Al amanecer del día veinticuatro de junio de mil cuatrocientos setenta y ocho las naves que partieron del puerto de Sevilla a la conquista de ... Gran Canaria recalan en la bahía de La Isleta y, tras desembarcar en tierra firme, la comitiva, al mando de Juan Rejón, asiste a la primera misa celebrada en la Isla, impartida por el Deán Juan Bermúdez, justo donde, más tarde, se ubicará el templo parroquial de Nuestra Señora de La Luz.
Los nuevos pobladores se trasladan a unos siete kilómetros de su punto de desembarco y, según la tradición, guiados por una anciana aborigen, Santa Ana añaden otros, y fundan, a orillas del fértil Guiniguada, el Real de Las Palmas, embrión, junto al inmediato y posterior núcleo de Triana, de la actual cocapital de la Comunidad.
El primer testimonio que se tiene de la creación de un templo, en el desolado paisaje que constituía a la sazón La Isleta, nos lo aporta un plano del año mil quinientos cincuenta y nueve, en el cual se recoge la existencia de una ermita levantada siete años antes justo en el lugar donde siete decenios atrás se había celebrado la aludida primera eucaristía en Gran Canaria, muy cerca del emplazamiento del más señero de los cuatro fortines, los otros son los de Mata, de San Francisco o del Rey, y de San Cristóbal o San Pedro Mártir, que han sobrevivido a los avatares de más de cinco siglos de historia.
La tradición recoge que una luz surgía desde el actual Guanarteme y recorría la zona hasta la altura de la ermita, lo que condujo a adjudicarle la advocación de 'La Luz' a la imagen mariana que allí moraba. Siglos más tarde, la creación del moderno puerto en la bahía adopta el mismo topónimo.
La actual 'Fiesta de La Naval' data de finales del siglo dieciséis y conmemora la victoria insular y nacional frente a la armada inglesa, aún no se había producido la unión con Escocia, dirigida por Sir Francis Drake. Es una de las declaradas 'Fiestas de la Ciudad' y tiene como protagonista a Nuestra Señora de La Luz, de honda y enraizada devoción no sólo en los barrios de La Isleta y de Santa Catalina sino en el conjunto de Las Palmas de Gran Canaria.
La imagen de la Virgen, de tamaño natural, porta en su brazo derecho al Niño Jesús. Tallada por Luján en mil setecientos noventa y nueve, de aires neoclasicistas, es una escultura de bulto, no de candelero o de vestir, realizada en madera de cedro, policromada y con delicados trabajos de estofado, que emana serenidad y dulzura maternal. Fue declarada 'Alcaldesa Mayor Perpetua' en el año mil novecientos ochenta y cuatro, así como 'Patrona General del Puerto'.
«La Virgen de La Luz representa la imagen perfecta, dulce y serena, de la maternidad»
Si la Dolorosa de la Catedral se considera la más lograda de la numerosa cantidad de Vírgenes de Pasión que talló el imaginero guíense, es la de La Luz la más bella, por sus proporciones armoniosas, del igualmente copioso número de Vírgenes de Gloria salido de su taller de la calle de Santa Bárbara, en Vegueta. Se asemeja a la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, del templo parroquial de Santa María de Guía.
Contrasta la caída suave y natural de la túnica, indicio claro del incipiente estilo neoclásico, con el arremolinamiento un tanto tenso de su capa, desparramada a ambos lados de la figura, propio del barroco tardío; sintetiza el autor, de esta forma, su anclaje de transición entre ambos estilos escultóricos. Es de destacar el trabajo de estofado en los bordes de la túnica y del manto, en pan de oro. Unos angelitos sobresalen de la nube sobre la que se asienta la figura mariana.
Si el San José de la Catedral encarna, como ninguno otro, en su semblante y apostura, la paternidad, viril y gallarda, la Virgen de La Luz representa la imagen perfecta, dulce y serena, de la maternidad.
Preside actualmente el altar del presbiterio, orlada de una singular corona y una ráfaga que enmarca su silueta, ambas de plata; porta, además, bastón de mando de la Ciudad, y, a sus pies, una media luna del mismo precioso metal.
Solemnes son las dos procesiones, especialmente la magna, que por el mes de octubre pasea a la Señora por las calles de la parte baja de La Isleta así como por el aledaño barrio cosmopolita de Santa Catalina, en un espléndido trono plateado, con profusión de candelabros y faroles, alternados con un exuberante exorno floral.
Es de destacar la escultura pétrea referida la Virgen de La Luz, obra de Abraham Cárdenes, ubicada en el patio, Plaza de Las Palmas, del Pueblo Canario, en Ciudad Jardín.
El templo parroquial actual, con fábrica de más de un siglo, impulsado por el obispo Pérez Muñoz, es el segundo más voluminoso de la Isla, sólo superado por la Catedral de Santa Ana, actualmente con trabajos de enriquecimiento de la fachada, clasicista, posee otras imágenes religiosas de valor, como el Crucificado, la Virgen de la Soledad, el Cristo Yacente, el conjunto de la entrada de Jesús en Jerusalén, San José y el Niño, el Corazón de Jesús y el Resucitado, así como las tallas recientemente recuperadas de San Juan Evangelista y la buena reproducción de la lujanesca Dolorosa de la Catedral, entre otras, distribuidas en altares, repisas e incluso tronos, conformando un patrimonio artístico religioso singular, quizás el más interesante de la Ciudad fuera del casco histórico.
Se tiene prevista su coronación en la Catedral en próxima fecha, por su arraigo histórico y devocional en toda la ciudad y resto de la Isla, tras, el próximo mes de mayo, de la de la Virgen del Carmen de La Isleta, el otro referente sentimental del Barrio, con su pasional vinculación marinera, complementario del histórico de la de La Luz, por ser ésta la piedra de toque de la introducción de la fe cristiana y la cultura española en Gran Canaria.
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