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«Solamente pedimos una capa de hormigón de 10 centímetros con un mallazo de 8 para que puedan circular las personas y los vehículos y que esto sea, en pleno siglo XXI, algo acondicionado a las necesidades del barrio». Es lo que demanda José Casimiro, vicepresidente de la asociación de vecinos Camino de Leñadores Salto del Negro, para calles de este barrio del Cono Sur como Puebla, Potosí o Monterrey. Una «lucha vecinal» que recuerda suma «más de 20 años».
«Aquí han estado distintos partidos políticos viendo la zona y, sinceramente, haciendo el paripé», expone el portavoz vecinal. Añade que «nos dicen que como hay pocas casas -unas 22 viviendas- y la inversión es de un calibre de 3 millones y pico de euros, no les es rentable».
Recuerda que en su día «Nardy Barrios se comprometió a hacer cinco calles, de las que se hicieron tres: Pinar del Río, parte de Camagüey y Cárdenas. Pero dejaron Monterrey y Puebla pendientes de acondicionarlas».
Las citadas vías se encuentran en tan mal estado que muchos no se atreven ni a transitarlas por miedo pisar donde no deben. Carmen Nieves Medina, vecina de la calle Puebla, lo sabe de primera mano. «Me caí sobre una piedra y estoy condenada para toda la vida, porque es crónico», afirma.
Apunta, además, que ese incidente le ha dejado secuelas físicas pero también psicológicas. «Tengo que ir a rehabilitación día sí día no, y no sabe lo mal que lo paso al tener que caminar por donde me he caído». Dice que el estrés que le genera esta circunstancia es tal que «me estoy planteando vender mi casa», la misma que habita hace 36 años.
Su marido, Manuel Matas, explica que el deterioro de la vía limita los servicios que reciben. «Un taxi mismo no te viene», asegura, y «pagamos el catastro igual que los demás», expone. «Esto se está poniendo muy difícil y cada vez somos más mayores», remarca Carmen Nieves.
«Y la compra tampoco te vienen», apostilla Casimiro en alusión a las pegas que ponen los supermercados debido al estado de unos accesos que compromete los vehículos.
Yurena Perdomo apunta que ni las ambulancias quieren acudir y recuerda que cuando su padre, ya fallecido, necesitó traslado médico «lo tuve que llevar yo al hospital, porque la ambulancia no quiso entrar en un tramito de carretera» que da acceso a Pinar del Río, la calle en la que vive «hace casi 40 años».
Historias como estas son las que han llevado a Dina Santana, una joven vecina del barrio, a recabar firmas que ha presentado en el Ayuntamiento capitalino junto a un escrito dirigido al alcalde, en el que le recuerda el «compromiso» que adquirió «en 2018» en su visita al barrio «de arreglar estas calles».
Explica que puso en marcha esta iniciativa para tratar de conseguir lo que los vecinos de más edad llevan décadas solicitando. Y señala que pudo reunir 227 apoyos ya que residentes de calles que sí tienen sus accesos acondicionados respaldaron una petición que entienden justa.
Es el caso de Emilio Montesdeoca que aunque vive en la calle Marianao, que no tiene estos problemas, apoya a unos residentes que «fabricaron antes que yo, y ya llevo 35 años aquí». «Esto clama al cielo, es tercermundista, esto no tienen nombre», agrega.
Dina insiste en que son muchas las dificultades que afrontan los vecinos y condicionan sus vidas. «Pues hay gente que ha tenido caídas» pero también es complicado transitar «para una embarazada, para gente que vaya con carros de compras» o para casos como el suyo, «que tengo a mi padre en mi casa porque es inviable sacarlo por aquí con su silla de ruedas, porque no se puede con esta carretera».
Juan Carlos Conesa es una de las personas con movilidad reducida de esta zona alta del barrio y reconoce que moverse con una muleta por la zona es harto complicado. «Esto es un problemón y me condiciona porque no puedo salir a pasear y si lo hago es con el riego de caerme al suelo con una piedra», indica. Además de que «no hay iluminación más que la de la puerta de la casa».
«Se gobierna para las mayorías pero no para las minorías», critica Juan José Rodríguez, que también se ayuda de un bastón para andar. «Nadie le presta atención a Santo del Negro», se queja al aludir a otras carencias de la zona, como el alcantarillado.
«Hay un montón de pozos negros», corrobora José Afonso, que reside hace más de tres décadas en la calle Puebla.
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