El Roque: un laberinto marinero repleto de historias
Este pequeño barrio ubicado en la costa de Moya reposa sobre un gran dique natural donde continuamente rompen las olas. Sus estrechas callejuelas, por las que no resulta difícil perderse, o la tranquilidad que brinda vivir cerca del mar hacen que los residentes sientan un profundo apego por su lugar
Mientras se camina por las estrechas callejuelas de este maravilloso lugar se puede escuchar el constante sonido de las olas del mar estallando contra el dique sobre el que se encuentra construido el barrio de El Roque, ubicado en el municipio norteño de Moya. Un enjambre de casas agrupadas que se encuentran separadas por diminutos callejones por los que resulta sorprendentemente fácil perderse, formando un laberinto lleno de salitre y tranquilidad donde se guardan los secretos de vecinos que se han criado y permanecen a día de hoy en su lugar en el mundo.
Desde la costa de San Felipe se puede apreciar claramente la similitud que tiene El Roque con un buque gigante, que comienza desde tierra firme y desemboca en el mar tras 320 metros de longitud en el mar. El complejo de casas, pintadas todas de blanco con un toque gris en las partes bajas, forma una imagen simétrica que inspira una belleza inigualable, llegando a tener la impresión que «estamos en Grecia en vez de Canarias», comentan algunos vecinos.
Susana Ripper lleva desde el año 2014 trabajando en el restaurante Locanda El Roque. A día de hoy, aún llora la pérdida de Atilio, dueño del local de restauración, que falleció hace varias semanas. Atilio era un prodigio de la cocina que deleitaba a sus comensales en el único restaurante que se encuentra en el barrio, ubicado en el confín del paseo, contando con unas vistas envidiables al horizonte. Tal era su talento que llamó la atención del cocinero internacional, Ferrá Adriá, quien se quedó impregnado con él y con la ubicación del local. «Ahora no sabemos qué va a pasar con el restaurante, puesto que Atilio era el alma del mismo. Seguro que nos estará mirando desde su velero», señala Susana.
«Pese a que todo esté más arreglado que antes, todavía se pueden esforzar un poco más por parte de las instituciones en mantener toda la costa en óptimas condiciones», critica Susana, ya que este barrio supone uno de los principales atractivos del municipio de Moya y «en cualquier otra parte del mundo no tendrían todo esto tan abandonado», denuncia. Pese a ello, se encuentra totalmente enamorada de El Roque, señalando que «no hay palabras para describir este lugar. Por muchos años que lleve aquí no me canso de escuchar el mar y respirar este aire».
Desde pequeño en El Roque
Igual de enamorados del lugar se encuentran Mari Luz Suárez y Manuel Benítez, un matrimonio que se vino a vivir a El Roque en 1985, en parte porque Manuel nació y se crió en el barrio. «Compramos la casa que era antigua y poco a poco fuimos reformándola. Yo nací unos metros más abajo, por donde se encuentra la plaza pequeña, por lo que tengo ese sentimiento de pertenencia con el lugar», comenta Manuel, quien vivía en El Roque junto a su madre, Dolores Suárez.
Ya jubilados, Manuel se dedicó toda la vida a trabajar en la construcción, mientras que Mari Luz se ganaba la vida limpiando casas. «Cuando nos vinimos a vivir aquí a mí no me gustaba la zona, no me llamaba la atención, pero ahora no me saca nadie de aquí», indica ilusionada Mari Luz. Como buen vecino de barrio marinero, Manuel lleva desde pequeño pescando, siendo una de las aficiones a la que más tiempo dedica. «De pequeños estábamos siempre cerca del mar, jugando y pasando el rato, aunque me tocó irme a trabajar muy pronto», cuenta Manuel.
Ante la amenaza de ser desalojados de sus casas por encontrarse este barrio muy cerca del mar, el matrimonio no tiene temor alguno. «A mí me sacarán de mi casa con los pies por delante. Supuestamente nuestra casa, al encontrarse en la zona de arriba del barrio, no debería verse afectada porque nos dijeron que, si desalojaban, sería desde la mitad para abajo», señaliza Mari Luz.
Una historia de amor
Tomás Lorenzo, que desde pequeño ha vivido en el barrio de El Roque, se trasladó al continente africano junto a sus hermanos a trabajar como taxista durante más de 15 años, concretamente a El Sáhara. Allí, mientras trabajaba para poder crearse una pequeña fortuna y volver a la isla redonda, conoció a Isabel Olivares. «Mi padre fue a trabajar como maestro de albañilería a El Sáhara y ahí conocí a Tomás», cuenta Isabel
«El Roque es mi vida. Es como si viviese en Las Palmas de Gran Canaria porque estoy a 15 minutos en coche de la ciudad. Estamos cerca de todo, de Arucas, de Gáldar, de Moya...», comenta con cariño Tomás.
Desde su azotea puede contemplar a diario como el cielo se tiñe de naranja, tanto al amanecer como al atardecer, loque considera un tesoro sin igual. «Esto aquí es una maravilla. Tomás se crió y nació en este lugar y cuando nos conocimos en África me trajo a vivir aquí. Yo llegué y no me gustaba el barrio, pero a día de hoy no cambio este lugar por nada del mundo», señala Isabel, mostrando su amor por El Roque.
Además de taxista y fiel admirador de su lugar en el mundo, Tomás también se dedica a hacer maquetas de coches de madera que tiene expuestas en la entrada de su casa. Ante el posible temor de ser desalojados por vivir tan cerca del mar, el matrimonio comparte su opinión con Mari Luz y Manuel. «Nosotros no tenemos miedo de que nos echen de nuestro hogares. Aquí no hay problema, ya que las instituciones como el Cabildo cada cuatro o cinco años nos pintan las casas por el deterioro que sufren por la salitre al estar cerca del mar», afirma Tomás con rotundidad.
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