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Cuentos para no pegar ojo

Francesc Zanetti / Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 30 de octubre 2017, 20:39

Desde Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Howard Philips Lovecraft o Washington Irving, pasando por Anthony Browne, Stephen King, Susan Hill o Clive Barker, el sutil flujo del miedo ha recorrido desde el principio de los tiempos la cotidiana historia de literatura universal.

Como advirtió Lovecraft, el cirujano del suspense y maestro estadounidense del relato de terror por excelencia, «la emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido». Quizás por ello pueda afirmarse que un género tan estrechamente ligado con las emociones primitivas como el cuento de terror, es tan viejo como el pensamiento y el lenguaje humanos. ¿Es posible que los fantasmas, las pesadillas, los ritos y las supersticiones nos puedan seguir asustando en pleno siglo XXI?

Tal vez para comprobarlo, la Biblioteca Insular (calle Remedios, 7) reúnió ayer y lo vuelve a hacer hoy (a partir de las 22.30 horas), víspera del Día de los Difuntos, a los narradores Néstor Bolaños, Laura Escuela y David Campbell para celebrar por undécimo año consecutivo su iniciativa denominada Cuentos de Miedo. Dicen que en esa biblioteca al lado de lo que fue un día un barranco, hay personas que prosiguen reuniéndose la víspera de la noche de los difuntos para recordar a la dama blanca. Dicen que cuentan historias y escuchan, y que lo hacen para que, con el milagro de las palabras vivas, ella pueda dormir tranquila entre las letras inmóviles de los libros.

Precisamente sobre esa dama blanca que dicen que antes incluso de que ese edificio fuese convertido en biblioteca ya existía en la que fuera la vivienda de doña Úrsula Quintana, y que sigue apareciéndose por los pasillos del edificio antiguo durante la noche, va una de las dos historias que planteará Bolaños. La otra, titulada Un poquito de azúcar, se inspira en una inquietante experiencia personal vivida hace años en Tejeda cuando una niña pequeña tocó en su puerta de madrugada para pedirle azúcar.

Estrategia adictiva. El cuentista grancanario, de 36 años, opina que el miedo atávico «es consustancial con el espíritu humano, porque en gran medida con él aprendemos a sobrevivir. El miedo conecta con el animal que somos y explica nuestra fragilidad. Siempre nos permite volver a la normalidad tras habernos mantenido atrapados de una manera positiva. Su estrategia es muy adictiva», dice. Para aquellos que quieran someterse a sus designios leyendo, Bolaños recomienda el libro Ajuar funerario (Ed. Páginas de espuma), una delicada joya escrita por el peruano Fernando Iwasaki, en la que logra concentrar en diez o doce líneas todo el escalofrío, la náusea y el desasosiego del género.

Ya lo dijo Borges. «No nos une el amor, sino el espanto». De eso sabe la tinerfeña Laura Escuela, que traducirá al español con posterioridad los que cuente el escocés David Campbell: una historia típica de la horripilante vida que sufrían algunos cuerpos después de la muerte en Edimburgo, otro basado en una canción tradicional escocesa y un tercero inspirado en una leyenda japonesa.

Escuela es también narradora profesional. Comenzó su actividad vinculada al Festival Internacional del Cuento de Los Silos, especializándose en literatura infantil, la narración oral escénica y la mediación y promoción lectoras, aunque buena parte de los últimos años su experiencia ha girado también en torno al mundo de la música, el arte y las personas con diversidad funcional.

«Creo que en la literatura atrae mucho la sensación de vértigo que da el miedo, un miedo que nos hace sentir seguros porque lo observamos desde la barrera, apenas nos moja. Nos sabemos o nos creemos a salvo. Es una emoción humana que nos permite evolucionar, protegernos unos a otros, crecer», subraya la cuentista. Durante la sesión que protagoniza junto a Campbell señala que se propondrá combinar los elementos adecuados para conectar nuestra fantasía con nuestra sinrazón.

Para Laura Escuela una buena historia de terror «debe partir del abandono emocional del oyente. Hacemos reír al público, hacemos que se relaje y se sienta como en casa. Después llegan los silencios, las imágenes de pesadilla, la creación de la atmósfera, los escalofríos, un susto en algún momento. Debe ser, primero, un buen cuento, y estar bien contado. Lo demás es cosa, sobre todo, de cementerios. ¡Ay, qué haríamos en la noche del 31 de octubre sin la muerte!», exclama quien asegura sentirse seducida por la obra de Edgar Allan Poe, Mary Shelley y Stephen King, entre otros.

El repertorio del aclamado narrador escocés David Campbell recorre las verdes praderas de Irlanda y Escocia, deteniéndose en la ancestral tradición celta que combina con historias de aventuras y romances, de fe y amor, en las que nunca falta una buena dosis de humor extravagante. La dimensión sobrenatural y el mundo de las hadas y la legendaria gente de seda se han colado en su dietario narrativo.

David pasó de la enseñanza de la literatura inglesa a la producción de programas de radio para la BBC y de ahí a la narración oral. Su sentido de la diversión y el amor a la vida atraen al público antiguo y joven. Puede que tenga razón aquel periodista del Times que lo describió como «el único hombre lo suficientemente valiente como para montar una moto con su falda escocesa». Desde 1995 cuenta sus historias en el Scottish Storytelling Centre (SSC), el antiguo Netherbox Theatre.

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