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JUAN CARLOS ALONSO
Tere Expósito | VOLUNTARIA DE CÁRITAS

«Es una satisfacción saber que cada caja que preparamos va a quien más lo necesita»

Consciente del esfuerzo que supone la fiesta para Teror, Expósito participa activamente en la recogida de alimentos

Domingo, 7 de septiembre 2025, 23:20

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Natural de Tenerife, pero con más de medio siglo en Gran Canaria, Tere Expósito es voluntaria de Cáritas y una de las personas que cada 7 de septiembre trabaja, casi sin descanso, en la recogida de las ofrendas a la Virgen del Pino. Ella insiste en que no hay cargos ni jerarquías, que lo suyo es un «equipito» que se distribuye por la basílica bajo la coordinación del sacerdote y que se encarga de que todo fluya. Desde la puerta, reciben los alimentos y comienzan la separación: los perecederos se envían rápidamente a la parte trasera, donde camiones y voluntarios más jóvenes se ocupan de cargarlos, mientras que en la entrada se clasifican otros productos en cajas organizadas de legumbres, arroz, artículos de limpieza o de aseo, etc.

El esfuerzo es colectivo. Expósito explica que los voluntarios proceden no solo de Teror, sino también de Arucas, Valleseco, Tejeda, Fontanales y de la propia basílica, donde hay colaboradores a diario. Reconoce que los jóvenes tienen un papel fundamental, ya que muchos de ellos, mientras se preparan para la comunión o la confirmación, no dudan en aportar su tiempo. «Las manos nunca sobran», suele repetir, aunque admite que en los últimos años ha visto crecer el grupo y la implicación de la comunidad.

«Entre carga y descarga siempre hay tiempo para un baile o una isa compartida»

Expósito se sumó a esta labor en 2020, el año de la pandemia de la covid, Tras jubilarse, buscaba una actividad que le permitiera sentirse útil y dedicar su tiempo a los demás. La encontró en El Pino y en el trabajo voluntario, donde asegura haber hallado satisfacción y alegría.

El día grande de la ofrenda es una coreografía perfectamente sincronizada: carretas que llegan sin cesar, cajas que se arman desde la víspera -más de doscientas en cada edición- y voluntarios que van y vienen sin parar. Entre carga y descarga, confiesa, siempre hay tiempo para alguna risa, un baile improvisado o una isa compartida. Porque, aunque el ritmo es intenso, el ambiente se mantiene festivo. Para Teror, señala, la Fiesta del Pino supone un esfuerzo enorme, pero también una inyección de vida. Las calles se llenan de peregrinos que llegan a pedir, a dar gracias, o a compartir el camino con amigos. Ella misma admite que cada año camina hasta la villa mariana para rezar, agradecer y cumplir con la tradición más sabrosa: comerse un bocadillo de chorizo de Teror y un Clipper. «Eso es sagrado», bromea Tere.

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