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Las Palmas de Gran Canaria, en el marco de sus históricos barrios de Arenales y Triana, con la mirada señera de Vegueta de un lado, ... y de Ciudad Jardín de otro, con la presencia limpia y clara del Atlántico luminoso y sonoro a su vera, se vuelve a engalanar, un año más este 11 de mayo, para una gran fiesta deportiva, cívica y familiar. Es ese día en el que, por la primavera, vuelve la Carrera de las Empresas repartiendo alegrías, ilusiones, ganas de compartir y de disfrutar de un magnífico ambiente. Una prueba deportiva jovial, desenfadada, participativa, cosmopolita que, por ello, se ha consolidado como un evento que marca e identifica a la ciudad del siglo XXI, a la que mira al progreso y a su constante modernización.
La Carrera de las Empresas es una prueba deportiva que cuenta con la presencia de excelentes y reconocidos corredores, que logra marcas y resultados elocuentes y de interés en el ámbito atlético, pero es también un evento que va mucho más allá. Aquí el deporte se convierte en agente que potencia una cultura de la convivencia, de la participación, del encuentro y del compartir. A través de una propuesta para sumergirnos en una atractiva actividad física, que se pone al alcance de cuantas personas quieran participar, con la única exigencia de ilusionarse con ella, de verla como un motivo para disfrutar de un tiempo de preparación compartido con esa gente que día a día tenemos en nuestro entorno laboral, con las que, de una u otra forma, en mayor o menor grado, se forma una familia, una comunidad de vida, en la que se deben compartir alegrías y sinsabores, éxitos y fracasos, en la consecución de unos objetivos que la aúnan en un mismo destino. Así, trasladar esto a una actividad deportiva, y festiva al tiempo, que contribuye a humanizar esa relación y actividad laboral diaria, es una propuesta muy apreciable y plausible en el entorno de la vida cotidiana actual.
La Carrera de las Empresas es un magnífico exponente de los nuevos rituales comunitarios de la sociedad contemporánea. Tanto en la actividad preparatoria de la misma, que la mayoría aprovecha para organizar una serie de entrenos y eventos, que preparan no sólo el estado físico, sino el ánimo y la ilusión por un onírico esfuerzo, por una pega a superar, en un ámbito de felicidad compartida, como en el propio desarrollo de la carrera, se puede apreciar como en el seno de una sociedad, donde muchos de sus elementos rituales más propios parecen haber desaparecido, o no están en el orbe de la acción habitual de una buena parte de la población, si
que siguen existiendo estos ritos y rituales, sólo que han cambiado y se expresan de otra forma, aunque no se sea consciente de ello.
Actividades deportivas como estas carreras populares, en este caso con un componente aglutinador muy definido, la participación como colectivo, con hábitos de una familia que convive en su día a día, de quienes integran las más variadas y diversas empresas, ofrecen, como ha señalado la antropóloga francesa Martine Segalen, al hablar de «ritos y rituales contemporáneos», «un espacio de ritualización contemporáneo, tanto desde el punto de vista del individuo, como desde un punto de vista más colectivo», y lo señala a propósito de «comprender lo que ocurre en una gran concentración de corredores en el seno de las carreras», como nos podemos plantear ante una prueba tan llamativa en la capital grancanaria como la Carrera de las Empresas, a tenor tanto de su forma, como de su fondo.
De la Carrera de las Empresas podría hablar de sus aspectos deportivos, de la carrera que han realizado, y con que formas, muchos de sus grandes participantes, e incluso como en ella se han revelado magníficos e inesperados atletas, y aparecería un panorama muy atractivo y gratificante a lo largo de todos sus años de celebración. Pero también se puede, y se debe, hablar de la experiencia que, tanto a título individual, como colectivo, produce esta carrera en los miles de personas, deportistas habituales o no, que cada año han participado en la misma. Y de esa experiencia, de ese imaginario que surge en el esfuerzo de correr por unas calles, que para muchas personas pueden ser habituales y bien conocidas, se debe destacar como este orbe urbano se transforma, se convierte en un escenario que tiene mucho de onírico, pues en el mismo, inmersos en el esfuerzo personal, y de grupo, surge esa ciudad que se lleva en el corazón, en lo más hondo de la memoria personal, esa urbe que es marco de una vida y de unas aspiraciones. Quizá sea, como señala David Le Breton, en su «Elogio del Caminar», que la «relación de quién camina con su ciudad, con sus calles, con sus barrios, ya lesean estos conocidos o los descubra al hilo de sus pasos, es primeramente una relación afectiva y una experiencia corporal. Un fondo sonoro y visual acompaña su deambular; su piel registra fluctuaciones de la temperatura y reacciona al contacto de los objetos o del espacio…».
Y la Carrera de las Empresas, desde su primer momento, escogió un trazado enormemente elocuente para la identidad urbana de Las Palmas de Gran Canaria, pues se trata de un recorrido transversal por unos barrios y unas calles que son símbolo del devenir histórico, del crecimiento y el progreso de esta capital, que nació en Vegueta, junto a ese Guiniguada que la carrera saludará a su paso, que se hizo marinera, comercial, artesanal e industriosa en las sugerentes calles trianeras, que se proyectó hacia el Puerto y hacia el progreso a través de Arenales, y que
comenzó a ser más cosmopolita en Ciudad Jardín. Y la Carrera de las Empresas recorre, paso a paso, en un esfuerzo que también tuvo que realizar la urbe a través de los siglos, esa historia y el presente de la urbe atlántica que disfrutamos felices ese domingo de mayo.
Una carrera que, año tras año, me ha hecho sentir eso que tan acertadamente han recogido Chukky & Cheti en la letra de una maravillosa canción para la entrañable película «Campeones», que, en medio de ese ambiente compartido de tanta felicidad, de tanta alegría, de tantas ilusiones, se nos convierte en un íntimo himno que nos dice «Qué bueno que viniste, bueno, qué bueno / Solo porque volviste, compañero / Brindemos, seamos los segundos, los primeros / Y por los que se van, pero sí nos vieron», «Y qué bueno volar y qué bueno vivir», y Las Palmas de Gran Canaria le «devuelve las medallas» a todos estos campeones que cada año participan en la Carrera de las Empresas cargados de ilusiones y de alegría, «¡Qué bueno!».
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