Retrato en sepia del pueblo de Mogán de hace 100 años
Historia ·
Un libro del historiador Jesús E. Rodríguez Calleja parte del padrón municipal de 1924-1925 para hacer un análisis detallado de aquella poblaciónA 30 de enero de 1925, Mogán, entonces con poco más de 100 años de historia propia como municipio independiente, contaba con una población de 1.229 personas. Esta es la foto gruesa, sin analizar, del padrón municipal de aquel año, y es también el punto de partida desde que el historiador Jesús Emiliano Rodríguez Calleja logra rescatar, y retratar, con trazos más finos y precisos, hasta con nombres y apellidos, el recuerdo de aquel pueblo, de la gente de a pie, de los que no figuran en los libros de historia.
Este es el trabajo que recoge la publicación 'Mogán: Memoria viva del pueblo', un libro que la concejalía de Cultura presentará el 21 de abril y que demuestra que no siempre la historia la escriben los vencedores. No al menos cuando se juntan el trabajo concienzudo de un investigador de trayectoria reconocida, como Rodríguez Calleja, la implicación de un empresario interesado por la historia local, Jorge Álvarez, director de la empresa Azatia, concesionaria de la recogida de residuos en Mogán, y la colaboración de los responsables del Archivo Municipal, Francisco Suárez y Agustín Sanabria, y del sacerdote moganero Francisco González.
«Aquí están los abuelos de los moganeros de hoy», apunta Rodríguez Calleja. Todo Mogán se sentirá identificado con un libro en el que se reproduce, extractado y en un anexo de 31 páginas, el padrón de 1924-1925, el más completo hasta aquel momento. Figuran en sencillas tablas las personas, con nombres y apellidos, que vivían en cada casa, su lugar en la familia (padres , hijos...), cuándo y dónde nacieron y a qué se dedicaban. También se distribuyen en función del pago donde residían.
Aunque aquel padrón es el documento de referencia, Rodríguez Calleja también introduce los antecedentes históricos de la población de lo que hoy es Mogán, desde el siglo XIV hasta el periodo durante el que formó parte del municipio de Tejeda (hasta 1814).
Ya metido en el padrón, mandado a hacer en toda España por Primo de Rivera, en plena guerra con Marruecos, para saber a ciencia cierta los números de la población del país, Rodríguez Calleja desgrana los datos de Mogán, desde la distribución por núcleos a al estado civil de sus habitantes, su estructura por sexos y edades, el nivel de escolarización, oficios y profesiones, los nombres y apellidos, la emigración, la natalidad o la mortalidad.
«Aquí están los abuelos de los moganeros de hoy»
Jesús E. Rodríguez calleja
Foto de Rubens Oliva
Fruto de esa investigación desvela que la mayoría vivía en el Valle de Mogán y no en Arguineguín, como hoy; los matrimonios eran entre naturales de Mogán o, si acaso, con vecinos de San Bartolomé y La Aldea; la esperanza de vida era corta (solo el 5,94% superaba los 60 años); la escolarización entre 5 y 14 años solo llegaba al 65,22% (con más niños que niñas); el 75,59% eran analfabetos; jornaleros y labradores (198) superaban a marinos (38) y solo había un abogado, un maestro y un peatón o cartero; ganaban por goleada los José (93) o los Juan (86) y las María (102), Juana (52) o Josefa (34); y la emigración era masculina y a Cuba. Todo este perfil queda reflejado en tablas y gráficas al final del libro.
Y relata también un episodio, poco conocido, en el que Mogán estuvo a punto de desaparecer. Coincidiendo con la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera y la muerte del cacique del pueblo, Marcelino Marrero Quesada, las autoridades de la época detectaron que la gestión del municipio estaba sumida en el caos, cargada de deudas, sin registros de contabilidad ni actas de sesiones de pleno. Ni siquiera se cobraban los tributos.
El delegado gubernativo propuso entonces que el Ayuntamiento fuera disuelto e integrado en el de Tejeda, La Aldea o San Bartolomé, pero las fuerzas vivas de Mogán lo impidieron. Este libro prueba que, visto lo visto, no les ha ido mal.