
El patrimonio intangible de Las Palmas de Gran Canaria
Pepi Farray dio inicio este jueves a las fiestas del 547 cumpleaños de la urbe con un pregón en el que reivindicó el valor de quienes la habitan
Pepi Farray, fundadora y presidenta de la Fundación Canaria Farrah, fue la encargada de inaugura este jueves el programa diseñado por el Ayuntamiento para festejar los 547 años de Las Palmas de Gran Canaria, con un pregón que tuvo lugar en la plaza de la Música, espacio que en esta edición acoge el escenario que albergará los actos principales de las Fiestas Fundacionales debido a la presencia de la Virgen del Pino en la Catedral.
Como había anunciado el pasado 3 de junio, en el acto de su presentación como pregonera, Pepi Farray ofreció un relato en el que reivindicó el papel de la ciudadanía, tras agradecer el «honor» y la «confianza» otorgados para tomar «la palabra».
Así, confesó que al ser consciente de la dificultad del encargo y de «leerlo en público con mi dislexia», pensó que lo primero que debía hacer era «dar un largo un paseo por esta nuestra ciudad, construida a partir de 1478 por las manos callosas de los que vinieron desde nuestros campos a edificar Vegueta y la Catedral».
Un recorrido para el que se documentó con mucha lectura y que la llevó a evocar la historia de la urbe desde su conquista y de las personas que con su trabajo y esfuerzo pusieron los cimientos de lo que es en la actualidad.

Unas gentes que le ponen «rostro a mi ciudad» y entre las que hay nombres ilustres que bautizan espacios singulares de la misma, pero también esas «personas anónimas a las que tenemos que agradecer este presente y que me recuerdan cada día que mi ciudad está tejida por miles de manos, que trabajan en panaderías, mercados, hospitales, escuelas, o que venden barquillos llegados desde nuestra infancia en la calle Mesa y López».
Sin olvidar a quienes llegaron desde otras orillas para hacer igualmente ciudad. «En sus cimientos también están Yamilei y Jian Li, que bajan de la mano repartiendo risas en las escaleras de San Nicolás; está Pilar, que le pasea el perro a la vecina» o «Fatou y Aurora, que llegaron de Honduras para compartir piso en La Feria con cinco personas que cuentan estrellas», reseñó.
«Por todas ellas, esta noche es un honor y una alegría ser la undécima mujer pregonera en 547 años, invitada por una mujer que lleva en sus manos la vara de la responsabilidad de gestionar nuestra casa», señaló.
En el mismo sentido continuó su relato sobre una «ciudad que se sostiene sobre las historias de sus gentes», que son «el verdadero patrimonio histórico que da vida a sus calles y a sus barrios, bombeando un corazón cada vez más fuerte y compasivo».
«Un patrimonio intangible», añadió, «cosido con los pasos de cada vecina que se detiene en la acera para regalar un buenos días y con las risas de los niños y niñas que juegan en sus parques y construyen castillos en la arena de La Cícer o de Las Alcaravaneras». Y es que Farray reivindicó, igualmente, el papel una infancia sin la que «nuestras calles estarían congeladas en el tiempo».
Además, habló de una ciudad que «tiene el carácter que le han dado sus gentes» y que «como una hija ansiosa por aprender y conocer el mundo, ha aprendido tanto en estos 547 años que ha llegado a convertirse en la mejor de las madres».
También cumplió con su promesa de dar voz a quienes hacen ciudad. «Este pregón ha oído por el camino muchas voces de diferentes edades, religiones, sexo y género. Incordié a las personas que iban en la guagua y a taxistas, invitándoles a contar qué es esta ciudad para cada una de ellas», afirmó.
Asimismo habló de una urbe que acoge y es solidaria. «Esta ciudad está mantenida con millones de buchitos de café, de abrazos solidarios y silenciosos, sobre los sueños de nosotras, las personas», señaló.
Por eso, expuso, «tenemos que celebrar con voladores, con músicas y con las hogueras iluminando el baño tradicional en Las Canteras», que «hace 547 años alguien nos declaró ciudad y seguimos en pie».
Farray no quiso despedirse de su audiencia sin mostrar su deseo de seguir siendo «una casa de puertas abiertas» a otras culturas, pues esta ciudad es el hogar «de tantas personas, nacidas o llegadas, a las que la calima nos susurra que es posible que los sueños se cumplan».

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