Enrique Arnaldo: «En la península aconsejo que se fijen en el modo canario de hacer política»
El jurista, que presenta 'El deporte en la literatura', desgrana su ensayo y analiza la ley de Eficiencia y la independencia judicial
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid en 1979, alcanzando el grado de Doctor en el año 1995, Enrique Arnaldo Alcubilla es letrado de las Cortes Generales, magistrado del Tribunal Constitucional desde 2021 y presidente de la Conferencia Iberoamericana de Justicia Constitucional desde 2022. También fue vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y encargado de Canarias entre 1996 y 2000. El pasado 24 de septiembre de 2025 publicó el libro 'El deporte en la literatura', una combinación de pasión deportiva y talento literario.
–Recientemente ha publicado el libro 'El deporte en la literatura', ¿Qué lo llevó a unir dos mundos que aparentemente pueden estar distantes en un mismo ensayo?
–Durante más de 10 años formé parte de distintos comités de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), los de competición, apelación e incluso del jurisdiccional. Más adelante fui presidente del Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) entre 2014 y 2018. Tuve también la oportunidad de codirigir un libro sobre el régimen jurídico del fútbol profesional con la Liga de Fútbol Profesional (LFP). Esto justifica mi vinculación con el deporte y explica mi pasión por esta actividad. Pero a la vertiente jurídica he de sumar la de deportista ejerciente y la de espectador, o sea la forma activa y la contemplativa. Al tiempo soy un lector entusiasta y en la pandemia descubrí en sucesivas lecturas de novelas la relativa relevancia que el deporte tiene en la vida de los personajes, en expresiones muy distintas. Las dos pasiones logré hacerlas compatibles y construir un libro también apasionado.
-¿Por qué cree que tradicionalmente las élites intelectuales han despreciado el deporte como objeto literario?
–El desprecio se ha concentrado sobre todo en relación con los deportes de masas, como es el fútbol, que se han considerado como una afición digamos conservadora. Ha sido más una pose de pseudointelectuales que, en realidad, disfrutaban a escondidas o sin hacer partícipes a sus conocidos. Pero Pier Paolo Pasolini, Javier Marías, Eduardo Chillida, Philip Kerr, o Manuel Vázquez Montalbán, entre otros, que son enfervorecidos seguidores de un club, y hasta brillantes practicantes (como lo fue Albert Camus), demuestran que el deporte es de y para todos los coeficientes intelectuales.
-Usted compara el estadio con una catedral moderna. ¿Cree que el fútbol ha ocupado hoy el lugar de la religión en la construcción de identidades colectivas?
-Fue Desmond Morris en 'El deporte rey' de los primeros que destacó la indudable significación religiosa de los eventos futbolísticos; Vázquez Montalbán escribió que el fútbol es la nueva «religión laica»; y Eduardo Galeano, que el estadio es un templo en el que se celebra una misa pagana ante miles de devotos que se llaman hinchas. El deporte crea e inculca valores individuales y para la vida en comunidad. La sociedad contemporánea no deportivizada sería otra totalmente distinta.
-¿Hasta qué punto el deporte educa en valores... y hasta qué punto puede fomentar fanatismos y violencia?
-Es cierto que la pasión deportiva puede derivar en fanatismo ciego, enfermedad corrosiva contra la que debemos luchar porque supone una degeneración que rompe con el ser y el deber ser del deporte. La violencia no es ajena a la derivada fanática. Recordemos hechos nefandos como la furia en el estadio de Heysel entre el Juventus y el Liverpool o la tragedia de Hillsborough entre el Liverpool y el Nottingham.
-¿Qué paralelismo observa entre el respeto a las reglas del deporte y el respeto a las normas en la vida democrática, que usted también estudia como jurista?
-El deporte solo puede definirse como tal en cuanto está regido por unas reglas formalizadas pues solo así se garantiza la igualdad de oportunidades entre los que compiten. De otra manera el deporte sería el reino de la anarquía o el gobierno del más poderoso. Las reglas formalizan el 'fair play'.
Toda actividad humana debe acomodarse a unas reglas, las fije el Estado, las fije una asociación, un club o una iglesia. El Derecho es el instrumento convivencial necesario para la vida en comunidad.
-Su ensayo rescata voces femeninas en la literatura deportiva. ¿Cree que aún falta recorrido para la plena visibilidad de la mujer en la literatura deportiva y en el propio deporte?
-Lili Álvarez, la primera gran tenista española, dejó escrito que el deporte es «la manifestación moderna de la feminidad nueva, más consciente, pero siempre femenina». Aunque la mitología griega y latina nos hablan de alguna heroína deportista como Hero o como Atalanta, lo cierto es que la incorporación decidida e integral de la mujer al deporte es contemporánea, tanto en la práctica amateur como en la profesional, alcanzando marcas extraordinarias, y en no poca medida a la asistencia a los espectáculos deportivos, y por supuesto, el periodismo deportivo.
-Usted es magistrado del Tribunal Constitucional y al mismo tiempo un apasionado del fútbol y el pádel. ¿Cómo conviven el rigor jurídico y la emoción deportiva en su vida?
-No hay contradicción, sino complemento. Desde luego acepto bien los malos golpes con el palo de golf o con la raqueta de pádel. Me reprocho el error o la falta de rigor que, sin embargo, me exijo para el examen de un asunto jurídico, sin duda menos emocionadamente que un partido de tenis o asistir, como tuve el placer de hacerlo, a la final de la Eurocopa en Kiev en 2012 en la que España ganó a Italia 4 a 0, con goles de David Silva, Jordi Alba, Fernando Torres y Juan Mata.
-Si pudiera elegir un deporte para que se escribiera la «gran novela del siglo XXI», ¿cuál sería y por qué?
-Sin duda el que ofrece mayores posibilidades es el fútbol y si no, que se lo pregunten a Philip Kerr, autor de una trilogía en la que las respectivas novelas de intriga tienen como trasfondo un club de fútbol. El balompié reúne todos los ingredientes.
-Usted coordinó el libro 'La Comunidad Autónoma de Canarias ante el Tribunal Constitucional: 1982-2022' y fue vocal delegado en Canarias y de Castilla y León. Las islas soportan la tasa de litigiosidad más alta del país con 212,5 asuntos por cada 1.000 habitantes, ¿puede afectar a la implantación de la Ley de Eficiencia?
-No debo pronunciarme sobre la implantación de la Ley de Eficiencia pues hay varios procedimientos pendientes de resolución en el Tribunal Constitucional, aunque ninguno de ellos afecta a la puesta en marcha de los tribunales de instancia, pero en cualquier caso dudo mucho que esto vaya a tener algún efecto sobre la tasa de litigiosidad del archipiélago. Es elevada en nuestro país, a pesar del dicho de «tengas pleitos y los ganes». Con demasiada naturalidad y a veces precipitación se formulan demandas y denuncias que se llevan hasta el final, desechando cualquier posibilidad de acuerdo o arreglo, es decir somos menos dados al pactismo que a la confrontación en un procedimiento judicial para que resuelva un tercero, el juez.
-La independencia judicial es otro de los términos que por desgracia está de moda en nuestro país. ¿Cree que se está dudando de los jueces? ¿Qué opina de esas insinuaciones?
-El poder judicial es el que equilibra el sistema. Mientras que los otros dos poderes son políticos, el judicial es la voz del Derecho, que es el que da nombre a nuestro Estado, Estado de Derecho. Garantizar y respetar la independencia judicial es un deber fundamental y exigible a los poderes políticos y a sus actores. Poner en tela de juicio o dudar de la independencia del Judicial como poder o de todos los jueces (o algunos de ellos) que forman ese poder, es infringir un daño terrible, y además, irreparable, a la democracia constitucional.
-Juan Luis Lorenzo Bragado, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, dijo en la apertura del año judicial que aquí no se está percibiendo ese clima de tensión porque se hace una política al «modo canario». ¿Cómo se está viviendo en Madrid todo este nuevo panorama?
-Soy madrileño de nacimiento, pero adoro Canarias y a los canarios, y en razón de ese doble vínculo percibo sin dificultad las diferencias de carácter entre cómo nos tomamos las cosas en el centro peninsular (la burbuja madrileña) y en el archipiélago, generalmente más tranquilo, mesurado y prudente. Fui vocal del Consejo General del Poder Judicial y encargado de Canarias entre 1996 y 2000, y pude comprobar entonces y luego ratificarlo, que en esta tierra impera el respeto hacia la labor de los jueces. Obviamente siempre alguna de las partes en cualquier pleito, generalmente la que pierde, discrepa de la resolución y la critica, pero lo hará siempre de modo razonado. A las razones del juez opone las suyas. Aconsejo que en la península se tome buena nota del modo de los modos y maneras canarias.