Usuarios de las piscinas de La Laja muestran su descontento
Los bañistas manifiestan su malestar por el estado que presentan las instalaciones, que consideran mejorable
Es el último fin de semana de agosto y Olivia Guerra, junto a sus nietas, acude a la playa de La Laja, un lugar en calma que da la bienvenida a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Usuaria asidua de las piscinas naturales desde hace años, encuentra aquí un espacio para el ejercicio, la tranquilidad y el entretenimiento. El nado y los recorridos a pie que hace a lo largo de la piscina le ayudan con las dolencias propias de la edad y con las lesiones de las que se recupera. «Haga frío o calor, todos los días mis nietas me animan a venir y pasar un buen rato», comenta.
Pero los beneficios de un baño en «La Lajita», como cariñosamente llama Guerra al lugar, se ven afectados por las condiciones en las que se encuentran las instalaciones. Así lo manifiesta Rosa Mederos, vecina de la zona, que elige esta playa para comenzar su día desde hace siete años, fecha próxima a la inauguración del emplazamiento, realizada en septiembre de 2013.
El lugar se compone de tres piscinas, dos de ellas grandes y una menos profunda destinada a niños y niñas. Como comunicó el consistorio en el momento en el que comenzaron las obras, el proyecto nacía con la intención de «recuperar este espacio como una de las principales entradas a la ciudad para ciudadanos y visitantes». Ahora, nueve años después, la zona ha sufrido las consecuencias del paso del tiempo y de la falta de cuidado y mantenimiento.
«Cuando las estrenamos el suelo del lugar tenía cemento, pero las han abandonado de tal manera que ya no se puede ni caminar por aquí», asegura Rosa Mederos que, aunque se atreve a desplazarse descalza por los alrededores, afectados por la erosión, toma las precauciones necesarias para evitar algún percance.
Esto también ocurre en las gradas construidas para tomar el sol y descansar, cuya superficie, pedregosa, resulta incómoda para los bañistas que desean tumbarse tras dar algunas brazadas. Por otro lado, los escalones a los que se accede a las piscinas, además de ser estrechos, carecen de barandilla, lo que ha producido diversos accidentes. El último, recuerda Mederos, fue hace un mes, cuando uno de los usuarios habituales, de 80 años, resultó herido por una caída. «Tuvo que venir la ambulancia y, entre todos, tratamos de ayudarlo», comenta. Mederos destaca que, si para personas de avanzada edad el lugar puede ser peligroso, para los niños y niñas que «salen corriendo por la zona» también.
Sin profundidad
Los problemas y dificultades a los que se enfrentan los bañistas no son nuevos. Desde 2014, por obra de la naturaleza y sus mareas, las piscinas se han llenado de piedras y arena. Este hecho ha provocado que el nivel de profundidad disminuya, aspecto que ha conducido a la casi desaparición de la zona infantil. La solución está en el dragado del fondo de las tres piscinas, una técnica en la que, gracias a una retroexcavadora, se puede retirar la arena. Sin embargo, según el Partido Popular, desde el 2018 el grupo de gobierno del Ayuntamiento capitalino ha tenido el propósito de sacar a concurso los trabajos en dos ocasiones. No obstante, ambos intentos quedaron «desiertos», ya que ninguna empresa se presentó.
Por otro lado, desde la Concejalía de Ciudad de Mar del consistorio se está buscando alguna solución definitiva al problema que no requiera de un dragado periódico y que dé por finalizada la situación.
De esta forma, en repetidas ocasiones los bañistas han manifestado su malestar y su deseo de que se mejoren las condiciones de la zona, ya que para ellos es muy importante el tiempo que pasan en este lugar.
Falta de vigilancia y limpieza
Además, los usuarios de las piscinas lamentan el poco control y vigilancia de la zona. Mónica Sosa, bañista habitual, asegura que «en contadas ocasiones» ha visto a un policía por el lugar y declara que los servicios de socorrismo, ausentes en años anteriores, suelen estar presentes, pero comenta que le gustaría verlos durante más tiempo.
Además, Sosa recalca la falta de limpieza en la zona. «Muchas veces son los propios vecinos los que limpian el lugar. Se organizan entre ellos y recogen colillas, botellas, basura en general», asegura.
Las piscinas de La Laja son un espacio al que diferentes personas acuden a diario. Esto ha hecho que, poco a poco, se consideren «una gran familia», asegura Rosa Mederos, que describe el lugar como «salud». «Yo hago yoga, y en las piscinas también realizo los ejercicios. Estoy encantada y deseo que no las quiten, pero que les den un arreglo», comenta.
Lo mismo opina Susan Hesberger, que reside en Tafira y se desplaza junto a una amiga hasta el lugar, al menos, una vez en semana, debido a la tranquilidad que le aporta. «Al ser piscinas no tienes que estar preocupada por las corrientes, lo cual se agradece», comenta.
Todas coinciden en la belleza del lugar y la mejora en su calidad de vida que les aporta nadar y pasar tiempo en las piscinas de «La Lajita», un sitio que no quieren perder.