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Luis Alfonso Gámez
Martes, 23 de agosto 2022
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El ingeniero español Eduardo García Llama vivió hace más de un mes algo que nunca olvidará. Junto con otros dos colegas de la NASA y en reconocimiento de sus aportaciones al nuevo proyecto de vuelos tripulados a la Luna, recibió en Florida el Premio del Programa Orión. «Nos llevaron al Centro Espacial Kennedy y participamos en un acto con una gran carga simbólica, la introducción en la Orión del indicador de gravedad cero», recuerda a este periódico desde su casa en Houston el director del equipo de guiado y control de la nave con la que el ser humano volverá a la Luna. Cuando el lunes ese indicador, un Snoopy de peluche, empiece a flotar en la cápsula de Artemisa 1, los técnicos de la misión sabrán en tierra que la Orión ha escapado de la gravedad terrestre.
Artemisa 1 es la misión inaugural del programa de la NASA que llevará a la primera mujer a la Luna. Despegará el lunes de Cabo Cañaveral. Es un vuelo no tripulado, el ensayo general del nuevo sistema de lanzamiento espacial (SLS, por sus siglas en inglés) y la Orión, que tiene capacidad para cuatro astronautas. Si la misión, de 42 días y en la que la nave orbitará la Luna, es un éxito, habrá un segundo vuelo similar, ya tripulado, en 2024 y un tercero, no antes de 2025, en el que una mujer pisará el satélite. «Esta vez volvemos a la Luna para quedarnos», afirma el ingeniero español. La última vez que unos humanos dieron saltos por ese mundo gris, él tenía un año.
Eduardo García Llama nació en Valencia en diciembre de 1971, pero la familia se mudó poco después a Madrid, donde se crio. «Considero Madrid mi ciudad natal», dice. Estudió Física en la Universidad Autónoma y, cuando acabó la carrera, solicitó una beca de formación de personal investigador en el extranjero, para trabajar en la Agencia Espacial Europea (ESA), al entonces Ministerio de Educación y Ciencia y al Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial. La obtuvo y trabajó dos años en un satélite en el Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial, en Noordwijk (Países Bajos).
El científico madrileño llegó a a Houston en diciembre de 1999 para participar en un proyecto conjunto de la ESA y la NASA. «Querían desarrollar una nave de rescate de astronautas para la Estación Espacial Internacional, el X-38, y vine al Centro Espacial Johnson a trabajar en ella como empleado de la ESA». Cuando se canceló el proyecto del X-38, la NASA le ofreció quedarse en Houston. «Lo que iba a ser una estancia de dos o tres años ha acabado siendo para siempre».
García Llama se unió a lo que hoy es el programa Artemisa en 2017. Antes, cursó un Máster de Ingeniería en Operaciones Espaciales en la Universidad de Colorado y dedicó varios años a hacer estudios sobre el guiado de naves tripuladas durante la entrada en Marte. «Es un problema no resuelto». La conquista del planeta rojo lleva décadas a 20 años vista, pero él cree que su generación verá a humanos caminar por los desiertos marcianos. «Es el objetivo a largo plazo».
Artemisa puede considerarse un primer paso en esa aventura. Un gran salto, porque la Luna está mil veces más lejos que la Estación Espacial Internacional. Pero también un salto pequeño, porque, en su punto más distante, Marte está mil veces más lejos que la Luna. Para salvar ese abismo y ensayar la supervivencia de los humanos en un entorno hostil y aislados, la NASA y la ESA contemplan la creación de una base permanente en el satélite hacia 2030, algo que de momento parece ciencia ficción.
La realidad ahora es que la NASA quiere volver al satélite en solo tres misiones frente a las doce del programa Apolo hasta que Neil Armstrong y Buzz Adrin pisaron la Luna el 21 de julio de 1969. «Tres misiones son pocas, pero contamos con toda la experiencia en el espacio profundo de aquellos vuelos», agradece García Llama, autor del libro 'Apolo 11: la apasionante historia de cómo el hombre pisó la Luna por primera vez' (2018). Para que el ser humano lo haga por segunda y pronto, es vital el éxito de la misión que empieza el lunes.
El ingeniero y su equipo, formado por unas 40 personas, se encargarán del guiado y control de la Orión desde que se separe de la última fase del cohete a los 18 minutos hasta la reentrada en la atmosfera terrestre. Diferentes equipos vigilarán todos los sistemas de la nave y el de García Llama se encargará de los paneles solares y los motores, que se encenderá varias veces para maniobrar y corregir su trayectoria. «Todos queremos que la misión sea muy aburrida, que salga todo bien y aburrirnos en la consola».
«Ya estamos en modo vuelo. Eso significa que todos los procesos de comunicación entre nosotros se tienen que hacer por los conductos establecidos en las operaciones de vuelo», indica García Llama cuando faltan seis días para el despegue. «Si esta primera misión sale bien, me metería en la siguiente», asegura el ingeniero, que vivirá su primera experiencia en un control de misión en Houston en un puesto de gran responsabilidad que muy posiblemente ocupe también cuando la primera mujer viaje a la Luna.
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