La loza talayera quiere la distinción de BIC
Lo que se hace en La Atalaya, Santa Brígida, no se hace en otro lugar del mundo. Los alfareros del Centro Locero quieren perpetuar este legado cultural de Gran Canaria
Sin ellos no habrían jarras para gofio, bernegales, escudillas, cazuelas de vino tostadores para el grano, gánigos, librillos, sahumadores, braseros, fogueros, hornillos... Y, aunque, muchos de estos utensilios ya están en desuso, aún pervive el trabajo de la alfarería o locería gracias a profesionales como Gustavo, Domingo, Jose, Eleuterio o Inés, que mantienen vivo este legado cultural de Gran Canaria que se remonta a la época prehispánica. Porque, lo que se hace en La Atalaya no se hace en otro lugar del mundo.
Sin embargo, corre el peligro de desaparecer porque cada vez quedan menos artesanos y artesanas porque el oficio «no está siendo rentable, no da para vivir,», y aunque existe un interés importante por conocer y aprender esta tradición, «no es suficiente para evitar que desaparezca». Por eso, los miembros del Centro Locero de La Atalaya no ven otra salida que pedir al Gobierno de Canarias que distinga la loza talayera como Bien de Interés Cultural (BIC). «Es la única opción para preservar el patrimonio cultural material e inmaterial y la técnica de la loza de cerámica de la artesanía tradicional de La Atalaya», argumenta Gustavo Rivero, locero, docente y representante de la Asociación de Loceros y Locera de La Atalaya (Alud).
Este centro es uno de los pocos lugares de Gran Canaria donde todavía perdura la tradición artesanal de elaborar cerámicas a mano siguiendo un método ancestral. Sus miembros han logrado preservar las técnicas y tipologías tradicionales, formando a las nuevas generaciones, investigando, exponiendo y vendiendo los artículos alfareros que ellos mismo elaboran. «Tratamos de mantener viva esta herencia porque conocer los oficios de nuestros antepasados. Lo que se trata es mantener las técnicas de trabajo, de conservar un legado cultural bastante importante», incide Rivero.
Por otro lado, es uno de los más destacados centros de producción alfarera de la isla; aquí se conservan aún las cuevas-viviendas y talleres, donde las loceras trabajaron el barro, y los hornos de piedra donde se guisa la loza, una tradición alfarera que debe «ser protegida» ante la evolución de los tiempos, en los que todo resulta más complicado; desde la obtención de materiales hasta que jóvenes del municipio prosigan con el oficio», matiza.
«Se trata de conservar, de proteger un legado cultural bastante importante. Una pieza no es un souvenir, es arte»
Rivero recuerda que esta iniciativa cultural se debe, en gran medida, a las enseñanzas de Francisco Rodríguez Santana, más conocido como Panchito, y de Antonia Ramos Santana, Antoñita La Rubia. Al centro acuden escolares, jubilados y, en general, gente adulta que vienen a realizar algunas de nuestras actividades permanentes que ofrece el centro durante todo el año, apunta Rivero, que insiste en que se «debe conservar no sólo el producto sino el valor cultural de la pieza». «Esto no es un souvenir, es una pieza elaborada a mano y con un valor artístico importante. Una pieza, bien hecha y bien elaborada, es una obra de arte y, eso no te lo quita nadie», afirma el locero.
26 aniversario en diciembre y reformas en la fachada
Este mes de diciembre el Centro Locero de La Atalaya celebra su 26 aniversario trabajando, investigando y divulgando el patrimonio locero y la loza talayera, que se creó en un terreno anexo a la Casa-Alfar de Panchito, convertido hoy en ecomuseo y que han permitido reactivar esta vieja tradición y mantener un atractivo cultural y turístico para la villa de Santa Brígida.El Ayuntamiento anunció este mes de septiembre que se van a realizar unas obras de mejora en el exterior del edificio, que costará 73.086 euros y durarán tres meses desde el momento de la firma del contrato, que en estos momentos se encuentra el proceso de licitación. Las actuaciones consistirán en la adecuación de las zonas exteriores del Centro Locero, en el ámbito del patio y terraza que se destina como zona de esparcimiento.