Rincones hitos de la ciudad
«Las Palmas de Gran Canaria cuenta con un mapa mucho más amplio de tesoros patrimoniales de lo que, la mayoría de las ocasiones, aprecia su propio vecindario»
Cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria
Miércoles, 20 de agosto 2025, 08:41
Las Palmas de Gran Canaria cuenta con un mapa mucho más amplio de tesoros patrimoniales de lo que, la mayoría de las ocasiones, aprecia su ... propio vecindario. Un caudal patrimonial que va mucho más allá de los grandes monumentos de todos los tiempos, y que puede hallarse en los más inesperados rincones, en pequeños detalles que son muy elocuentes del origen y el devenir de buena parte de la historia de la ciudad. Un patrimonio material, pero también inmaterial, que habla de acontecimientos y de personajes que contribuyeron a trazar la historia y la fisionomía de esta urbe atlántica y cosmopolita, donde su identidad, su talante, se rehace una y otra vez a través de los siglos, pues se trata de una ciudad, de una comunidad humana, en constante evolución, lo que, quizá, sea una de sus grandes fortalezas.
Son muchos y variados los monumentos, los edificios, los maravillosos paisajes urbanos y naturales con los que se convive a diario, y se resaltan ante propios y foráneos. Sin embargo, existen otros hitos sorprendentes, que también se encuentran a diario al alcance de la mano, en los que no se repara con frecuencia, y que no se aprovechan no sólo para disfrutar más de la capital grancanaria, sino para conocerla mucho mejor.
En este sentido podría darse una lista enorme, muy variada en relación a tiempo y espacio, cuajada de muy diversos valores, en muy distantes y distintos puntos del municipio, que incluirían lugares como el pueblo de San Lorenzo, Tenoya, el casco antiguo de Tafira Alta, la Iglesia de Schamann y, sin duda, el barrio de La Isleta, pero, a tenor de ese aforismo que apunta como «un exceso de información desinforma», se tiene que concretar una relación inicial definida y corta, un primer trazado que permita una paseo provechoso y gratificante a través de rincones que hablan del ser y sentir de la ciudad; y el tiempo agosteño, en la plenitud del estío isleño puede ser una buena ocasión para ello.
Así, se podría iniciar este recorrido sorprendente por un entorno que, a excepción de sus vecinos y algunas personas más, no se visita y se degusta en todo lo que puede hablar de un tiempo que marcó mucho el devenir cotidiano de los antiguos barrios, de los entonces incipientes núcleos de San Juan y de San Roque, del tránsito entre Vegueta y el interior de la isla, de las acequias y el aprovechamiento del agua del Guiniguada. Es ese ámbito junto a El Batán, frente a San Juan, donde se levanta aún un viejo molino de agua, datado ya en el siglo XVII, y, al otro lado de la actual autopista, un pequeño puente, quizá el más antiguo que queda de los que plagaron la geografía insular, que permanece enhiesto muy cerca de los restos de los antiguos lavaderos, que se pueden observar en pleno auge en fotografías de final del siglo XIX, y del recuerdo de la habitación del herrero, que existió hasta hace unos veinte años, dado que muy cerca estaba uno de los inolvidables «fielatos», y las cabalgaduras que transportaban mercancías requerían cuidados.
Descendiendo hacia Vegueta se encuentra la ermita de San Roque, una de las más antiguas de la ciudad, pues, como señala Julio Sánchez Rodríguez, «se levantó a principios del siglo XVI a la entrada de Vegueta, junto al camino del Monte o de la Vega. Esta ermita afortunadamente se ha conservado. En 1790 se reconstruyó y amplió, quedando tal como la vemos en la actualidad. El retablo barroco de principios del siglo XVII es de los más antiguos de Canarias en su estilo». Y esta joya nos remite a otras poco visitadas hoy, como pueden ser la de San Juan, la de San Nicolás, la del Espíritu Santo o la de San Antonio Abad. Esta última, ubicada en el mismo punto donde surgió el «Real de Las Tres Palmas», y con él la propia ciudad, se puede visitar con comodidad de lunes a viernes por las mañanas, una visita que marcará un auténtico regusto histórico de los momentos primigenios de la capital, pese a que fue casi reconstruida hacia 1757. Y, en ese entorno fundacional, el rótulo de 'Callejón de la Audiencia' -una de las primeras callejuelas de la capital- trae el recuerdo de la institución que el próximo año cumplirá 500 años de su fundación un 7 de diciembre de 1526, la Real Audiencia de Canarias, origen del actual Tribunal de Justicia de Canarias, lo que exigirá una visita a la cercana y popular Torre de la Audiencia, en la plaza de San Agustín, donde el antiguo convento agustino dio paso al célebre Colegio San Agustín y luego a la Audiencia, que en sus orígenes, y hasta 1842, ocupó una parte del edificio de las Casas Consistoriales.
Un paseo por las calles de Vegueta ofrece la oportunidad de acercarse a elementos como unos bustos de célebres ilustrados, que hoy se esconden tras unos altos arbustos en la bajada de Obispo Codina, follaje que también dificulta contemplar lo que fue el antiguo coro catedralicio, o al propio callejero como un verdadero libro de historia local. Se trata de observar y tomar nota de los nombre actuales, y de los que tuvieron en otros tiempos, de muchas de las calles de este antiguo barrio, a través de unas placas en cerámica pintada a mano, elaboradas por una prestigiosa industria, Cerámicas Montalván, constituida en 1850, y que funcionó hasta el año 2012, en el barrio de Triana de Sevilla, a la que se le encargaron en 1978 con motivo del 500 aniversario fundacional de la ciudad, gracias a una iniciativa de El Museo Canario y del profesor Francisco Morales Padrón.
En Triana, al otro lado del Guiniguada, el callejero también proclama un ámbito que fue esencial en los primeros siglos, el de la ermita de Los Remedios -que se levantaba, aproximadamente en lo que hoy es el Centro Monopol-, y el recuerdo de una mujer legendaria, 'La Peregrina', que señala el carácter de una época y de una forma de ser de su vecindario. Y la plaza, oficialmente denominada Hurtado de Mendoza, pero tradicionalmente conocida como plazuela de Las Ranas, por las distintas figuras de estos batracios que, desde los años veinte del siglo pasado, siempre han estado allí colocadas en su fuente rectangular, encierra una leyenda urbana, que sugiere la monumental obra en mármol realizada por el escultor modernista italiano Alfredo Neri (1862-1928), que se colocó en recuerdo del célebre alcalde Ambrosio Hurtado de Mendoza (entre 1903 y 1908) y, según se cuenta, de la mujer que ocupó el afecto indeclinable de este personaje respetable, serio, de «humor socarrón» y «soltero empedernido» -por las circunstancias sociales que siempre le impidieron contraer matrimonio con la que, al parecer, fue el único y gran amor de su vida, la afamada Loreto-, y que fue promovida por un amplio grupo de amigos y ciudadanos, entre los que se encontraban el cronista Eduardo Benítez Inglott, empresarios como Tomás Miller o el médico y también alcalde de esta ciudad (1923-1925) Federico León García. El recuerdo de la popular farmacia Las Cadenas y la bajada de Lentini, en homenaje al célebre músico siciliano que, establecido en la ciudad en la primera mitad del siglo XIX, no solo fue un gran promotor del orbe musical y cultural, sino que impulsó notables mejoras urbanas, completan un sugerente reencuentro con la historia de este identitario rincón urbano.
Junto a la calle Mayor de Triana varias vías con elocuentes nombres deben detener el paseo, pues son seña de hechos pasados muy notorios. No sólo se trata del desaparecido callejón del Artillero, que existía en la proximidades de unos actuales pasajes comerciales, sino de otras vías como Constantino, que trae a la memoria al célebre alcaide de la Fortaleza de Las Isletas Constantino Cairasco, que la defendió con tenacidad y contribuyó a impedir el desembarco de los corsarios de Francis Drake en 1595, o Pilarillo Seco, que nos recuerda a aquel pilar que se instaló en las inmediaciones de San Telmo para proveer de agua a los buques que recalaban por allí. Y San Bernardo, que aún se le reconoce como plaza, que lo fue también con su pilar de agua de abasto público, es un nombre que deviene del desaparecido convento que existió entre el siglo XVII y la tercera década del siglo XIX, luego convertida su capilla en parroquia, hasta que, al demolerse, pasó a San Telmo junto con una magnífica talla de la Inmaculada, atribuida al entorno del granadino Alonso Cano, aunque su altar mayor se conserva y se puede visitar en la parroquia de la Concepción en Tafira Alta.
El paseo permite también una incursión en la interesante pinacoteca del Ayuntamiento, que se conserva en dependencias de las Casas Consistoriales, o en otros edificios municipales, pero que en este momento ofrece una interesante muestra en las salas del Castillo de Mata, en la que, bajo el título genérico de 'Las Palmas de Gran Canaria, una mirada a través del arte', se accede a unas obras con las que, como ha señalado la alcaldesa Carolina Darias, «podemos ver cómo se ha ido transformando, cómo ha ido avanzando, cómo ha ido evolucionando» la ciudad, en «una mirada esencial para ver el recorrido del devenir de estos años de constitución, de fundación y de vida en Las Palmas de Gran Canaria». Y es que la ciudad ha estado en la mirada de muchos artistas, locales o foráneos, que la han mostrado desde diferentes perspectivas, y en distintas formas, ofreciendo una mirada única y personal de sus barrios, paisajes y habitantes. Rincones, nombres, obras de arte, recuerdos que conducen a una mirada interior a esta ciudad, en la que la cultura ha sido raíz de identidad y de búsqueda del progreso.
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