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Las últimas lluvias han teñido de verde las cumbres de las islas. Los tonos ocre del otoño y el negro de los últimos incendios de Gran Canaria van perdiendo terreno en favor de los primeros brotes.
Hay quienes recelan sobre que el agua caída sea suficiente para paliar una de las sequías más duras de las últimas décadas. Sin embargo, agricultores y pastores celebran que el agua caída en los últimos días sirvan para reverdecer los pastos y teñir de verde la cumbre.
Recuperación del turismo local
No solo se vive de la tierra y los animales en las zonas cumbreras. También el turismo local se vuelve a recuperar poco a poco en municipios como Tejeda o Artenara con estampas llenas de color a pesar de que las circunctancias de la pandemia han afectado también a las visitas. Las cicatrices de los últimos incendios siguen presentes, pero la vida vuelve a abrirse paso tras la negritud.
Desde la cumbre hasta la costa
El paisaje ha mutado radicalmente en las últimas semanas desde el norte al sur de la isla. El agua caída aún escurre por laderas y barrancos en el noroeste grancanario, circunstancia que ha teñido parajes que parecían inertes después de años de sequía. Una alfombra verde une la cumbre desde Tejeda y Artenara hasta la costa de Agaete, cubriendo afilados pedregales hasta el azul del mar.
Las presas y embalses también han recibido algo de agua en los últimos, invitando a oriundos y visitantes a recorrer los sederos anexos convertidos en barro. La quietud de un día cualquiera en Saucillo, Caideros, Fagajesto, Acusa o Artenara solo se rompe con el trajín de pastores y agricultores que aprovechan para sacar partido a las últimas lluvias.
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