Sequías de hasta 13 años contribuyeron al colapso de la civilización maya
El análisis de una estalagmita permite a expertos de la Universidad de Cambridge precisar que los periodos sin lluvia proliferaron en los dos últimos siglos de esta cultura
Dar con las razones por las que imperios o civilizaciones poderosas se agostan ha cautivado la atención de un sinfín de historiadores. En el caso ... del Imperio Romano, son innumerables las teorías sobre las causas que llevaron a la Ciudad Eterna a ceder su dominio sobre el Mediterráneo en la Antigüedad. Crisis económica, corrupción, debilidad militar, las invasiones bárbaras… El saqueo de Roma por los visigodos liderados por Alarico en el año 410 solo fue la confirmación de un declive que venía de atrás -si el Imperio hubiera caído durante la crisis del siglo III no habría extrañado a nadie-. Ese declive se confirmó en el año 476, cuando Rómulo Augústulo fue depuesto por el general Odoacro. De esta forma terminó el Imperio Romano de Occidente -el oriental perviviría hasta el año 1453-.
Sobre el colapso de la civilización maya también han corrido ríos de tinta. Cuando los conquistadores españoles llegaron a sus dominios, hacía tiempo que su esplendor había quedado atrás. Tras barajarse hipótesis como guerras o cambios en las rutas comerciales, en los últimos años se ha abierto la vía de la explicación climática. Un estudio de expertos de la Universidad de Cambridge publicado en la revista 'Science Advances' ha precisado que una sequía que duró 13 interminables años junto a otras no tan prolongadas de tres años de media pudo haber contribuido a su inexorable declive.
El hallazgo ha sido posible gracias al análisis de una estalagmita hallada en 2006 en una cueva mexicana situada en el norte del Yucatán. Las estalagmitas se forman cuando el agua gotea del techo de una de estas cavidades y los minerales que contiene se acumulan en el suelo -las estalactitas son las que cuelgan del techo-. Mediante la datación y el análisis de las capas de isótopos de oxígeno dentro de la estalagmita, los investigadores extrajeron información muy detallada sobre el clima en el período Clásico Terminal, entre los años 871 y 1021.
Por aquel entonces, las ciudades mayas de piedra caliza del sur fueron abandonadas y las dinastías llegaron a su fin, a medida que una de las grandes civilizaciones del mundo antiguo se desplazaba hacia el norte y perdía gran parte de su poder político y económico.
Sin inscripciones en Chichén Itzá
Los datos obtenidos por los investigadores demuestran que en esa época se dieron hasta ocho sequías durante la temporada de lluvias que duraron al menos tres años. La primera fue en el 854 y la más prolongada, la de los 13 años, en el 929. En total, de los últimos dos siglos esta civilización, hasta en 44 no se registraron lluvias.
Aunque los mayas contaban con técnicas de gestión del agua como su almacenamiento y el riego, y adoptaron cultivos más resistentes como la yuca, periodos secos tan largos habrían tenido un enorme impacto en su civilización. Un dato lo corrobora: la disponibilidad de especies de plantas comestibles se reduciría en un 89% en relación con los años con lluvias normales. «La producción y el rendimiento de los cultivos dependen en gran medida de la precipitación estacional, siendo la cantidad y el momento de la lluvia de vital importancia. Esto es especialmente cierto para el alimento básico, el maíz. La incertidumbre en el momento o la cantidad de lluvia probablemente aumentó el estrés social para las antiguas comunidades mayas ya acosadas por sequías repetidas y puede haber contribuido a socavar la autoridad de la élite gobernante», subrayan los especialistas.
Toda esta información obtenida por los científicos coincide con los testimonios de los propios mayas. O más bien con la falta de ellos, ya que las inscripciones en los monumentos de la legendaria Chichén Itzá desaparecen por completo en esos momentos.
«Esto no significa necesariamente que los mayas abandonaran Chichén Itzá durante estos períodos de sequía severa, pero es probable que tuvieran preocupaciones más inmediatas que construir monumentos, como por ejemplo si los cultivos de los que dependían prosperarían o no», asegura Daniel H. James, autor principal del trabajo.
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