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Prostitutas encerradas en un drama

Prostitutas encerradas en un drama

Los prostíbulos de Molino de Viento no escapan del confinamiento y tras sus puertas aseguran que se esconde una situación dramática. Muchas han acudido a servicios sociales y otras solo subsisten con un bono de 50 euros de Cáritas.

Jueves, 1 de enero 1970

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Tiempos difíciles en cada rincón de Las Palmas de Gran Canaria. Allá donde la brújula mire encontrara una historia difícil de digerir. Especialmente donde haya colectivos sensibles, como el de la prostitución. Es el caso de Molino de Viento donde el drama, claro está, se encuentra confinado.

Molino de Viento no es el barrio de Reeperbahn en Hamburgo. Tampoco es el Barrio Rojo de Amsterdam. Lugares donde el drama de la prostitución se enmascara con neones y se han convertido en referentes turísticos. Estas casas son de cal vieja. Y ahora esconden situaciones muy complicadas.

Cuentan que más de 40 mujeres han acudido a los servicios sociales del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para solicitar ayuda para soportar la crisis del coronavirus. También, aunque nadie lo quiere reconocer, se habla de cosas en las que las están forzando a ejercer a pesar de los estragos que está provocando el virus.

Lo que es una realidad sin debates es que lo están pasando mal. Lo cuenta Juana María Ortega, presidenta de la Asociación de Mujeres Maltratadas y Prostitutas de Las Palmas de Gran Canaria. «Es terrible lo que están pasando. Nadie viene por aquí, ni clientes ni autoridades. Muchas están encerradas en las calles sin guantes ni mascarillas. Sin nada», expone.

Sin clientes no hay ingresos. Esa lógica aplica Ortega, que añade cómo está siendo el mecanismo de subsistencia ante el que están recurriendo. «No hay ni una sola ayuda. Muchas recibieron un bono de 50 euros para un supermercado en Cáritas al principio de esta situación, pero me dirás cuánto tiempo se puede comer con ese dinero. La mayoría ya lo ha gastado en una sola compra», indica.

A Ortega no le consta que hayan acudido a Servicios Sociales, aunque desde este área del Tripartito si indican que «en el casos de las prostitutas las ayudas se dan siguiendo criterios familiares vulnerables. Se les está ayudando si están en esa situación. Se han dado ayudas mediante los bonos para comprar alimentos y productos de primera necesidad».

Es impactante la imagen de Molino de Viento estos días. Como en un barrio antiguo y con más de medio siglo de actividad, su estructura de casas terreras, que algunos esperan ansiosos que caigan al suelo para especular con el terreno, y sus puertas abiertas día y noche hoy solo se percibe soledad y tensión.

Lo dice Juana María Ortega: «Tienen mucho miedo. No quieren salir a la calle por no tienen las condiciones necesarias», expone durante este tiempo de confinamiento obligado para todos.

Además, denuncia una situación que ya ha ocasionado varios problemas en la zona. «Todas las casas de alterne están cerradas salvo dos en las que se está vendiendo droga. Yo he avisado a la policía para que actúe pero por aquí no ha venido nadie», indica la presidenta de la Asociación de Mujeres Maltratadas y Prostitutas de la ciudad.

Ortega incide en el hambre. «Yo tuve que recoger a una en casa conmigo. Ya Cáritas no tenían nada para ella y le dije que viniera a casa, que donde come una comen dos. Y así estamos», recalca.

Y es que mantienen un discurso claro durante todo el tiempo. «Si la situación sigue así y nadie las ayuda no sé qué va a pasar. Se acabarán comiendo unas a otras. Porque están pasando hambre», quiere enfatizar.

Las consecuencias del coronavirus siguen haciendo estragos sin respetar capas sociales, distinciones de edad o sectores laborales.

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