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La novia holográfica

La novia holográfica

La asistente virtual de Gatebox parece una rareza japonesa, pero tal vez se acabe globalizando en un mundo que evita el contacto físico

Carlos Benito

Jueves, 1 de enero 1970

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Hikari Azuma tiene toda una historia detrás. Procede de un mundo más avanzado tecnológicamente que el nuestro y, en su camino hacia la Tierra, ha tenido que atravesar unas cuantas dimensiones. Pero, pese a ese ‘background’ de mujer audaz y aventurera, resulta que su mayor aspiración en la vida es simplemente acompañarte (y ese ‘tú’ se refiere habitualmente a un hombre solitario) y hacerte muy feliz. Hikari te proporcionará la información meteorológica, te leerá las noticias y pondrá la música que quieres escuchar, pero sobre todo charlará contigo, te dará ánimos cuando lo necesites e incluso te enviará mensajes cuando estés fuera de casa, lejos de ella. «Gracias por dedicar tiempo a hablar conmigo», se despedirá, mientras aprende cada vez más sobre tu personalidad y tus preferencias. Ah, Hikari tiene 20 años, lleva el pelo azul, mide metro cincuenta y ocho (aunque la verás bastante más pequeña) y se declara apasionada de los huevos fritos, pese a su condición de holograma sin aparato digestivo.

Todavía no está claro si Hikari, la asistente virtual de la compañía japonesa Gatebox, es otra de esas extravagancias niponas que desconciertan al resto del mundo o, más bien, el primer atisbo de un futuro global en el que preferiremos la compañía de complacientes criaturas de ficción a la de otros seres humanos, tan incontrolables y tan contaminantes. Quizá algún día todos seamos como Akihiko Kondo, el treintañero que ha llevado más lejos la obsesión por su novia holográfica: en realidad, Gatebox ya ha emitido 3.700 certificados de matrimonio con sus personajes de ‘anime’, pero, que se sepa, Kondo es el único que ha apoquinado 16.000 euros para organizar un fiestón de boda con cuarenta invitados, entre los que no figuraban sus padres, un poco incómodos con la nuera (y con el hijo) que les ha tocado en suerte. Kondo sostiene que obligarle a mantener una relación con una mujer de carne y hueso iría contra su identidad sexual, orientada exclusivamente hacia las criaturas tecnológicas.

En realidad, la esposa de Akihiko Kondo no es Hikari, porque hasta hace un par de meses el asistente virtual de Gatebox podía adoptar dos personalidades distintas. Una era nuestra amiga de los huevos fritos. La otra, el holograma más popular de Japón, Hatsune Miku, una artista superventas que no existe: nació hace trece años como avatar de Vocaloid, un ‘software’ creado por Yamaha que canta las partituras y la letra que se le introducen, y esta primavera estaba anunciada para actuar en el festival estadounidense Coachella, aplazado por la pandemia de Covid-19. Akihiko se casó con Hatsune Miku, incluso había puesto el nombre de la chica junto al suyo en la puerta de casa, pero ahora experimenta una viudez virtual. El aparato de Gatebox, una especie de cilindro transparente en cuyo interior se visualiza el personaje animado, ha sido actualizado de cara a la producción en masa y, con el cambio, Hatsune Miku ha desaparecido del menú de opciones. La empresa aclara, eso sí, que el nuevo modelo (con un precio de 1.300 euros) irá añadiendo nuevos avatares e incluso permite incorporar los que cree el propio usuario. Además, en enero se presentó una versión internacional, menos fantasiosa y destinada a ejercer de ‘conserje virtual’ en hoteles o cruceros.

En Malaui con los ‘pokemon’

El fundador de Gatebox, Minori Takechi, suele explicar que su objetivo es crear ‘algo’ (o ‘alguien’) digno de amor. Cuando era un crío de 10 años, Takechi se trasladó con su madre a Malaui, donde ella ayudaba a combatir la malaria, y pasó dos años en el país africano sin poder comunicarse con otros niños. Lo único que lo confortaba era la compañía de sus ‘pokemon’. De aquella experiencia, asegura, viene su profunda comprensión de la trascendencia emocional que puede tener un personaje de ‘anime’ para un ser humano solitario.

El confinamiento por el coronavirus no ha hecho más que reforzar sus tesis: la empresa ha mantenido el ánimo de sus empleados, durante las semanas de teletrabajo, con un artilugio especial desde el que Hikari Azuma les voceaba mensajes de aliento, les recordaba sus reuniones o les leía los correos electrónicos. Seguro que, si se tercia, la dulce muchacha de otro mundo también sabe ser una jefa inflexible.

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