Teror y Las Palmas de Gran Canaria crecieron juntas y de la mano en los 'aromas del Pino', en ese sentimiento mariano que hoy resume bien el hashtag '#sentirelpino', y así deberán permanecer siempre
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Llegan los días de El Pino, de «#sentirelpino», y todas las miradas se ponen en Teror, en los caminos que conducen a la Villa Mariana por antonomasia, a ese corazón palpitante de la Gran Canaria ante el que Pablo Artiles, en su obra 'Estampas de los Pueblos de Gran Canaria' (1937), se preguntaba «¿Qué pueblo de Gran Canaria puede pedir para sí, con más títulos que Teror, el de ser depositario genuino de la verdadera tradición canaria?», y relacionaba más que sobrados méritos y circunstancias de todo tipo, pero, añadía, «todo esto se lo debe a la Virgen del Pino».
Sin embargo, si Teror nació con y para El Pino, no por ello se puede olvidar que Las Palmas de Gran Canaria estuvo en los orígenes, difusión y arraigo de esta devoción, de la que brotó una identidad, un sentimiento, unas tradiciones y unas costumbres que hoy marcan a la isla en su conjunto. Teror aparece y crece con una devoción; Las Palmas de Gran Canaria crece con la mirada puesta en una Virgen bajo cuya protección quiere estar, y se pone constantemente siglo tras siglo. Es la capital insular escenario de todo aquello, o mucho de ello, que requiere la presencia de la Patrona insular, y las bajadas se suceden entre aquel inolvidable domingo 18 de marzo de 1607 y la del año 1815, manifestación multitudinaria y señera de una devoción que luego se repetirá entre 1936 y 2014, aunque ahora ya con naturaleza diferente y motivos diversos, pero siempre en tal forma y manera, que hace pensar que muchos de los acontecimientos más multitudinarios y memorables entorno a la Virgen del Pino han tenido lugar en la capital grancanaria. Es lo que lleva a señalar al investigador Sebastián Jiménez Sánchez, en su obra 'Sucinta historia de la devoción del pueblo canario a Nuestra Señora del Pino, Patrona de Gran Canaria' (1955), cómo «La mucha devoción del pueblo canario a Nuestra Señora del Pino ha hecho que éste, en distintos momentos de aflicción por sequía, plaga, hambre, guerra o pestilencia la haya no sólo invocado y puesto en rogativa, sino que en vistoso cortejo procesional de penitencia la haya trasladado a Las Palmas de Gran Canaria».
Si Teror nació con y para El Pino, no por ello se puede olvidar que Las Palmas de Gran Canaria estuvo en los orígenes, difusión y arraigo de esta devoción
No hay rivalidad alguna, ni diferencia de pareceres, pese a devociones y afectos tan hondos y enormes que hicieron que, en determinados momentos, se aspirara a que la Virgen se quedara en la capital, cuando en realidad fue siempre esa capital la que quiso y favoreció que la Virgen permaneciera y creciera en devociones y amores en el mismo lugar donde había aparecido. Teror y Las Palmas de Gran Canaria crecieron juntas y de la mano en los 'aromas del Pino', en ese sentimiento mariano que hoy resume bien el hashtag '#sentirelpino', y así deberán permanecer siempre, con toda la isla junto a ellas en estos días del Pino, en los que Teror se instituye no sólo en centro ineludible de un fervor mariano, en eje de tradiciones e identidades, sino en verdadera capital palpitante de la Gran Canaria. Y eso se muestra en el propio urbanismo del centro histórico de la Villa Mariana, que se puede percibir como verdadera réplica del de Vegueta, donde si todo creció entorno a la Catedral (plaza mayor, Casas Consistoriales, Palacio Episcopal, instituciones diversas, casas solariegas principales), en Teror ocurre lo mismo, como en las costumbres que por estos días septembrinos llevaban a que Obispo, Cabildo Catedral, autoridades, personas principales, se trasladaban y se establecían en la que era verdadero núcleo capitalino.
Pero también en ahora, en estos días del Pino, Las Palmas de Gran Canaria, teniendo como hito urbano de todo ello a la Parroquia de Ntra. Sra. del Pino, que surgió en aquellos arenales desiertos donde, muy cerca, estuvo durante siglos el primer templo de esta ciudad, que incluso se adelantó a su fundación en 1478, la pequeña ermita de Santa Catalina, fundada por navegantes y frailes mallorquines, debe recuperar la mirada a un patrimonio material e inmaterial, que habla y señala la enorme incidencia y la importante presencia que El Pino tuvo aquí a través de los siglos.
Tras la aparición de la Virgen, que en el clásico relato de Fernando Hernández de Zumbado, de 1782, se relata cómo «Nuestros padres nos han dicho que dirigidos por un resplandor maravilloso, la encontraron en la eminencia de un pino, rodeada de tres hermosos dragos, de cuyas ramas se formaba una especie de nicho; que una lápida muy tersa le servía de peana y que del tronco de aquel árbol nacía una fuente de árboles medicinales», Las Palmas de Gran Canaria, una población aún incipiente aquel 1483, donde todo estaba por hacerse, pero para la que ya al año siguiente los Reyes Católicos piden en Roma permiso para que se construya aquí una gran catedral, estará muy cerca de todos los acontecimientos que rodean el devenir de la devoción del Pino en aquel hermosísimo bosque de 'Aterura' y en el pueblo que, a raíz de todo ello, surge y crece. Ese 'Terori' que las Sinodales del Obispo Cámara y Murga, 1629, describen como «…lugar fresco, tendrá cien parroquianos, con linda iglesia, por la singular devoción de Nuestra Señora del Pino, a donde acude mucha gente devota…».
Se habla de las bajadas que ha habido entre 1607 y 2014, pero para bajar a Las Palmas de Gran Canaria la actual imagen, obra, según el Dr. Hernández Díaz, del imaginero sevillano Jorge Fernández Alemán (uno de los autores del maravilloso retablo del alta mayor de la Catedral de Sevilla) y realizada a finales del siglo XVI, tuvo que subir a Teror una primera vez, tras llegar a la isla. Según cuenta la crónica de Tomás Arias Marín de Cubas, en su 'Historia de las siete islas de Canaria' (1687), la imagen de Virgen de El Pino de Teror, «…la que hoy tiene la iglesia es hechura muy hermosa, y de perfecta obra de escultura, que cien años poco más después de la conquista, con otras imágenes se hicieron traer…», junto con otras imágenes, como una Santa Ana para la Catedral, y «…que encajonadas desembarcaron en las Isletas de Canaria…». De allí atravesaría los arenales, pasando cerca del lugar que hoy ocupa la «Iglesia del Pino», de donde estuvieron en 1599 las milicias de Teror del capitán Arencibia, blandiendo el estandarte de la Virgen del Pino, en la defensa de la isla ante el desembarco de la ingente armada de Van der Does, y donde en los años treinta del siglo XX se construyó el muelle y explanada de Ntra. Sra. del Pino, para dirigirse a la ciudad, posiblemente a la Catedral, y desde allí, por el camino de 'mar a cumbre' que luego transitó tantas veces, encaminarse a su morada terorense.Las Palmas de Gran Canaria con su barrio de San Nicolás (o de San Lázaro), la Plaza de Ntra. Sra. del Pino al pie del Castillo de Mata (rotulada con este nombre desde el 25 de octubre de 1936), con magníficos cuadros de la Virgen del Pino, como el que se encuentra en Catedral de Canarias, obra del pintor tinerfeño José Rodríguez de la Oliva, o el de autor anónimo, del siglo XVII, de la trianera parroquia de San Francisco, la cerámica colocada en 2013 en un monumento en el Parque Juan Pablo II, o esa Clínica del Pino, cuyo bautizo con ese nombre parece invocar el auxilio que siglo tras siglo prestaba la Patrona a sus devotos grancanarios, lo mismo que acontece con la Residencia de Ancianos Ntra. Sra. del Pino en Tafira Baja, con un halo de historia, acontecimientos y eventos multitudinarios, de leyendas urbanas y personales, con el rastro de su devoción por todos los rincones públicos y privados, como el Colegio de Abogados, que en artículo 1º de la Real Cédula de su creación en 1766 ya establece que «…la cordial devoción de María santísima Nuestra Señora con el Título del Pino, a quién elegimos por Patrona y Abogada…», es también parte de estos días grandes de la Gran Canaria, que tienen su centro vital en Teror el 7 y 8 de septiembre. Pero Las Palmas de Gran Canaria seguirá vibrante ante su recuerdo y su presencia, ante estampas como la de una solemne y, al tiempo, popular procesión nocturna por la calle mayor de Triana, escoltada por catorce policías locales con uniforme de gran gala, y rodeada por una ingente multitud de vecinos que saben que aquí también tiene casa y santuario.
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