Las Lagunetas sigue el sendero de la calle Joaquín Costa

En pocos sitios como en el pasaje de Las Lagunetas, en el corazón palpitante de Triana, se ha leído con tanto interés la sentencia del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo 2 que anuló la limitación horaria que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria impuso al funcionamiento de las terrazas de la calle Joaquín Costa. Los propietarios del bar La Gamba están dando ya los primeros pasos para seguir el ejemplo de los empresarios de Guanarteme y conseguir superar las restricciones horarias que pesan sobre su actividad.

«Estamos marginados», explica Marina Suárez, quien lamenta que su bar tenga que levantar la terraza a las 22.30 horas, mientras que a solo unos metros, en las otras calles de la zona Triana, las mesas y las sillas no se retiren hasta la medianoche, de lunes a jueves, y hasta las 01.00 horas, los sábados y festivos. «Lo que queremos es que se aplique igual para todos».

La excepción de Las Lagunetas, como antes la de Joaquín Costa, proviene de una sentencia que obligaba al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria a regular la actividad de la restauración para proteger a los vecinos de los ruidos. En 2012, una sentencia obligó al Consistorio a tomar las medidas necesarias para acabar estas molestias y le impuso la condena de pagar 66.000 euros a once vecinos, si bien no aclaraba qué medidas debía adoptar.

De ahí nació la limitación horaria que ahora los propietarios de La Gamba quieren superar. Aseguran que el Ayuntamiento adoptó la decisión sin darles la posibilidad de presentar sus argumentos. Esa indefensión es la base de la sentencia que tumbó las restricciones en Joaquín Costa ya que la jueza entendió que se había incumplido la Ley del Ruido cuando el Ayuntamiento no dio trámite de audiencia a los empresarios afectados por las restricciones horarias que decidió la administración municipal.

«No exigimos más que la norma sea la misma para todos», afirma Borja Martín, otro de los propietarios de La Gamba, «veo más problemas de accesibilidad en otros sitios y aquí, con todo el espacio que hay, nos tienen más limitados».

Detallan que la situación ha cambiado mucho desde 2012 y achacan buena parte de los problemas de ruido y convivencia que tenía la plaza a un almacén que ya ha sido derribado y que estrechaba el pasaje. «Esto era una zona degradada y ahora es un lugar pintoresco, muchos extranjeros nos dicen que les recuerda a otros puntos de Europa».

Dicen estar abiertos a encontrar una solución satisfactoria para todos, que podría pasar por ampliar el número de mesas, dada la amplitud de la plaza. En septiembre de 2023 lo solicitaron, «pero seguimos esperando» un año después. «No tiene sentido que otros tengan más mesas y más horario que nosotros».

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