ya había transcurrido la mitad de la mañana del 11 de noviembre de 2016, sonó el teléfono y desde el Ministerio de Cultura se le informaba de la concesión del Premio Nacional de Artes Plásticas.
«Si me lo hubiesen dado hace 40 años hubiese sido emocionante. Sin embargo, ha pasado tanto tiempo que ya no podía imaginar que esto ocurriese. Después de esperar tanto este premio, recibirlo está bien, pero ni la alegría ni la sorpresa son tantas como hubiesen sido en otro momento. Y no es que no sea sensible. Yo soy ultrasensible, pero es que cuando te dicen mañana te doy un granito de arroz, y al día siguiente te lo dicen otra vez, y así durante años... Pues ya no me importa», explicó a la redactora de este periódico Luisa del Rosario.
Cinco años antes, aludía, sin ambages, como le caracterizaba, a la muerte. «Soy Juan Hidalgo, nací en Las Palmas de Gran Canaria en 1927 y, por ahora, no pienso morirme. Como dijo mi abuelo Duchamp, los que mueren son siempre los demás», le comentó a Carmen Delia Aranda. En aquella misma entrevista aseguró sentirse «cojonudamente». «Lo siento por los que preferirían que no fuera así, pero haré lo posible para seguir estando tan bien», promesa que pudo mantener hasta ayer.
Al recordar sus comienzos, Juan Hidalgo volaba libre de nuevo: «Mi familia no me apoyó. A mi madre, cuando se separó, le cayó del cielo un dinerillo de mierda y me compró un billete de avión a París. Allí me apañé dando clases de español y con algún dinero que me mandaba ella, y lo poco que podía sacar de la música. Yo era transparente; huesitos y piel, como cuando tuve cáncer de próstata. No tenía ni para copas, ni para sexo, no tenía ni barriga».