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A sus 81 años, Víctor Hernández puede presumir de ser historia viva del Real Club Victoria, una entidad a la que ha estado unido desde la infancia, como muestra la fotografía que conserva de 1946 en la que aparece con apenas cuatro años luciendo el equipaje blanco y negro que identifica a una institución que oficialmente tiene 113 primaveras y que se encuentra en pleno periodo de renovación de su cúpula directiva. Algo que será una realidad el próximo 29 de junio, cuando asuma el cargo de presidente la persona que surja de la cita electoral del día 22 y releve a Paco Medina, tras dos mandatos.
Hernández presume de «haber trabajado para 9 presidentes distintos» y reconoce que «el cargo que más veces he ocupado ha sido el de secretario, con lo cual conozco la casa de norte a sur y de este a oeste». Algo que lo convierte en auténtico notario de la memoria de una institución que considera que no se entiende sin el entorno que la vio nacer y la acoge.
«No se puede hablar del Victoria sin hablar del Puerto ni hablar del Puerto sin hacerlo del Victoria», señala al recordar que «quien hizo realmente el Muelle fue un ingeniero de caminos, canales y puertos alemán, el doctor Speht, que a su vez fue presidente del Victoria», expone.
Aunque en la actualidad está jubilado de responsabilidades, de lo que nunca se ha desvinculado es de un club del que habla con devoción pero sin perder la perspectiva. Pues afirma que «lo único que me interesa es el Real Club Victoria», por eso, reconoce, «soy muy crítico».
Señala que a su entender «hay dos tipos de secretario, el del presidente y el del club», y él se incluye, sin ambages, en esta segunda categoría. «Siempre he sido secretario del club y cuando me tengo que enfrentar a un presidente, me enfrento», dice, ya que tiene claro que la entidad está por encima de los personalismos.
Comenta que el Victoria es un club «que ha sido pionero en muchas cosas» y señala como ejemplo la romería de La Naval, que «es la primera romería del archipiélago, documentalmente», y que en sus inicios partía de San Telmo organizada por «la Cofradía de Mareantes de San Telmo que formaban los carpinteros de ribera» del Muelle de Las Palmas.
Pero también destaca el Paseo Romero del Día de Canarias, «que empezó como un desafío y por qué no hacíamos algo por ese día nuestro y se ha consolidado».
Los pone solo como muestra de los pilares que sustentan un club cuya fundación lideró Pepe Gonçalves y que, en su opinión, «tomó conciencia de entidad» cuando un grupo de intelectuales de la época se cruzó en su camino, como se recoge en lo que considera «constituye la 'biblia' del club», es decir, «las actas de las juntas directivas y generales».
Al respecto, señala que «en un momento determinado en la zona del Puerto y La Isleta había un movimiento cultural bastante bonito, que se llamaba Primero de Mayo, con intelectuales de la época que ensayaban obras de los hermanos Millares y luego las representaban en los patios de las casas terreras y en los zaguanes».
Explica que esa idea fue creciendo y, los más avispados de aquel movimiento, «compraron un almacén de Los Molina e hicieron el Cine Viejo», que fue a más. Hasta el punto de que «compraron un solar» e hicieron el que se conoció como «Teatro Hermanos Millares, que fue de mi familia», y se ubicaba donde hoy se encuentra el Hotel Imperial.
«Este grupo de gente inquieta», destaca, «se hace socia del Victoria y el club coge un peso específico de ente social y de ahí empieza a arrancar no solo con la actividad del fútbol, que es la principal, sino con más obras culturales, etcétera» que le dan «una presencia más importante».
Hernández recalca que los primeros presidentes del Victoria eran personas muy preparadas, «amantes del Puerto y de la cultura». Además, llama la atención sobre el hecho de que «entre los nueve primeros hay cinco masones», algo que considera que fue determinante.
Pero si la cultura siempre ha sido relevante para la entidad, no ha tenido menos presencia la vertiente social que ha marcado su camino desde los inicios. Pues, como reseña Hernández, «los estatutos fundacionales del club», que redactó Grau Bassas, recogen en su artículo 1 que «se crea una sociedad denominada Sporting Club Victoria, cuyo objeto es que sus socios puedan participar de toda clase de juegos lícitos, incluidos el 'football' -en inglés- y la creación de una escuela nocturna para los pobres del barrio. Y más social que eso, imposible».
«Ese mandato sigue, actualizado», dice quien remarca que «el club ha sido un punto social para solucionar problemas económicos», pues recuerda que «el 80% de los jugadores que tenía era gente humilde a la que se le buscaba trabajo en el Muelle».
Víctor Hernández explica que en la segunda visita de Alfonso XIII a la ciudad se le ofreció una cena de gala en el Gabinete Literario a la que acude Claudio de la Torre, «que llevaba dos años consecutivos siendo Premio Nacional de Literatura, director, productor y actor de cine, lleva rodadas 14 películas en Francia, 4 en España -una en Canarias, 'La paloma blanca'- y es presidente del club en aquel momento».
En la sobremesa, le presentan al rey y descubren que tienen intereses en común, entre ellos el fútbol. «Alfonso XIII era un ultra de Atlético de Madrid y el Victoria es el proveedor de los grandes jugadores de ese equipo», que llegó a jugar «con 8 jugadores del Victoria».
Así, surge la propuesta de dar al club la consideración de Real. El monarca le dice a De la Torre que le remita la solicitud a Palacio y así se le concede «la corona real de los Borbones, el título Real y el rey acepta ser el presidente de honor».
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