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A. TORICES / CANARIAS7
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 10 de octubre 2021, 02:00
El volcán de Cumbre Vieja ha vuelto a desbocarse. La noche de este sábado el flanco norte se derrumbó. El colapso se produjo el mismo día en el que se derrumbaran la cara norte del cono de la erupción del nuevo volcán de La Palma.
Este derrumbe parcial de la cara norte del cono del nuevo volcán ha llevado a la emisión de coladas en varias direcciones, una de las cuales ha generado preocupación por desplazar una importante masa de lava.
Este nuevo repunte ha facilitado la salida rápida y abundante de varias coladas de lava, que además bajaron por las laderas a gran velocidad. El episodio causó «una tremenda destrucción» a su paso en la zona de La Laguna, según las primeras valoraciones de los técnicos. Arrasó parte de un polígono industrial, torres de alta tensión, numerosos cultivos y algunas edificaciones. El único elemento positivo es que no hubo que lamentar víctima alguna, pues la zona quemada llevaba días evacuada por ser una de las de peligro potencial.
Pese a todo, los responsables del comité científico formado en La Palma para controlar la marcha de la erupción hicieron este sábado un llamamiento a la calma de la población porque indicaron que tienen totalmente monitorizado el fenómeno y que nada indica que no puedan anticiparse a nuevos posibles peligros y tomar las decisiones de seguridad precisas para evitar víctimas.
Este grupo de expertos señaló que la colada principal, la que ya ha formado una fajana de unas 32 hectáreas tras verter su lava sobre el mar, ha perdido fuerza en su marcha, y que su derivada más hacia el sur se ha parado a unos 150 metros de la playa de El Charcón, pero crece en espesor, por lo que no se descarta que acabe por alcanzar el mar. El ramal que más preocupa es el formado por el gran desborde nocturno de la cara norte, pero, añadieron, que parece que tiende a unirse con la colada principal.
Hasta este sábado por la tarde, el volcán había arrasado en sus 20 días de fuerte actividad 497 hectáreas de fincas e infraestructuras, sepultó casi 39 kilómetros de carreteras y destruyó unas 1.300 edificaciones.
El Instituto Geográfico Nacional localizó durante la madrugada y la mañana del sábado una cuarentena de terremotos en La Palma, el más destacado se registró al suroeste de la Villa de Mazo, de magnitud 4,1 y a una profundidad de 39 kilómetros. La intensidad media de los sismos está por debajo de magnitud 3.
Mientras tanto, la nube de ceniza se dirigió hacia el sur, según el último informe del Volcanic Ash Advisory Centres (VAAC) de Toulouse (Francia). El cambio de orientación que ha tenido lugar durante las últimas hora dejó libre la zona aérea de Tenerife, cuyos dos aeropuertos funcionan con normalidad. No obstante, por seguridad, se mantiene el aviso a las tripulaciones con destino Tenerife para que carguen combustible extra por si hubiera cambios en el viento que pudieran afectar a los recintos aeroportuarios de la isla.
De hecho, todos los aeropuertos de Canarias están operando sin incidencias y la previsión inicial es que siguiese así durante toda la jornada. El aeropuerto de La Palma recuperó su operatividad tras dos días de cierre durante las horas centrales del sábado, según informó AENA, que agregó que prosiguen las labores de limpieza de ceniza procedente del volcán en diferentes zonas del recinto. No obstante, el gestor aeroportuario recomendó a los pasajeros que consulten el estado de su vuelo, puesto que son las aerolíneas las que deben decidir ahora si operan las diferentes conexiones o no.
También preocupa la fajana del volcán, las más de 30 hectáreas robadas al océano por la desembocadura de la avalancha de lava en el mar, que corre el peligro de fracturarse. De producirse finalmente este derrumbe se liberarían de manera brusca gases y se producirían explosiones en el agua y olas de cierta altura.
El director técnico del plan de emergencias volcánicas de Canarias (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende, pidió, no obstante, tranquilidad ante una posible ruptura en la fajana porque entiende que solo afectaría a una zona evacuada desde el principio de la erupción y la ola que produciría -si al final llega a producirse el fenómeno- sería de un máximo de unos cinco metros de altura y decrecería rápidamente según avanzase.
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