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No hay jornada que compita con el 5 de enero en Las Palmas de Gran Canaria. Ni el carnaval ni el fútbol alteran tanto los biorritmos de una ciudad como la llegada de los Reyes Magos. Todos los días empequeñecen ante la vitalidad de una festividad que nace a poco de que salga el sol y para la que noche no resulta suficiente. Más de 150.000 personas se adueñaron este jueves de la calle: unas 8.000 personas por la mañana mostraron que el encuentro Puerto-Ciudad no solo es posible, sino que resulta necesario e irrenunciable, para que lo tengan en cuenta sus majestades de Oriente; otras 120.000 personas, entre niños y niñas, pequeños algunos y desatados en el interior de adultos otros, acudieron a la gran cabalgata; y 40.000 más fueron a Triana, ya a oscuras, para acortar la noche. Y eso que no entran en esta estadística todos los demás que apuraron hasta el final los encargos a Melchor, Gaspar y Baltasar.
Los bordillos apenas contenían la abarrotada alegría y la ilusión de los más pequeños, que no dudaban en portar carteles que dejaban claro que «hemos sido muy buenos». Por si había alguna duda, quedó despejada en el mismo momento en que se inició la cabalgata con personajes del Rey León, un coche lleno de protagonistas de Harry Potter, algunos cazafantamas y la guardia imperial de Star Wars. Fue el anticipo de las nueve carrozas -encabezadas por el vehículo adaptado para personas con movilidad reducida- que precedían a los carteros reales y, por fin, a los Reyes Magos.
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arcadio suárez
La cabalgata arrancó con un cierto retraso y se inició con un ritmo más pausado de lo normal porque la Policía Local no autorizó la salida hasta que todo el recorrido estuvo expedito y los cruces de tráfico estuvieron cerrados y asegurados.
Pero fue la gran afluencia de personas la que obligó a mantener un paso pausado, puesto que los niños trataban de acercarse lo máximo posible a sus majestades de Oriente para entregarles las cartas con las peticiones, lo que obligaba a ralentizar la marcha de la comitiva real.
Se notaba que había ganas, tras dos años sin vivir esta experiencia. El presidente de la Casa de Galicia, Albino Aneiros, resaltó la gran afluencia de personas, sobre todo en Mesa y López, el parque de Santa Catalina y la calle León y Castillo.
La falta de policías también se dejó notar. «Un acto como éste se solía hacer con 80 o 90 agentes, pero este año solo hay 15 policías y 24 vigilantes de seguridad privada para controlar los cruces», explicaron algunos agentes.
No obstante, tras el paso silencioso por la zona para niños con trastornos del espectro autista, la cabalgata tomó un buen ritmo, lo que permitió que el pasacalles finalizara dentro del horario previsto.
Pese a que el desarrollo de la cabalgata obligó a cortar el tráfico en más de sesenta calles de la capital grancanaria, el tráfico no se resintió mucho y durante todo el día pudo circularse con cierta fluidez. Tan solo hubo retenciones a mediodía, en la salida del Sebadal, La Isleta y el Puerto.
Entre los asistentes hubo quejas por la altura a la que iban sus majestades en los vehículos especiales, apartados ya los camellos por el estrés que sufren los animales en eventos masivos.
Tampoco hubo muchas incidencias. Tan solo se detuvo una persona por un robo en un establecimiento de Alfredo L. Jones, y el traslado de una niña al centro de salud de Venegas por un desvanecimiento.
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