Lomo Magullo: la memoria del agua de las medianías de Telde
El pueblo lucha por mantener vivas las tradiciones y teme el abandono rural, aunque su cercanía con el casco urbano no le ha hecho perder habitantes. En agosto el barrio se transforma por las fiestas de las Nieves
Lomo Magullo es mucho más que un punto en el mapa de Telde. A tan solo cinco kilómetros del casco urbano, este barrio rural conserva el pulso de una vida que se forjó entre barrancos, trabajo agrícola y una fuerte identidad comunitaria. Aquí, cada calle empinada y cada piedra tiene una historia que contar, aunque muchas de esas historias corren el riesgo de desaparecer. Durante buena parte del año, la tranquilidad domina. Pero cuando llega agosto, algo cambia. El pueblo despierta con fuerza para celebrar sus fiestas patronales en honor a la Virgen de las Nieves, un evento que moviliza no solo a los vecinos actuales, sino también a quienes emigraron pero regresan, aunque sea por unos días, para reconectar con sus raíces.
Esta localidad nació al calor de la agricultura, en una zona donde la tierra no regalaba nada. Las familias vivían de lo que podían cultivar y del ganado que criaban. El agua, muy valiosa en aquel entonces, marcaba los ritmos de la vida diaria. Juan Martel, concejal del Ayuntamiento de Telde y del Distrito Cumbre al que pertenece el pueblo, lo recuerda bien: «Lomo Magullo era la despensa de media Gran Canaria. Toda la población del barrio vivía de la agricultura y la ganadería. Pero lo más importante era el agua. Por el pueblo pasaban y pasan las acequias, que regaban todo lo que pasaba por delante».
Sin embargo, esto en la actualidad ha cambiado y solo unos pocos afortunados pueden vivir de lo que produce la tierra y los animales en este enclave. «Ahora, prácticamente el total de la población de Lomo Magullo vive del sector servicios y lo hace fuera del barrio. Al estar pegados a Telde, hace que el trabajo sea mucho más comodo y eficiente hacerlo fuera de aquí».
La Virgen de las Nieves está declarada desde 1977 como Alcaldesa Mayor de la ciudad de Telde, algo que trasciende lo religioso
En un rincón del pueblo, junto a la plaza, se encuentra el único bar que sigue en pie. Lo regenta Carlos Martín, un hombre con una sonrisa de oreja a oreja, que sirve cafés, cervezas y bocadillos a vecinos y visitantes. «El bar es una tradición familiar que llevamos desde hace muchos años atrás. Primero fue mi abuelo, luego mi padre y ahora yo. El pueblo para mí es mi vida, y el bar mucho más, pero poco a poco esto acabará por desaparecer».
Antiguamente, Lomo Magullo contaba con más de cinco bares abiertos y más de una decena de tiendas de alimentación abiertas. En la época donde todos los habitantes vivían de la agricultura y la ganadería, el pueblo era una zona muy concurrida donde el comercio y el ocio eran otra gran fuente de ingresos para la localidad. Carlos conoce a todo el mundo, y su bar es algo más que un negocio: es un punto de encuentro, un espacio donde se cruzan historias, recuerdos y proyectos que, muchas veces, se quedan en nada por falta de apoyo o de juventud. «No quiero cerrar», admite, «pero tampoco quiero vivir solo de la nostalgia. Necesitamos vida en el pueblo. Gente joven, trabajo, oportunidades. Si no, todo esto se va quedando atrás. Con mucha lástima, creo que cuando yo ya no pueda mantener el bar Martín, acabará cerrando. El vacío generacional que hay por detrás va a ser la razón del cierre».
La situación de Lomo Magullo no es única en Canarias. Muchos barrios rurales enfrentan problemas similares: envejecimiento, falta de servicios básicos y pérdida de tradiciones. Pero hay algo en este pueblo que resiste con más fuerza: su memoria colectiva. Juan Martel lo dice con claridad: «Mientras vivamos en el pueblo, aquí seguiremos. Porque esta es la esencia, que todos y cada uno de los que vivimos aquí, tengamos un arraigo tan fuerte que nunca nos queremos ir». Y quizás esa sea la clave. Porque en Lomo Magullo, el pasado no es un ancla, sino una raíz. Una raíz que sus vecinos se niegan a arrancar.
Esteban Suárez, el único ganadero y agricultor que todavía vive del campo en el pueblo, lo explica con sencillez: «Yo soy del campo, de siempre. Mis padres en parte ya se dedicaban a esto, y antes que ellos, mis abuelos también. Aquí había muchas fincas, mucho ganado. Hoy quedo yo solo, pero mientras pueda, seguiré», cuenta con una mezcla de orgullo y resignación. Sin embargo, como ocurre con estas profesiones tan poco valoradas, «los jóvenes no quieren esto. Lo entiendo. Son muchas horas, poco dinero, y ningún descanso».
Esteban habla mientras corretea a su lado Pablo, su hijo, uno de los pocos niños y niñas que crecen en el barrio teldense. Son el futuro de Lomo Magullo.
La estrella es la Traída
Cada año, en agosto, el barrio se viste de gala. La plaza se convierte en centro neurálgico y se programan misas, procesiones, actuaciones, actividades para los niños y, por supuesto, verbenas populares. La imagen de la Virgen de las Nieves preside todos los actos. La devoción sigue muy viva, incluso entre los más jóvenes. Para muchos, estas fiestas no son solo celebración, sino también una forma de mantener el vínculo con el barrio y con sus raíces familiares.
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Aumento de los habitantes durante las fiestas Durante las tres semanas que disfruta Lomo Magullo de sus fiestas en honor a Nuestra Señora de las Nieves, en agosto, la localidad teldense aumenta sus habitantes de manera exponencial. Durante el año 1.500 personas viven aproximadamente en el pueblo, pero pueden llegar hasta las 3.000 cuando celebran sus fiestas, en la que la Traída del Agua es la estrella
Pero si hay un evento que resume el alma de Lomo Magullo, es la Traída del Agua, una tradición que ha evolucionado desde sus orígenes simbólicos hasta convertirse en uno de los momentos más esperados del verano en Gran Canaria. 56 años que lleva celebrándose, donde miles de personas, muchas ataviadas con trajes típicos, recorren las calles del barrio mojándose con baldes, mangueras y garrafas, en una celebración que mezcla humor, historia y emoción.
«Si algún día estas fiestas desapareciesen, el alma del barrio moriría», asegura Martel por el arraigo que tiene la población del barrio. Son días de reencuentro de familias y amigos que Lomo Magullo espera mantener siempre.
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