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Dos pescadores aficionados que navegaban con kayaks por aguas de Castillo del Romeral localizaron la semana pasada a una tortuga enredada en lo que a primera vista les pareció una red. Le quitaron los hilos que empezaban a estrangular sus aletas y la liberaron y no fue hasta llegar a tierra cuando comprobaron que el artilugio en el que se había enredado era un globo sonda de los que utiliza la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) para sus predicciones.
No es la primera tortuga que aparece en aguas canarias aprisionada por los hilos de estos artefactos científicos. Al menos otros dos ejemplares han sido rescatados en el litoral de Tenerife y trasladados al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de La Laguna. En los tres casos el final ha sido feliz y el animal ha sobrevivido pero no parece aventurado creer que otras tortugas no habrán corrido la misma suerte.
Alejandro Suárez, presidente del Colegio Oficial de Veterinarios de Las Palmas, vincula estos hechos con una confusión. Las tortugas creen que se trata de medusas, que forman parte de su alimentación, y al intentar comerse los hilos de los globos sonda acaban enredadas en sus elementos.
Que artilugios «fundamentales para hacer las predicciones meteorológicas en Canarias interfieran en la naturaleza es una contradicción», reconoce Emilio Cuevas, director de la estación de la Aemet en Izaña. Por eso han solicitado a la Organización Meteorológica Mundial y al principal fabricante de globos sonda que sustituyan los hilos de látex de los globos sonda por otros de material biodegradable, pero, de momento, los que se siguen lanzando desde Tenerife y otros muchos lugares del planeta continúan siendo de látex.
«Sabemos que están trabajando en ello», pero todavía seguimos utilizando los mismos, admite Cuevas sobre los globos sonda que se lanzan a la atmósfera por la Aemet. Son 15 a la semana en total: dos al día (a las 10.00 y 22.00 horas) para predicciones meteorológicas que salen desde una estación automática localizada en Güímar y uno a la semana para mediciones de la capa de ozono que parten del Jardín Botánico de Puerto de La Cruz. Los primeros son de 500 gramos y los segundos pesan dos kilos.
El globo sonda, cargado de helio, se eleva a una altura de 30 a 32 kilómetros midiendo distintos elementos de la atmósfera que sirven de base para las predicciones. Al llegar a su meta estallan y empujados por los vientos caen, casi siempre en el mar, sin ser recogidos en ningún caso. «Es inviable recuperarlos. Se necesitaría una geolocalización muy precisa y un barco dedicado en exclusiva a este trabajo», explica Cuevas.
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