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El programa de control de la población de culebra real de California en Gran Canaria no da abasto y no logra evitar la expansión de esta especie invasora por la geografía insular. Con un nuevo récord de capturas durante 2018, cuando fueron atrapados 1.079 ejemplares en total, más del triple que en 2012, la mancha que deja en el mapa la geolocalización de las capturas no deja lugar a la duda: cada año ocupan más territorio.
Con más de 6.000 ejemplares capturados desde 2007, no es que el programa de erradicación de la culebra real sea ineficaz y no haya contenido su colonización, es que resulta insuficiente para frenar y reducir la población de un ofidio introducido en un hábitat en el que carece de depredadores y todo son ventajas para su supervivencia.
Teniendo en cuenta que la mitad de los ejemplares capturados son hembras y que tienen puestas anuales de una media de diez huevos, las culebras reales que han dejado de nacer en Gran Canaria gracias a las capturas del programa de erradicación no serían menos de 30.000 en el mismo periodo. El cálculo, en todo caso, es a la baja.
Los primeros indicios de su presencia en la naturaleza insular se remontan a 1998, aunque la naturalización no es constatada hasta 2004. Entonces ya existía una población estable en la zona de La Solana/San Roque (Telde-Valsequillo) de un reptil introducido, fuera deliberadamente o por negligencia.
El núcleo principal de esta subespecie de serpiente inofensiva para el ser humano no ha dejado de aumentar ni de ser el más grande y ha incorporado ya territorio de Santa Brígida y San Mateo. Ubicado en el noreste, la superficie estaría entre 40 y 80 kilómetros cuadrados.
No tardó en aparecer otro núcleo secundario de población en Gáldar, que tampoco ha dejado de crecer y ocuparía en torno a 11 kilómetros cuadrados de territorio que, al oeste, limite casi con el municipio de Agaete, donde no se han detectado pero son esperadas.
A esos dos núcleos iniciales declarados en la isla se unió un tercero desde el año 2015 con epicentro en la zona de Montaña La Data, en San Bartolomé de Tirajana, que afectaría a cuatro kilómetros cuadrados y suma cada año más capturas. Además, por encima de esta mancha, a mayor altitud, han aparecido ejemplares sueltos a distancias del núcleo que no resultan naturales en la especie.
Y a la vista de los ejemplares cogidos en los últimos años el programa de control cuenta ya un cuarto núcleo en el entorno del barranco Guiniguada, en la capital, desde la trama urbana de la ciudad baja y cauce arriba, hasta casi el límite con el municipio de Santa Brígida.
El postLife que el Gobierno de Canarias y el Cabildo financian actualmente a medias para mantener el programa de control de la culebra real tiene trampas, un dispositivo de recogida operativo todo el año y una aplicación que facilita la colaboración ciudadana, además de organizar acciones de concienciación y voluntariado activo.
Ahora, casi como las serpientes, opera al ralentí hasta que la especie invasora entre en su periodo más activo, los cuatro meses que transcurren entre marzo y junio, aproximadamente, aunque oscila algo en función de las condiciones climatológicas reinantes. De hecho, en lo que va de 2019 se han recogido más ejemplares que nunca en estas fechas de invierno, probablemente por efecto de la calima.
Con una dieta basada, según las necropsias, en un 94% en reptiles, en un 3% en pequeños mamíferos y en el otro 3% en pequeñas aves, la especie Lampropeltis getula californiae se está comiendo literalmente a los reptiles endémicos de la isla, el lagarto Gallotia stehlini y la lisa Chalcides sexlineatus.
Los números dicen que las culebras capturadas en 2018 multiplican por 11,60 las cogidas en el primer año de puesta en marcha del plan, 2008. Fueron 93 ejemplares. El ejercicio siguiente, primero de doce meses completos, se capturaron 131, es decir, poco menos de una octava parte.
En relación a años precedentes, la cifra de animales apresados aumenta en poco más de 180 ejemplares en comparación a la de 2017 y en más de 270 en relación a 2016.
El proyecto ha pedido la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para la búsqueda de métodos de control biológico que pongan freno a la expansión. En función del compromiso que adquiera este organismo del Estado cabe ampliar la financiación para los trabajos de investigación aplicada que haría el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología.
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