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«Me juego la vida para ir a tirar la basura. Y encima, si me atropellan, no tengo derecho a nada porque voy mal, de espaldas por la derecha, cuando debería ir por la izquierda». Con estas palabras describe la situación que afronta cada vez que quiere acceder desde su casa a los contenedores habilitados para depositar residuos, situados a escasos 50 metros de ella, Miguel Ángel Santana, vecino de Lomo Blanco que reside en la orilla de la GC-112 en sentido Tafira Baja. En un tramo que considera pone en riesgo la seguridad de los peatones pues carece de aceras, la visibilidad es escasa y los vehículos no respetan el límite establecido de 40 Km/h, tal y como figura en la señalética.
«Pasan como un tiro», dice en alusión a un exceso de velocidad que condiciona la vida de los residentes. «Sacar a las perras se convierte en una odisea», dice sobre lo complicado que le resulta salir con sus mascotas, tres chiguaguas que prefiere llevar «cogidas en brazos» para evitar cualquier tipo de percance.
«El disco es de 40 pero la velocidad a la que pasan es de 75 para arriba», corrobora Santiago Almeida, otro vecino afectado. Además, añade que es una vía con mucho tránsito y en horas determinadas se registran importantes retenciones. «A las 14.30 horas, cuando salen los chicos del Felo Monzón la cola llega a Tafira Baja, y a las 16.30, cuando los padres van a buscar a los niños a los colegios de Tafira», expone.
Además, suma a estos vehículos los que acuden al cercano Campus universitario y los del fin de semana en horas nocturnas, ya que afirma que son muchos los residente en Tafira que eligen esta vía para regresar de fiesta.
Explica que ha solicitado por escrito «al Ayuntamiento y al Cabildo que pongan guardias muertos» pero que la institución insular nunca le respondió y que el consistorio se limitó a comunicarle que remitían su demanda al departamento competente.
Miguel Ángel Santana comenta que también acudió al Cabildo con idéntica demanda. «Pero me mandaron un escrito diciendo que como no pasan más de 16.000 coches al día no se ponen los guardias muertos», relata.
Los afectados señalan que a la situación que describen se suma el deterioro que presenta la carretera. «Solo se asfaltó hasta un punto», indican sobre la actuación que llevó a cabo el Cabildo «en verano». Algo que califican de «engaño» pues aseguran que se les dijo «que no aparcaran» para poder acometer los trabajos, pero al final solo se actuó en una parte del firme.
Añaden que otra consecuencia de la falta de asfaltado es el impacto acústico que genera el tráfico. «Dentro de casa es un rugido», dice Miguel Ángel Santana.
Además, los vecinos reivindican que se ponga una marquesina en la parada de Guaguas de la zona y más limpieza. «Los trabajadores solo limpian hasta el número 54 porque en el resto no hay arcén», apuntan.
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