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El periodista Luis Alfonso Gámez, en su despacho. Jordi Alemany
Sexo mortal con un fantasma... y otras historias paranormales

Sexo mortal con un fantasma... y otras historias paranormales

El periodista Luis Alfonso Gámez presenta una recopilación de artículos que abordan los fenómenos misteriosos desde la crítica racional

Julio Arrieta

Sábado, 16 de marzo 2024, 17:44

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El periodista Luis Alfonso Gámez se define como un «apasionado de las mitologías contemporáneas», este conjunto de creencias populares más o menos paranormales que suelen presentarse con la etiqueta de «mundo del misterio»: ovnis, fantasmas, alienígenas ancestrales... Son temas que aborda de nuevo desde el escepticismo en su nuevo libro 'El anciano que murió haciendo el amor con un fantasma y otras historias sobre lo paranormal', que publica con la editorial Menoscuarto.

Hemos estado con él esta semana y, además de entrevistarle, le hemos pedido que nos elija algunas de sus preferidas. Esta es la que da título al libro:

Sexo mortal con un fanstama. La historia que da título al libro, la del anciano que murió haciendo el amor con un fantasma en 1893, forma parte de la abundante mitología espiritista de finales del siglo XIX y principios del XX. «Aquí hay enigmas hasta en el nombre de los protagonistas», explica Gámez. Empezando por el mago Zanzic, «del que no hay demasiada información real», ni siquiera su nombre. Se cuenta que este prestidigitador construyó una casa de los espíritus, trucada para engañar a los incautos. Uno de ellos fue un anciano alemán, «llamado Schiller, como el poeta». Este hombre «quería entrar en contacto con su mujer fallecida». Y entrar en contacto íntimo, para ser más exactos. Zanzic se limitó a localizar una prostituta que se pareciera a la señora en cuestión y meterla en una habitación oscura de su mansión embrujada. «Entró en ella el apasionado anciano y a los pocos minutos salió de ella gritando la prostituta». El hombre había sufrido un infarto en la cama. «Se supone». Porque la historia tiene varios claroscuros –más oscuros que claros–, que se desvelan en el libro.

  • El libro Luis Alfonso Gámez. Editorial Menoscuarto. 17,90 euros.

¿Es una recopilación de artículos?

– Son una selección de 24 de entre los más de 40 que publiqué en una sección que se titulaba 'Muy escéptico', en la revista 'Muy Interesante'. Creo que son los temas más bonitos. Los textos están actualizados y he añadido las referencias bibliográficas para que el lector pueda acudir a las fuentes originales.

- Aquí se habla de temas que van desde los platillos volantes clásicos a la comunicación con los espíritus. Son cuestiones que se resisten a morir. ¿Esto es el folklore actual?

- Yo prefiero llamarlo mitología contemporánea. Son creencias que se resisten a morir porque los humanos queremos creer. Por ejemplo, el espiritismo. Es un fraude demostrado casi desde el momento en que nace, a mediados del siglo XIX. Pero los humanos queremos tener trascendencia. Queremos creer y pero es que ademas nos gustan las historias. Y en estos temas hay historias muy buenas.

¿La de la Atlántida, por ejemplo?

– Lo interesante con la Atlántida es que tal y como la gente la entiende ahora no es desde luego como la contó Platón, en cuyo relato la Atlántida es un imperio corrompido, y que es malo, que va a conquistar el mundo civilizado y lo vencen los atenienses. La Atlántida de la que se habla ahora, la que se busca en Cádiz y que nunca se va a encontrar porque no existió, es un invento de un señor del siglo XIX, Ignatius Donnelly. Cambió el imperio corrupto al que hay que vencer por un ideal hacia el que hay que llegar. Una civilización original y perdida de la que parte todo el saber avanzado del ser humano. ¿Por qué sigue funcionado este relato creado por un señor americano del XIX? Porque queremos creer y su historia es muy bonita La Atlántida, los ovnis, los fenómenos paranormales, son los mitos contemporáneos.Pero hay una cosa que no entiendo.

¿Cuál?

– Por qué en España no pasa como en el Reino Unido o como en Estados Unidos, donde se guardan y atesoran los documentos y las bibliotecas que los apasionados por estos temas han reunido.

Kenneth Arnold fotografiado en 1947 junto a su avión, poco después del avistamiento de los platillos volantes.

Otra historia. Los platillos que no eran redondos. El incidente del que nace el concepto 'platillos volantes' «es muy interesante, porque es una idea que nace de un error periodístico». El 24 de junio de 1947 Kenneth Arnold, «un vendedor de equipos antiincendios, volaba con su avioneta cerca del Monte Rainier, en el estado de Washington –cuenta Gámez–. Colaboraba en la búsqueda de un avión desaparecido». Y entonces vio 9 objetos voladores que no supo identificar. «Dijo que tenían una forma parecida a un boomerang, y que se movían como platillos deslizándose sobre el agua». Eso se transformó en la prensa en que había visto algo parecido a platillos volantes. «¡Y a partir de ese momento la gente empezó a ver platillos volantes!». Aquel verano fue una locura. «Entre junio y julio se registraron más de 850 casos, con un pico de 150 diarios el 6 y 7 de julio». La fiebre se volvió internacional. De hecho, ese mismo verano ya se publicaron un par de avistamientos en EL CORREO. «Es interesante que al principio no se entendieron como naves extraterrestres. Una encuesta que se realizó entonces refleja que la mayor parte de la gente pensaba que eran «confusiones ópticas, armas secretas o fraudes. Un 1% pensaba que eran aviones rusos». Hasta se llegó a publicar en EE UU que los platillos volantes venían de la España de Franco y se habían fabricado en un laboratorio secreto de Marbella. «La idea de que los platillos volantes son extraterrestres no aparecerá hasta 1950».

Pero si, por ejemplo, los ovnis no son más que trolas o malentendidos, ¿merece la pena conservar una biblioteca o un gran archivo sobre eso?

–¿Merece la pena conservar una biblioteca sobre los mitos antiguos? ¿merece la pena conservar los materiales sobre la caza de brujas? Claro que merece la pena. ¿Para qué? Para que los estudiosos del futuro puedan explicar cómo y por qué el ser humano en el siglo 20 llegó a creer que le estaban visitando lo extraterrestres.

Por muchas explicaciones racionales que se den, hay mucha gente convencida de que EE UU tiene un platillo volante oculto y sus tripulantes extraterrestres en una nevera. Hay una conspiración para ocultarlo. ¿De dónde viene ese afán por la conspiración?

– De entrada, los gobiernos se han ganado que el ciudadano desconfíe de ellos. Y hay gente que lo lleva al extremo. Por otro lado, las conspiraciones han existido siempre. Pero otra cosa es que existan las conspiraciones para ocultar las visitas de los extraterrestres. Este es un tema apasionante. Es un tema que la gente dice que data de 1947. No es cierto. El tema es mucho más antiguo en el tiempo. Es un tema de larga gestación y es un fenómeno cultural que se ha alimentado de los avances de las exploraciones astronómicas, el boom de la ciencia ficción, los avances tecnológicos como la radio y creencias como el espiritismo. Porque hubo quien intentó comunicarse con los marcianos por radio o a través de un médium. Es muy bonito ver cómo se juntan todos estos ingredientes y se cuece el plato de que nos visitan los extraterrestres.

Se puede rastrear perfectamente el origen cultural de los ovnis, pero sigue habiendo ufólogos que creen que hay un fenómeno 'raro' real ahí fuera, sea lo que sea.

– La ufología vista así es una creencia. Tú puedes creer o no puedes creer. Si tú crees y estás convencido, siempre vas a encontrar algo a lo que agarrarte. El Pentágono ha dicho que no hay nada raro en los ovnis. El creyente te dirá que nos están ocultando la verdad y que a ver quién se fía del Pentágono o de la CIA o de la NASA. Pero el caso es que van a hacer 80 años de ufología moderna y los ufólogos no han presentado ni una sola prueba de que pase algo raro de verdad. ¡Ni una!. Es como la religión. Se basa en la fe. Ni un solo caso de los históricos de la ufología se sostiene a día de hoy.

¿Escepticismo es igual a incredulidad?

– No. Hay una frase de Fox Mulder que es la frase prototípica de 'Expediente X', una serie además escrita por un escéptico que es Chris Carter. Mulder tiene un póster en su despacho con la foto de un platillo volante y en el que se lee 'I want to believe' (quiero creer). Fox Mulder quiere creer, pero no quiere creer sin pruebas. Él las busca constantemente. Porque si no, creería todo el rato en cualquier cosa. Yo no conozco a ningún científico que no le parezca estupenda la idea de que haya vida extraterrestre. Cualquiera al que preguntes te dirá «me gustaría que existiera». Pero querrá pruebas. Es decir, «quiero creer. Pero con fundamento». Y pasa con todo. Con los poderes paranormales, por ejemplo. Los poderes paranormales se llevan investigando científicamente como un siglo. Y no se ha encontrado ninguna prueba. Con lo que creer en ellos es una fe.

Hay canales de televisión llenos de programas sobre alienígenas ancestrales.

– Claro. Y son muy divertidos cuando eres consciente de que todo es ficción. Yo de vez en cuando veo 'Alienígenas ancestrales' y me río mucho por lo retorcido que es todo. Encuentran rastros de presencia extraterrestre hasta en la capucha de un boli BIC. El problema es que de fondo esconden un mensaje muy peligroso, un mensaje racista. Te presenta a un montón de culturas casualmente no occidentales como incapaces de llevar a cabo grandes construcciones, de levantar pirámides o de construir grandes ciudades en el pasado sin tecnología moderna. Su punto es «¿Cómo iban a construir estas cosas todos estos indios y africanos primitivos?» Eso es racismo.

Argamasilla sometido a prueba por Harry Houdini en Estados Unidos.

Una historia más. El aristócrata con visión de rayos X. La historia del superpoder de Joaquín María Argamasilla de la Cerda y Elío, XI marqués de Santacara, «el aristócrata español con visión de rayos X, es la de una broma de un chaval que se va de las manos». Su padre era «un noble navarro carlista apasionado por la parapsicología, que entonces se llamaba metapsíquica», cuenta Gámez. Un día se dio «cuenta de que su hijo podía ver a través de los cuerpos opacos»: la hora en relojes cerrados, documentos dentro de una caja, etc. Lo hizo público y el joven causó sensación. Fue sometido a pruebas y consiguió asombrar hasta a un premio Nobel, Charles Richet. Como de costumbre en estos casos, la horma de su zapato fue un mago. En este caso, el escapista Harry Houdini, que dedicó buena parte de su carrera a desenmascarar médiums. Houdini descubrió el truco de Argamasilla, pero a la mayor parte de la prensa española le dio igual. Aquí el truco fue desvelado al detalle por un psiquiatra, Gonzalo Rodríguez Lafora, que lo publicó con todo lujo de detalles. «También descubrió el truco el médico Juan Negrín, que luego fue presidente del Gobierno de la República». «El pícaro noble español» murió en Bilbao en 1987.

Y una historia más para terminar:

El USS Nautilus durante sus pruebas de mar iniciales, 20 de enero de 1955.

EE UU y la URSS se enzarzan en la guerra por telepatía. Es sabido que durante la Guerra Fría tanto Estados Unidos como la Unión Soviética trataron de desarrollar métodos de espionaje y de combate paranormales. «Esto empezó a partir de una historia publicada en una revista francesa», resume Gámez, en la que se contaba que la Marina estadounidense había realizado un experimento de telepatía desde el submarino nuclear 'Nautilus' en 1958, en su viaje bajo los hielos del Polo Norte . «La historia es fascinante. Un misterioso pasajero, el teniente Jones, había embarcado en el navío y se encerró en su camarote durante los siguientes seis días». Solo recibía la visita del capitán y desde allí, con el submarino sumergido, realizó pruebas de transmisión telepática con un centro de investigación en tierra usando las cartas Zener –cinco cartas con un signo cada una: una estrella, un +, un cuadrado, un círculo y unas líneas onduladas–. Y tuvo éxito. O eso se publicó. Varias veces, y en cada ocasión en una publicación de mayor éxito. La noticia de que EE UU estaba aplicando la parapsicología en Defensa llegó a la URSS. «Y la rueda empezó a girar. Los soviéticos comenzaron a hacer sus experimentos, y en respuesta, los estadounidenses arrancaron con los suyos»: intentos de matar cabras con la mente, astronautas telépatas, «un alto mando que intentó atravesar corriendo una pared como un fantasma» con los previsibles resultados... Nada funcionó. «Lo mejor de todo es que el artículo original sobre el 'Nautilus' era una invención de principio a fin», obra del escritor Jacques Bergier.

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