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Una máquina de escribir eléctrica, fanzines setenteros, agua del Mediterráneo, sobres con secretos aplazados, manuscritos, cartas y primeras ediciones de novelas y poemarios se depositaron este martes en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. La cámara acorazada de la memoria y las palabras recibió el legado de seis destacados escritores y tres editores en un homenaje al libro que abría la Semana Cervantina 2021. El Cervantes atesora ya 79 legados de relevantes figuras de nuestra cultura.
«El libro es la mejor metáfora de la libertad en la sociedad moderna», dijo Luis García Montero, director del Cervantes, al recibir los legados de autores como Cristina Fernández Cubas, Carme Riera, Antonio Muñoz Molina, Manuel Rivas, Bernardo Atxaga y Luis Alberto de Cuenca. También de las editoras Pilar Reyes (Literatura Penguin Random House), Valeria Ciompi (Alianza Editorial) y de su colega Manuel Borrás (Pre-Textos).
«La literatura nos engrandece, nos ayuda a vivir y nos hace ser mejores», dijo Luis Alberto de Cuenca, el primero en depositar su legado, que incluía una aparatosa máquina de escribir IBM de cabezas móviles que el escritor y poeta usó durante años, y algunas de sus obras.
«Sencillo y muy sentido» fue legado Cristina Fernández Cubas, una carpeta con textos y un dibujo relacionado con casa de Arenys de Mar «en la que nací y la verdadera autora de casi todo lo que llevo escrito». Carme Riera aportó «unas gotas del mar catalán» y un libro de Montserrat Roig, «a la que prometí recordar» y varios ejemplares de sus obras.
Antonio Muñoz Molina entregó una carpeta con apuntes y borradores escritos a mano y con tinta, entre ellos los del ciclo de conferencias que dio en el Museo del Prado. Un legado que le dio pie para reivindicar la materialidad física de la labor del escritor «una persona que trabaja todos los días» y del libro «un objeto que implica el trabajo coordinado de mucha gente».
Manuel Rivas defendió también el trabajo de los escritores «para custodiar el sentido de las palabras». «Al igual que la crisis del clima, las palabras, como parte de la naturaleza, también están en peligro, amenazadas», dijo Rivas antes de depositar cuatro ejemplares de su novela más famosa, 'El lápiz del carpintero', en castellano, gallego italiano, y francés, todas acompañadas –tal como se vendían– con un lápiz de los que usa ese gremio. También aportó el original –en mecanografía y a mano– de la novela 'En salvaxe compaña', que escribió en 1992-1993 en Irlanda, y un ejemplar dedicado de su poemario 'Mohicania' (1986), libro agotado y descatalogado, -«una especie extinguida» dijo, del que leyó unos poemas ecologistas.
Un ausente Bernardo Atxaga se hizo presente a través del vídeo grabado días antes para legar un ejemplar de 'Pott', fanzine publicado en Bilbao en 1978; el libro de poemas 'Etiopía', con un CD de Ruper Ordorika que le dio popularidad; dos ejemplares de 'Obabakoak', uno de ellos en euskera; otros dos de 'El paraíso y los gatos', en castellano y euskera, y el original de 'Elegía', dedicada al pintor Vicente Ameztoy, escrita a mano y leída durante la ceremonia fúnebre. Añadió un documento secreto en un sobre que no se abrirá hasta el 27 de julio de 2051, fecha en la que el autor vasco cumplirá «de una manera u otra» cien años.
Los tres editores bucearon en sus catálogos para reivindicar la trayectoria de sus editoriales. Valeria Ciompi depositó una primera edición de 'Unas lecciones de metafísica' de José Ortega y Gasset, título inaugural de la colección 'El libro de bolsillo' (1966); una carta de José Ortega Spottorno a Alianza cediendo gratuitamente la traducción de 'La Metamorfosis' de Kafka (1965); una prueba de cubierta de 'El lobo estepario' diseñada por Daniel Gil, y un certificado de tirada emitido por el Ministerio de Información y Turismo de 'Los pazos de Ulloa' (1966), de Pardo Bazán.
Pilar Reyes dejó una escultura de las que recibe el ganador del Premio Alfaguara de novela, diseñada por Martín Chirino especialmente para este galardón nacido en febrero de 1998. También depositó dos libros de dos autores primordiales para su sello: 'Alguien que anda por ahí', de Julio Cortázar, y 'Mapa de Región', de Juan Benet (1983).
Manuel Borrás depositó una edición de 'Las cosas del campo' de José Antonio Muñoz Rojas; una edición especial y limitada de algunas cartas de Ramón Gaya con un grabado original; la primera edición de 'El Gato encerrado de Andrés Trapiello', y una pequeña serie de dibujos de Ramón Gaya. «Toda sociedad que desprecia y no lee a sus escritores es una sociedad enferma» dijo el editor al entregarlos.
«En nuestra Caja de las Letras entendemos que la riqueza verdadera de una sociedad es su cultura y el mayor compromiso con el futuro es saber recibir el legado de la gente que merece nuestra admiración», dijo Luis García Montero tras recibir los nueve legados.
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