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Las casas de San Cristóbal salpicadas por el mar. Juan Carlos Alonso

Una vuelta a la redonda

San Cristóbal: el barrio que late al ritmo del mar

El reducto marinero de la capital enfrenta hoy las embestidas de la marea y la falta de gente joven

Helena Victoria Falcón Santana

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 26 de agosto 2025, 23:03

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San Cristóbal se asoma al Atlántico como un balcón teñido de salitre. Sus casas coloridas, castigadas por el oleaje, son testigos de siglos de historia marinera: de los trasmallos y cañas de los pescadores, del paso de corsarios en el siglo XVI y hasta de la visita inesperada de un cachalote de 25 toneladas que quedó varado en 1965 y dio origen al sobrenombre popular de sus habitantes: los chacalotes, así, con las sílabas cambiadas.

  • 'Chacalote', un gentilicio popular Los vecinos de San Cristóbal son conocidos como 'chacalotes' por un cachalote que varó en la costa en 1965, un suceso que marcó la memoria reciente del lugar y terminó por convertirse en apodo colectivo. De forma natural decían 'chacalote', y así se quedó el 'gentilicio' de los vecinos del barrio.

Este barrio capitalino hunde sus raíces en el siglo XVI, cuando los corsarios ingleses y franceses acechaban las costas canarias. Aún se mantiene en pie la torre de San Pedro Mártir, más conocida como castillo de San Cristóbal, construida en 1577 para repeler ataques piratas como los de Francis Drake.

Un barrio pesquero

«La vida de los pescadores ha cambiado en algunos aspectos, pero lo esencial sigue igual», cuenta Loli Guedes, jefa de administración de Pescatobal, la cooperativa de pescadores de San Cristóbal, fundada por uno de los vecinos ilustres del barrio, Francisco Saavedra Socorro, conocido como 'Paquito el Cabildo',

«Ya no vendemos el pescado directamente como antes, ahora es la cooperativa la que organiza todo. Pero seguimos dependiendo del mar y respetando sus tiempos, como nos enseñaron nuestros padres», dice Guedes.

La cooperativa Pescatobal centraliza hoy la comercialización y desarrolla proyectos como 'Rumbo en Azul', que acerca la cultura marinera a colegios, asociaciones y visitantes. «Queremos que los jóvenes sepan qué significa vivir de cara al mar: esfuerzo, respeto, sostenibilidad y comunidad. Si no logramos transmitirlo, esta cultura corre el riesgo de desaparecer», subraya Loli.

Los vecinos que llevan viviendo toda la vida en el barrio lamentan la bajada de la actividad pesquera: «Llevo toda la vida en el barrio y no es ni la sombra de lo que era. Puedo decir sin dudas que hemos perdido el 90% de la actividad. Antes veías el barrio lleno de embarcaciones de todo tipo, ahora entre las dificultades burocráticas y la falta de gente joven el barrio ha perdido la vida que siempre ha tenido», cuenta José Jiménez Saavedra, que echa la mañana en el muelle. A su lado, un pescador prepara artesanalmente unas redes.

San Cristóbal es un barrio que para sus vecinos ha dejado de ser lo que en su día era un enclave estratégico para la isla: «El barrio de antes ha desaparecido, no hay casi actividad pesquera, en todo el barrio no hay más de diez niños. Se ha convertido en un lugar de personas mayores que no pueden continuar con las tradiciones y dándole vida al barrio. A veces existe ese temor a desaparecer no por el mar sino por la falta de gente que hay», explica por teléfono 'Paquito el Cabildo', que a sus de 87 es memoria viva de San Cristóbal.

Pese a ese declive, la comunidad mantiene viva una de sus celebraciones más emblemáticas: la misa en honor a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, que cada verano se celebra en la propia dársena. «Es un momento muy especial para todos. La Virgen del Carmen es parte de nuestra identidad», señala José Jiménez.

El peligro del cambio climático

El futuro de San Cristóbal no solo depende del relevo generacional. Su ubicación, pegada al mar, lo convierte en uno de los barrios más vulnerables al cambio climático y al aumento del nivel del océano. Las fachadas de primera línea ya soportan los embates de las olas durante los temporales, un escenario que podría agravarse en las próximas décadas.

Este enclave costero vive con esa dualidad: el mar es su identidad y origen, pero también su amenaza, con numerosos rebosos a lo largo de su historia. Una situación que se agrava con el cambio climático y la subida del nivel del mar.

Sin embargo, para 'Paquito el Cabildo', el verdadero peligro no está en las mareas: «No creo que el mar haga desaparecer el barrio. Llevo toda la vida aquí y esas mareas son parte de nuestra identidad. Me preocupa más la falta de gente joven; eso puede acabar con San Cristóbal antes que el cambio climático». O las dos cosas.

A pesar de los temporales, de la falta de relevo generacional, San Cristóbal sigue latiendo como un refugio marinero en plena capital. Con sus casas de colores y su castillo vigilante, es más que su historia pesquera: es memoria viva de una ciudad que nació mirando al Atlántico. Sus vecinos, los chacalotes, saben que el futuro es incierto, pero también que cada golpe de mar y cada red lanzada son parte de una herencia que no se rinde. Mientras quede alguien dispuesto a contar –y vivir– sus historias, San Cristóbal seguirá siendo un lugar donde el mar escribe la vida a diario.

«El barrio resiste, como siempre lo ha hecho, confiando en que las próximas generaciones encuentren un futuro aquí y deciden quedarse», resume José Jiménez.

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