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Es una construcción pequeña, humilde, poco llamativa, pero entre sus paredes se labró durante decenios parte de lo que hoy es el municipio de Ingenio. Bien lo sabe Ceferinito Artiles, su último molinero, que a partir de ahora, y gracias a las nuevas tecnologías, revive cada vez que una familia, un grupo de escolares o una excursión de turistas quiere conocer qué fue, cómo funcionó y qué representó el molino de Antoñico Bordón, ubicado en pleno parque de Néstor Álamo, en el lugar donde se originó el casco de Ingenio.
Proyectada en la blanca pared del fondo de esta pequeña industria, cerrada hace lustros y ahora rescatada como centro de interpretación, la imagen de un hipotético Ceferinito invita a una imaginaria Candelita y a su nieta a conocer los secretos del oficio que dio de comer a miles de familias de Ingenio: molía el gofio que mataba el hambre.
Esta técnica se llama video mapping y forma parte de la propuesta de musealización de este espacio que el Ayuntamiento de Ingenio le encargó a la empresa Tibicena. Arqueología y Patrimonio.Marco Moreno, gerente de esta entidad, subraya que «es la primera vez que se usa en Canarias esta técnica gráfica dentro de un bien inmueble tradicional».
Este video mapping, de unos 4 minutos de duración y realizado por Richard Santana, de Graffmapping, ya fue estrenado este jueves por una primera visita de excursionistas, procedentes del Real Club Náutico de Gran Canaria. A ellos también les tocó inaugurar un audiovisual, obra de Desenfoque Producciones, que recoge varios testimonios de historiadores como Germán Santana y Amara Florido, y de vecinos que conocieron este y otros molinos de Ingenio en funcionamiento, como José Rodríguez, que relata sus vivencias de niño, o Adoración Artiles, hija de Ceferinito.
Estos dos recursos complementan la visita a un espacio que ha sido completamente restaurado, desde la carpintería a la maquinaria de la molienda. Varios paneles con imágenes en blanco y negro esbozan la historia de esta industria y su papel en Ingenio.
En esos carteles se deja la puerta abierta a que este molino de Antoñico el Bordón sea en realidad el mismo que se llamó de Juan Álvarez, tesis que defiende el cronista oficial de Ingenio, Rafael Sánchez, en un artículo que publicó en Crónicas de Canarias. Ese molino de Álvarez estaba desde los tiempos inmediatamente posteriores a la conquista, y se servía del mismo agua que también movía el ingenio azucarero que estaba por estos lares y que dio origen y nombre al municipio.
En todo caso, Antoñico Bordón, el molinero, es un personaje de la primera mitad del siglo XX. Y Ceferinito, de la segunda. Este último gestionaba otro molino aledaño, en la calle La Rueda, que se le conoce como el molino de Ceferinito, y luego asumió también el de Antoñico.
El Ayuntamiento los adquirió hace años y ahora ha puesto en uso el de Antoñico para la visita, aunque solo para excursiones organizadas y previa petición. Informadoras turísticas como Pino Medina, que este jueves guio a los visitantes capitalinos, dan vida al espacio recuperado. Y lo rescatan del olvido.
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