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«El tai chi es medicina», asegura Consuelo Danso sobre la disciplina que, a sus 96 años, practica «cinco días a la semana» en el Centro Deportivo Las Rehoyas. Un espacio que está de aniversario, ya que este 14 de abril cumple 20 años desde su puesta en marcha, y del que puede presumir de ser la usuaria de más edad.
«Esto me da vida», asegura quien comenzó a hacer uso de las instalaciones en 2009, año en el que «me quedé viuda en Tenerife y mi hijo me agarró y me trajo para acá», dice con mucho humor sobre su cambio de residencia al barrio de Schamann.
Precisamente la cercanía con su nuevo hogar le hizo descubrir, recién llegada y cuando aún «no conocía nadie», unas dependencias que dieron un giro a su vida. «Vi que bailaban, aunque en realidad lo que estaban haciendo era tai chi, y me dije: aquí me apunto yo». De eso han pasado 14 años y cree que es la mejor decisión que pudo tomar.
«Estoy muy contenta porque esto me ha dado la vida», comenta sobre una actividad que además de contribuir a mantenerla activa, le ha permitido hacer muchas amistades. Prueba de ello son las compañeras con las que acude a las clases que imparte. «Ayoze, que explica muy bien», dice sobre su monitor.
«Esto es una cosa tan buena que yo creo que me aguanto con 96 por el tai chi, y es que no he perdido ni un solo día porque yo nunca estoy enferma», dice provocando las risas de sus compañeras y de su hijo Ernesto Rossger, que reconoce que empezó «acompañando a mi madre y me enganché», y desde hace «cinco años» es uno más del grupo.
Yolanda Rodríguez es otra de las integrantes de este grupo de mujeres vitalistas con ganas de mantenerse activas. Por eso a sus 83 años tampoco falta a sus clases. «Estoy desde que abrió el centro», dice satisfecha de seguir con una actividad que le supone «muchísimo porque me puedo defender para subir y bajar unas escaleras, porque movemos todo».
Los 89 años de Soledad Santana no son ni mucho menos impedimento para acudir a unas instalaciones que transita «desde hace 18 o 19 años». «Estoy operada de las rodillas y para mí es una maravilla venir y disfrutar», comenta.
Chona García tiene 82 primaveras y es una usuaria incondicional del complejo de Las Rehoyas. «Me apunté el mismo día que se abrió», dice sobre unas instalaciones en las que ahora practica tai chi pero en las que empezó «en la piscina».
También la natación es lo que atrajo a María del Carmen Díaz al complejo de Las Rehoyas. En su caso puede colgarse la medalla de figurar en la base de datos como la usuaria que más años lleva inscrita. «Empecé el 14 de abril de 2003 y nunca me he dado de baja», dice sin ocultar su orgullo.
A sus 84 años explica que tras «aprender a nadar mejor, empecé con el aquagym, que es estupendo porque estamos 45 minutos sin parar». Dice que perder el año pasado a la vecina con la que acudía siempre le ha afectado, pero sus hijas la animan a seguir. Además de que tiene muchas amigas. «Parecemos unas locas en el aquagym», dice entre risas.
Estas usuarias son solo el ejemplo de las muchas personas que acuden a las instalaciones en la actualidad y a las que suman nuevos adeptos. Como Pedro Salazar, que lleva apenas un mes y se muestra encantado con el gimnasio porque «está muy bien equipado», comenta mientras realiza su rutina de ejercicios.
Yonay Sánchez también es una de las últimas incorporaciones. En su caso estuvo hace unos años y ahora ha vuelto con toda la familia. Afirma que en este periodo de ausencia el centro ha mejorado notablemente en equipamiento y en oferta de actividades.
Lara Rodríguez, coordinadora de atención al cliente, apunta que el complejo deportivo que gestiona Solventia tiene actividades dirigidas a un amplio rango de edad, «que va desde los 6 meses a más de 100 años», en una decidida apuesta por atraer a un público familiar.
Explica que en estas dos décadas han sido «más de 140.000» las personas que han acudido a un espacio que no solo ha servido para mejorar la calidad de vida de los residentes en Las Rehoyas y de los barrios colindantes, sino que ha actuado como elemento de cohesión de sus habitantes.
De ello ha sido testigo Sila Pérez, la trabajadora más antigua del centro deportivo, ya que comenzó «el 20 de marzo de 2003 haciendo las inscripciones en un contenedor». Recuerda «colas inmensas» pues la zona carecía de un equipamiento como este. «Fue un 'boom'», dice al recordar que «teníamos listas de espera de 3.000 y 4.000 personas».
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