El Risco de Agaete: mucho más que un lugar de paso
En un enclave de película, el pueblo dentro del Parque Natural de Tamadaba combate la despoblación por la lejanía de las zonas urbanas y solo 60 personas viven de forma permanente. Sus calles empinadas guardan historias muy ligadas al pinar y son el punto de partida hacia el Charco Azul
En el extremo noroeste de Gran Canaria, entre acantilados imponentes y bajo la protección del Parque Natural de Tamadaba, se encuentra el Risco de Agaete, un pequeño núcleo rural que fue durante décadas un ejemplo de vida autosuficiente y comunitaria. Hoy, sin embargo, lucha contra la despoblación y el abandono progresivo, como tantos otros pueblos del interior de Gran Canaria. Para muchos es el lugar de paso para ir hacia La Aldea o el punto de partida para caminar hacia el Charco Azul, un lugar natural que se ha hecho famoso por las redes sociales.
Actualmente, solo unas 60 personas viven de forma permanente en el Risco, aunque el padrón municipal de Agaete refleja qie tiene una población de 150 habitantes. Muchos vecinos trabajan en otras zonas de la isla y solo regresan por la noche. Se ha convertido, en palabras de sus propios residentes, en un «pueblo dormitorio».
Juan Manuel Torres, vecino de toda la vida, recuerda con nostalgia los años en los que el Risco era un núcleo vivo y productivo. «Aquí se vivía de la ganadería, las plantaciones de tomates y plátanos. También se recogía arena de la playa, que se vendía para la construcción, y el aloe vera era un negocio rentable», explica. «Ahora, sin gente, casi no se puede hacer nada».
Uno de los signos más visibles del cambio es la escuela del pueblo, que actualmente solo atiende a siete alumnos de distintas edades. Se trata de una escuela unitaria, propia de las zonas sin escolares suficientes y donde conviven en una misma aula niños y niñas de diferentes niveles. «Antes llegamos a ser 40 niños, hoy en día no llegamos ni a diez. Es una situación muy compleja, ahora la clase está casi vacía», comenta Juan Manuel al lado de la cancha de la escuela.
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Solo siete escolares en el colegio. La escuela unitaria del Risco de Agaete, uno de los pocos servicios públicos que aún resisten en el pueblo, es también uno de los indicadores más elocuentes del cambio demográfico que ha vivido la zona en las últimas décadas. Actualmente, solo siete alumnos de distintas edades asisten a clase en este centro, compartiendo aula y profesora en un modelo que casi ha desaparecido en otras partes del archipiélago.
Milagrosa Martín, presidenta de la asociación de vecinos del Risco, también rememora un pasado más activo y conectado. Sus padres, como tantos otros en el pueblo, subían a las cumbres de Tamadaba en busca de pinocha, madera y otros materiales, que luego intercambiaban en pueblos cercanos por productos básicos como aceite. «La vida era dura, pero había comunidad. Hoy, debido a la despoblación, sigue habiendo unión pero el pueblo está cambiado», lamenta mientras se cobija del calor de final de agosto en un lugar de sombra de la plaza de la Ermita. A pesar de ello, afirma con firmeza: «Este lugar es mi vida, y aunque la lejanía y el paso del tiempo han hecho daño, aquí seguiremos».
Algo de lo que sí vive actualmente el Risco de Agaete es del turismo que frecuenta la zona en determinados meses del año. Es por eso que existen numerosas viviendas vacacionales repartidas por todo el pueblo, que hacen rentable un negocio que le da algo de vida a la zona.
«Vivir en la actualidad en el Risco de Agaete es más complicado que hace unos 50 años», confiesa Juan Manuel Torres
A pesar de ello, la situación de despoblación afecta no solo a las familias residentes, sino también a los pequeños negocios que aún permanecen abiertos. Es el caso del bar de Antonio Perdomo, el único en todo el Risco. Está situado estratégicamente en la vieja carretera que une Agaete con La Aldea, por lo que funciona como punto de paso para viajeros y turistas. «Aquí se para mucha gente de paso, pero pocos se quedan. Antes había más vecinos, más ambiente. Ahora esto se mantiene por la carretera», explica Perdomo. Aún así, esto todos los meses no funciona de la misma manera, debido a que «solo tenemos un gran número de turistas en épocas altas, un total de seis meses, que no da para subsistir todo el año». Y teme perder la clientela cuando se termine la nueva vía y El Risco ya no sea un lugar de paso obligatorio.
Entorno privilegiado
A pesar de su pequeño tamaño y la pérdida de población, el Risco de Agaete conserva un entorno privilegiado. Su ubicación en el Parque Natural de Tamadaba lo convierte en un lugar con un gran potencial paisajístico y ecológico. Sin embargo, los problemas de conectividad, la falta de oportunidades laborales en la zona y el envejecimiento de la población dificultan que nuevas generaciones se establezcan en el lugar. Desde la asociación de vecinos se impulsan actividades comunitarias y se busca mantener el tejido social del pueblo, pero la tarea no es sencilla. «Es muy difícil mantener una comunidad activa con tan poca gente viviendo aquí», señala Milagrosa Martín.
A medida que las calles pendientes van llegando a su fín, uno de los senderos más especiales de la isla se va avistando poco a poco. Es el camino que lleva al Charco Azul, un paraje natural entre riscos que se riega a través de una cascada. «Numerosas personas visitan este lugar a lo largo del año, algo que aumenta el turismo rural y nos beneficia económicamente», reconoce Perdomo.
El caso del Risco no es único, pero sí representativo. En toda Canarias, muchos pueblos rurales enfrentan el mismo problema: el éxodo de los jóvenes, la pérdida de servicios y la falta de iniciativas que impulsen la economía local. Aun así, sus vecinos no se resignan. El pequeño colegio, el bar, la asociación vecinal y las familias aún resisten como pilares que mantienen al Risco en pie. «Mientras haya alguien dispuesto a seguir viviendo aquí, este pueblo no desaparecerá», afirma Juan Manuel.
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