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Tiene calles a su nombre en varios municipios de las islas, sus restos ocupan un lugar destacado en un llamativo sepulcro en la Catedral de Canarias y, en Telde, el Cabildo le dedicó una casa-museo desde 1954, pero para muchos Fernando León y Castillo, abogado y varias veces ministro en distintos gobiernos de finales del siglo XIX, sigue siendo un gran desconocido. Desde la entidad que custodia y difunde su legado se han propuesto contribuir al estudio de su trayectoria mediante un ciclo de charlas, 'Diálogos leoninos', que en su última sesión incidió en uno de los destinos profesionales a los que más tiempo dedicó de su vida, el de embajador de España en Francia. El escritor y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Jonathan Allen, invitó a los asistentes a conocer el París que conoció este insigne teldense, que en cuatro periodos distintos, entre los siglos XIX y XX, fue el hombre de España en la capital gala justo en su tránsito a la modernidad, en plena Belle Époque.
En su conferencia 'El París de León y Castillo', Allen, graduado en Filología Francesa e Hispánica en Cambridge y director, además, de 'Diálogos leoninos', contó cómo este insigne teldense fue testigo directo, en la que entonces era la capital del mundo occidental, de la aparición de la electricidad, la revolución de los medios de transporte de masas, la construcción de grandes edificios, hoy emblemáticos, y la celebración de exposiciones universales, como la de 1900. También conoció de primera mano la transformación urbana que impulsó en París el Barón Haussmann y que la dotó de sus característicos bulevares a ambas orillas del río Sena.
Además de enumerar, de forma somera, los éxitos diplomáticos de su trabajo en París, entre los que Allen recordó la negociación de la paz tras el cataclismo de 1898 y los tratados que establecieron la agenda colonial de España en África a partir de 1900, este profesor de la ULPGC relató cómo la ciudad de las luces volvió a acercar a dos amigos de la infancia. León y Castillo se reencontró en París con Benito Pérez Galdós. Entre otras cosas, su amigo Fernando fue clave para que el autor de los Episodios Nacionales se pudiera entrevistar con la reina Isabel II, exiliada de España. De aquellas conversaciones salió buena parte de la materia prima con la que escribió 'La de los tristes destinos', obra que forma parte de la colección de novelas con la que glosó la historia de España en el siglo XIX.
Por su cargo fue llamado varias veces al Palacio del Eliseo y frecuentó la intensa vida de aquel París en plena efervescencia cultural. Allí se sacó también el permiso de conducción y le permitió participar de una revolución, la del automóvil, que en aquellos años estaba en pañales en España. León y Castillo reforzó también la presencia de su país en París con la compra de varios edificios, como el de la propia Embajada, el antiguo Hôtel Lambert de Sainte-Croix, y el Palacio de Castilla, que había sido la residencia en el exilio de Isabel II. Ninguno pertenece ya al Estado español. Del segundo edificio se conserva en la casa-museo, apuntó Allen, un reloj de pared largo con segundero, de maquinaria austriaca.
Allen terminó su conferencia hablando de Biarritz y del pueblo de Anglet, a los que León y Castillo acudía a descansar junto a su esposa María de las Mercedes de Retortillo y Díez. Fue en el Gran Hotel de Biarritz donde falleció en 1918 y donde, sugiere Jonathan Allen, se podría colocar una placa en su recuerdo.
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