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Pablo en la Caleta de Famara, saludando. fotos y vídeo de josé maría rodríguez

Morir haciendo lo que realmente te gusta

Pablo Durán, Kitesurfista de 32 años, falleció el pasado domingo en la playa de Famara, en Lanzarote, «practicando el deporte que amaba y en la playa que amaba», recuerdan sus amigos

Sábado, 29 de mayo 2021, 07:47

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El pasado domingo 23 de mayo fallecía en la playa de Famara -lugar mítico donde los haya para todos los amantes del surf en sus distintas modalidades- mientras practicaba kitesurf, el joven de 32 años, Pablo Durán, originario de Santander, pero residente en Lanzarote desde hacía un año mas o menos.

Sobre las 18.00 horas de ese fatídico día, el viento soplaba severo del norte y direccionado del este y a ratos racheaba, lo cual, según los que entienden de este deporte, podía resultar peligroso. Pablo estaba solo con su cometa, la fuerza del viento rondaría los 28 o 30 nudos y una racha podía añadir otros 8 o 10 nudos más. Sobre esa hora, debía encontrarse ya próximo a salir del agua, cuando de improviso debió cogerle una racha de viento que lo arrastró hasta las rocas, en la zona conocida como el Papelillo, donde se juntan los surfistas de toda especie y condición por las excepcionales condiciones que brinda para la práctica de esta modalidad de surf.

«Pablo -tal y como narra su mejor amigo en la isla, José María Rodríguez- era un surfista experimentado. Su afición por el mar allá en su tierra natal, en Santander, le llevó a empezar a practicar surf desde que tenía seis años, así que era un gran conocedor del medio en el que se movía. Llevaba varios años practicando kite y se había aficionado tanto, que prácticamente solo vivía para su trabajo como arquitecto, y para disfrutar de su gran pasión».

Esa tarde, ambos él y josé María, habían quedado para navegar, pero Pablo durmió allí en su furgoneta y por eso se adelantó, explica José María. «Había salido ya del agua y estaba en tierra cuando una mala racha de viento le arrastró y se lo llevó», explica su amigo. Los sanitarios que llegaron al lugar poco pudieron hacer por salvarle la vida.

Vídeo.
En Famara preparando la cometa.
En Famara preparando la cometa. josé maría rodríguez

Recuerda José María que él llegó algo más tarde. Acababa de aparcar el coche y decidió no salir a navegar. Era tarde y el viento soplaba muy fuerte para el tamaño de la cometa que traía, explica. «A penas me dio tiempo a bajar del coche y vi una ambulancia en la zona. Miré hacia la marea y no vi entre las olas la cometa de mi amigo, y eso me extrañó. Pregunté entonces si el chico accidentado tenía melena rubia y describí a los sanitarios los rasgos distintivos de mi amigo, y enseguida supe que era él«.

Vídeo.

José María Rodríguez, de 30 años y natural de la isla, conoció a Pablo, al poco de llegar a Lanzarote. Cómo no podía ser de otra forma, se conocieron en Famara, a través de una amiga común. Pablo era arquitecto, tenía 32 años, venía de Palma de Mallorca, y trabajaba en Playa Blanca en el diseño de un hotel en esta misma localidad. «Amaba el surf desde muy pequeño, pero sobre todo, era un auténtico enamorado del mar», relata José María.

Vivía por y para el mar

«Su pasión por este deporte y ahora en especial por el kitesurf, le había cautivado por completo, hasta el punto de solo pensar en salir a navegar», nos cuenta. «Él solo pensaba en la mar, solo miraba al mar. Deseaba que llegara el fin de semana para irse corriendo a Famara. Era una persona muy responsable, cumplía con su trabajo y estaba muy contento con el proyecto del hotel, pero en cuanto acababa el trabajo, salía disparado para irse a coger olas», explica José María.

«Se había comprado una furgoneta que poco a poco había ido acondicionando y en los últimos meses había terminado de adaptar, con la idea de irse el viernes a la playa y despertarse allí, junto al mar, sin tener que coger el coche. Vivía por y para el mar, era feliz mirándolo, se pasaba el tiempo observando las olas, que eran su auténtica pasión -explica José María-. Estaba muy ilusionado con su vida».

Durán mostrando su sonrisa.
Durán mostrando su sonrisa.

Ambos en poco tiempo conectaron y trabaron una profunda amistad, el mundo del kitesurf los unió para siempre. Pablo aún no llevaba mucho tiempo en la isla, no conocía a mucha gente, estaba soltero, y enseguida él y José María, se hicieron inseparables. José María, con más experiencia en el mundo del kite, le enseñaba, le daba consejos y siempre estaban juntos. «No cambiábamos las discotecas, ni los bares por la playa, siempre poniendo por delante la opción de salir a navegar..., era su auténtica pasión. Por eso, a pesar del dolor que se siente cuando se pierde a un amigo, al menos a uno le queda el consuelo de saber que se ha ido haciendo lo que más amaba...quizás esta sea una forma de aceptar lo irreparable», explica.

El mundo del kite surf llora la pérdida

Su muerte, de inmediato supuso un auténtico mazazo para los aficionados al surf en general. En pocas horas las redes se llenaron de mensajes de dolor y condolencia.

La familia del Pablo se desplazó a la isla nada más conocer la triste noticia y llevarse el cuerpo de Pablo a su tierra natal, donde ya descansa. El pasado jueves, se celebró en Playa Blanca una misa en su nombre y más de un centenar de surfistas de la isla encargaron una hermosa corona de flores para Pablo.

Las muestras de condolencias han llegado desde varios lugares de Europa, entre otros desde Irlanda, donde uno de los grandes campeones de este deporte transmitió de forma especial sus condolencias.

«Han sido inmumerables las muestras de apoyo a la familia de Pablo de mucha gente de la isla y también de fuera, la verdad que ha sido una desgracia. Pablo era un tipo noble, muy simpático, con una sonrisa única, en su cara solo se veía bondad y estaba siempre dispuesto a ayudar a todos en lo que podía».

Medios en la zona para salvar vidas

Ahora, con esta nueva desgracia -en esta parte de la caleta de Famara, tan visitada por los surfistas de toda índole y condición- han ocurrido ya varios accidentes. El acceso es complicado, al tratarse de un camino de tierra, que dificulta mucho el acceso de las ambulancias y los medios de rescate.

«En el caso de Pablo -explica José María- no creo que la tardanza de la ambulancia en llegar haya supuesto gran cosa para poder salvar su vida. A pesar de que en algunos medios se han hecho eco de esta circunstancia, sin embargo, la muerte de Pablo ha vuelto a abrir la espita del debate en torno a la necesidad de arreglar este camino, y también de dotar a esta zona de una ambulancia, ya que la que actualmente opera está en Teguise y el tiempo que tarda en llegar, la mayoría de las veces resulta decisivo para poder salvar vidas«.

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