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Para el que sabe escuchar, estos árboles cuentan la historia y el presente de Las Palmas de Gran Canaria. Algunos son testigos de una ciudad idéntica a la descrita por Domingo José Navarro en el siglo XIX; otros siguen dando nombre y personalidad a esta ciudad y a su ciudadanía... Tras repasar las características de más de 10.000 ejemplares, «criterios dendrométricos -sobre las dimensiones de los árboles-, históricos o sociales» sirvieron para realizar una selección que ve la luz como el primer catálogo de árboles singulares y conjuntos arbóreos de Las Palmas de Gran Canaria. En sus hojas, se mecen las ramas y las palmas de más de 300 ejemplares.
«Por su longevidad, su porte, su significado histórico, social y cultural, y por supuesto, por su incalculable valor medioambiental, los árboles singulares de Las Palmas de Gran Canaria representan una clave esencial para comprender el significado pleno de la historia de nuestra ciudad», explica la concejala de Sostenibilidad del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Gemma Martínez en el prólogo del inventario. «Sería impensable pensar en ella sin tener en cuenta que en su seno descansa, por ejemplo, la 'Araucaria columnaris' de Vegueta, el árbol más alto de toda la isla, o la 'heterophylla' de Tafira, plantada ni más ni menos que en 1898, o la palmera canaria que frente al campus universitario vela por sus vecinas y vecinos desde hace casi 200 años», prosigue la edila, «y que hay barrios cuya imagen se encuentra definida por sus ejemplares. No es posible entender enclaves como el risco de San Nicolás sin atender al ficus que custodia la entrada de la ermita, y que lleva más de un siglo enseñándonos una valiosa lección de resiliencia».
El catálogo de árboles singulares de Las Palmas de Gran Canaria es una sucesión de fichas con fotos e interesantes datos de cada ejemplar, desde su localización a sus características físicas, sus criterios y valor de singularidad, así como sus relaciones sociohistóricas.
Así, por ejemplo, el registro permite conocer que uno de los dragos que está frente al hotel Santa Catalina fue plantado entre 1880 y 1890, justo cuando se cultivaba la semilla del turismo. De él habló Carmen Laforet en su novela 'La Isla y los Demonios', tal y como recoge su ficha: «Es un árbol de siglos, casi humano (...) su copa de hojas duras, agudas como pequeñas pitas, araña la suavidad, la sed del cielo y una savia roja corre bajo su corteza. Siglos y siglos está quieto bajo el sol y las tibias noches de estrellas bajas, esperando».
Entre las 181 fichas que configuran el catálogo -hay casos en los que se incluye más de un ejemplar- podemos descubrir los ejemplares más ancianos de la ciudad, como el conocido árbol del responso, un ficus de 10,2 metros que fue plantado en el siglo XIX para que su sombra cobijara los ritos protestantes de los difuntos que iban camino del cementerio de Vegueta; un eucalipto de 19,7 metros ubicado en junto a la ermita de San José, del que los vecinos aseguran que tiene más de 130 años; un laurel de Indias de 19 metros situado en el campus universitario; los cuatro laureles que forman un conjunto en Miller Bajo, junto a la Carretera del Norte, y que son los supervivientes de una antigua finca de plataneras que iba desde Las Rehoyas hasta El Secadero y que perteneció a la familia Miller hasta 1931, cuando las plantas dejaron paso a los pisos; o algunas palmeras del Guiniguada, Lomo Verdejo, Siete Puertas o El Secadero, que pueden tener entre 150 y 200 años.
También están los árboles que siguen creciendo hasta acariciar los celajes: más de 80 superan los 20 metros. Entre ellos sobresale una araucaria que luce el distintivo de ser el árbol más alto de Gran Canaria. Con sus 40 metros, emerge del corazón del jardín de la Fundación Mapfre, en Vegueta, un espacio verde que fue diseñado por el arquitecto Manuel Ponce de León en el siglo XIX.
También es una araucaria el segundo ejemplar más alto. Éste se encuentra en la urbanización Monteluz y mide unos 30 metros, una dimensión que ha alcanzado en una vida que se calcula entre los 75 y los 100 años.
Los más de 300 ilustres vegetales que componen este catálogo pertenecen a 47 especies, distribuidas entre 23 familias. Las más abundantes son la palmera canaria (87 ejemplares), la palmera datilera (43) y el drago canario (36).
Fuentes de Parques y Jardines señalan que los ejemplares endémicos y macaronésicos (palmera canaria, drago, cardón, acebuche y pino canario) representan un total del 38,7 % de los ejemplares (126 sobre 326). En este grupo resaltan un cardón de Santa Margarita, que aunque no es un árbol propiamente dicho, sí se considera que debe ser incluido en el catálogo por ser «uno de los escasos y dignos representantes de cardonal-tabaibal»; y el acebuche de San Lorenzo, conocido como el de la Hoya del Camello, también centenario.
El inventario permite a los ciudadanos abrir los ojos y descubrir también que algunos de los árboles bajo los que se pasa a diario merecen una mirada especial. No hace falta salir del entorno propiamente urbano para poder disfrutar de gigantes como tres ficus de San Telmo que podrían tener entre 150 y 200 años y que formaban parte del diseño de la alameda-paseo que se proyectó en 1840 al norte de Triana.
Aunque el documento físico es un tesoro a mantener, la versión digital ofrece también algunas curiosidades, como el hecho de que las fotografías de localización de los ejemplares incluidas en las fichas tienen un enlace activado al Google Street View.
Como complemento al registro, el Ayuntamiento también propone rutas y actividades culturales para facilitar el conocimiento y sensibilización de la población sobre los árboles catalogados y propiciar así las tareas de protección y conservación compartida: una es por Vegueta y Triana; y la otra por el eje Las Rehoyas-Ciudad Alta-Paseo de Chil. También se desarrollará un Plan de Infraestructura Verde que permita mejorar la gestión y planificación de las zonas verdes urbanas y una ordenanza de protección del arbolado.
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