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No hay carnaval, porque no puede haberlo por la pandemia, pero ¿quién impide recordarlo? El carnaval en Canarias es bastante más que un disfraz, y en Agüimes es, además, un sentimiento, una seña de su identidad. Una conexión así no la corta un virus. El municipio sabe que la covid es cosa seria y que este año tampoco podrá echarse a la calle, pero eso no quita para que sus vecinos aprovechen este kit kat sanitario para echar la vista atrás y sacar pecho de una fiesta que les define y les enseñorea. Con ese espíritu el Ayuntamiento abrió esta semana una exposición sobre la historia de su carnaval, un entrañable paseo popular por la particular e intensa forma que tiene el agüimense de vivir esta fiesta. Estará abierta en la Casa-Museo Orlando Hernández, en el casco, hasta el 26 de febrero (lunes a viernes, de 10.00 a 12.00 y de 17.00 a 19.00).
La entrada es gratuita y el aforo es limitado, pero la iniciativa logra pegarle una quintada a la covid, que, aunque es verdad que ha matado tanto y a tantos, al menos no podrá matar la memoria. Y eso es justo lo que uno percibe nada más cruzar la puerta: aquí está la memoria del carnaval de Agüimes. Sus 23 paneles con 796 fotos, los disfraces de sus 15 murgas actuales y su única comparsa o los trajes de algunas de sus reinas o drags no son más que el señuelo para el recuerdo del a buen seguro emocionante visitante. En apenas dos salas se condensan casi 70 años de historia, la que arrancó aquel lejano y mítico 1952 en que el alcalde, Pedro Melián Rodríguez, le plantó cara con un 'En mi pueblo mando yo' a la circular que le remitió el gobernador civil, Evaristo Martín Freire, recordando que las fiestas estaban prohibidas desde 1937. Se vistió de máscara y ¡que siga el carnaval! Fue el primer #yomemandolapeluca, ahora tan de moda, pero eso sí, sin almohadilla ni twitter. También sin virus, a pecho descubierto y con talega al rostro, la que se usaba como careta cuando Carolan no era ni un cigoto y los únicos chinos que había en la isla, si acaso, había que ir a buscarlos a la zona portuaria.
Aquí, en esta exposición, están José López (Pepito Trina) y Antoñita González, ambos ya fallecidos, Juan Artiles (el Charlot de Agüimes), Cho Manuel Suárez (que encarna a Cantinflas), Rafaelito Bordón y Teresita Ruano o Cesárea Suárez, entre otros muchos. Son los incondicionales de este carnaval. La mirada experta de Alberto Alejandro, comisario de esta muestra y coordinador de Festejos, hacen más fácil filtrar la memoria colectiva entre tanta foto. Y eso que para él no ha de ser fácil. Atesora en su despacho un terabyte de imágenes. Como para acordarse. Pero también se exponen otros elementos más fácilmente reconocibles, como la corona de la última reina que eligió Agüimes, Lidia Herrera, en 2009 y que costó 300 euros, y su cetro; el traje del primer drag con síndrome de Down de la historia carnavalera insular, de otro agüimense, Héctor Santana, que fue Drag Trisómico; el traje de la primera candidata a Reina que presentó Agüimes al carnaval capitalino, en 1984, o una muestra de un disfraz de los carnavales de antes, prendas sencillas que aquí siguen usando para el llamado carnaval antiguo, que celebran cada martes de carnaval. Justo tal día como ayer se habrían servido 1.200 tortillas de carnaval, con arroz con leche y anís, en un encuentro en la plaza que habría arrancado, como siempre, como cada martes, con los inconfundibles acordes del Mariachi Loco, que suele interpretar el dúo Yoni y Aya.
Pero para eso, para el baile, habrá que esperar. No le será difícil al agüimense, acostumbrado al suspense hasta cuando le dejan vivir la fiesta, como les pasa a los murgueros, a muchos de los cuales ni siquiera les dejan conocer su propio disfraz hasta el día en que se lo van a poner. Es literal. Les toman las medidas con vendas en los ojos. Es más, padres, madres e hijos de una misma familia suelen militar en murgas diferentes y no se revelan las letras de sus temas hasta el día del concurso. Señas de un carnaval único que, dados estos mimbres, no es raro que cuente con la murga masculina en activo más longeva de la isla, Los Sombreritos, de 1975, y con la femenina, Las Salamandras (1987), o con dos de los grupos más laureados de la historia del carnaval grancanario, la murga Los Serenquenquenes y la comparsa Aragüimé. Dicho esto, ninguno supera al récord más castizo y popular, el que atesora Vicente Caballero Cazorla, el rey de las quintadas, que es el arte de hacer creer al otro que no eres quien eres. Vestirte del sexo contrario y lograr colársela incluso a tu propia pareja. En eso consiste la quintada y eso es lo que le ha hecho Agüimes este año a la covid con este carnaval simbólico y seguro.
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