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El agua corre por el barranco de Guayadeque. Arcadio Suárez
Una vuelta a la redonda

Guayadeque: cuevas, gastronomía y corazón isleño

El barranco del sureste grancanario guarda un secreto bien conocido: una tradición gastronómica que se cuece entre la piedra volcánica y el alma isleña. Dos restaurantes únicos, El Vega y El Centro, abren sus puertas con aroma a cochino negro y queso de la tierra

Jorge Rivero Pablos

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 16 de agosto 2025

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La magnificencia geológica de este barranco genera un ambiente único e impactante. Las laderas interminables a ambos lados de la carretera provocan un vértigo casi existencial. A esa grandeza que impresiona se une la sensación de pequeñez ante un paisaje que lleva siglos siendo testigo ancestral de la vida. Guayadeque no es un lugar más de Gran Canaria, es uno de los lugares que mejor conserva la huella de los antiguos canarios.

Este barranco -con unos 15 kilómetros de longitud, un desnivel de casi 1.000 metros y 725 hectáreas protegidas como Monumento Natural y Bien de Interés Cultural- está situado entre Agüimes e Ingenio y es un museo a cielo abierto. Su nombre, Guayadeque, se interpreta como 'lugar donde corre el agua', clave en su época como asentamiento de los primeros habitantes de la isla. Fue uno de los valles más densamente poblados en tiempos aborígenes, y sus cuevas -para vivir, usadas como graneros o como espacios funerarios- siguen ahí, algunas todavía habitadas, otras que nos enseñan el pasado como yacimientos arqueológicos.

Con el tiempo, Guayadeque ha pasado de ser un tesoro natural y arqueológico a convertirse también en un enclave de interés social y gastronómico. En sus curvas escondidas brotan restaurantes excavados en la roca, donde el tiempo parece haberse detenido. Espacios como El Vega o El Centro ofrecen algo más que comida: una experiencia profundamente autóctona.

Airam Vega, propietario de El Vega Arcadio Suárez

Aquí, la desconexión es tanto literal como simbólica. «No hay ni internet ni cobertura y la gente se queda como desconectada de la sociedad... pero nosotros, entre bromas, decimos: 'venimos a comer, a pasar un rato, a desconectar del mundo'», cuenta Airam Vega, propietario del restaurante El Vega. En Guayadeque, entre platos tradicionales y muros de piedra, el tiempo se sienta a la mesa y se permite descansar por rato.

Aquí, la historia parece quedarse entre los aromas de la cocina tradicional y el eco de las cuevas. En el restaurante El Centro, Juan Miguel, uno de sus trabajadores, lo resume con una sonrisa: «El trato con los clientes es más canario, más familiar. Como si te estuviera sirviendo tu abuelo». Porque más allá de los platos, lo que se sirve en Guayadeque es cercanía, historia y ese calor humano que ya no se encuentra en cualquier parte.

Juan Miguel Taboada, responsable de El Centro. Arcadio Suárez

La vida en el barranco se siente impregnada de nostalgia, un sentimiento que acompaña a sus restaurantes más emblemáticos. Antes de ser puntos gastronómicos, El Centro y El Vega fueron simples cuevas ganaderas, refugios humildes donde el ganado descansaba junto a sus dueños. «Era una cueva donde mi abuelo descansaba con sus animales. Cuando se quedó vacía, mis padres decidieron montar un pequeño bar en 1981», rememora Airam Vega. Así, aquel espacio se transformó no solo físicamente, sino también en su esencia: de un refugio rural a un lugar cálido y familiar que sigue siendo un pilar identitario para la comunidad.

La propuesta gastronómica que comparten ambos restaurantes parte de una misma idea: preservar las raíces culinarias de las islas y mostrar a quienes los visitan la riqueza de sus ingredientes y platos tradicionales. A pesar de la llegada constante -y cada vez más numerosa- de turistas extranjeros, la carta no se toca. «Sin perder la esencia», aclara Juan Miguel, responsable de El Centro. «No la cambiamos porque al turista le gusten otras cosas. El que viene, viene a probar lo que hay», añade.

En El Vega, el plato estrella es el cochino negro a la sal, preparado en uno de los secretos mejor guardados de Airam, su horno. En El Centro, el queso frito es otro plato que marca la diferencia. «Mil sitios lo tienen, sí, pero el de aquí es único. Lo preparan solo para nosotros», dice Juan Miguel.

Imagen principal - Guayadeque: cuevas, gastronomía y corazón isleño
Imagen secundaria 1 - Guayadeque: cuevas, gastronomía y corazón isleño
Imagen secundaria 2 - Guayadeque: cuevas, gastronomía y corazón isleño

En Guayadeque, la tradición también se hace viral. Parte del impulso que viven hoy estos dos restaurantes se debe al altavoz de las redes sociales. «Nos ha favorecido muchísimo. En redes mostramos quiénes somos de verdad», explica Airam Vega. Y es que entre platos caseros, cuevas centenarias y vistas de vértigo, estos espacios se han convertido en escenario para influencers con millones de seguidores.

El Centro, por ejemplo, se ha convertido en parada obligatoria para perfiles como @Peldanyos (con más de 3,5 millones de seguidores) o @Venturacristian, que recorrió la isla con su característica bandeja y un Clipper de fresa, cerrando su tour en el conocido patio del restaurante. La repercusión ha sido tal que en sus paredes cuelgan fotos de visitantes ilustres: Josep Pedrerol, Fernando Alonso, Quevedo o La Oreja de Van Gogh. Guayadeque no ha cambiado su esencia, pero ha aprendido a hablar el lenguaje del ahora. «Las redes sociales nos pusieron en el mapa», reconoce Juan Miguel.

A pesar de la creciente viralidad y del aumento constante de visitantes, Guayadeque mantiene firme su vocación por la tradición y la sostenibilidad. Es un espacio natural único. El entorno, que acoge más de 68 especies vegetales autóctonas, es un patrimonio que exige cuidado y respeto. «Guayadeque ha cambiado, pero seguimos comprometidos con mantener lo que fue hace 70 años», señala Juan Miguel. «El turismo es necesario», añade. Pero siempre cuidando este barranco único de Gran Canaria.

Guayadeque, un jardín secreto entre rocas

El Barranco de Guayadeque, declarado Monumento Natural, no solo es un tesoro arqueológico y cultural, sino también un santuario botánico. En sus laderas escarpadas y zonas de transición entre matorrales áridos y bosques termófilos, florecen especies únicas que solo existen en Canarias. Entre ellas destacan la tabaiba dulce y el cardón, dos emblemas de la vegetación insular, junto a joyas botánicas como la lajarilla de Gran Canaria y la escobilla de Guayadeque.

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