Vladimir Putin durante la Quema de Judas de Teror hace algunos años.José Luis Yánez
El Judas de Teror
No es más que un hecho cultural en el que con quemar la imagen basta para sentir que se castiga la crueldad y se puede seguir viviendo otro año más en convivencia con la maldad del mundo
José Luis Yánez
Cronista Oficial de Teror
Domingo, 20 de abril 2025, 22:59
«Se echaban muchos voladores y cámaras, siendo los primeros 30 y las segundas 16. Por último, pegaban fuego a Judas, aunque ya no lució, ... por la lluvia y fue de ver los saltos que el diablo daba sobre el Judas, porque estaba el diablo sentado sobre los hombros de Judas como ahorcándolo; tenía mucho fuego, cada piña tenía una docena de truenos, fuera de otros el Judas de San Agustín lo tenían entero, arrastrándolo los muchachos en la plaza de la Pila Seca». Así lo describía a mediados del siglo XVIII el memorialista tinerfeño José de Anchieta y Alarcón.
Según Manuel Hernández González, uno de los lugares donde más tradición y fama tenía era en el Puerto de La Cruz. Se tiene constancia en manuscrito que «los comerciantes irlandeses introdujeron la costumbre de posar en las ventanas de sus casas y balcones durante la Semana de Cuaresma un pelele, cuyos mamarrachos eran quemados las mañanas de Pascua. Pero como eran muchos los peleles a quemar se unificaron voluntariamente, acordándose hacer uno solamente y en plaza del Charco de Los Camarones quemarle, dándole el nombre de Judas Iscariote» a partir de 1750. Aquel año, José de Viera y Clavijo, subido sobre unos zancos, leyó a la concurrencia los siguientes versos escritos por él mismo: «Soy Judas, aquel traidor que sin conciencia ni fe por un vil precio entregué al más potente Señor. Yo soy aquel que al furor de un pueblo cruel e insolente expuse al hombre inocente y llevarlo en capilla metido, ya todos me habrán entendido, que quiero morir inocente». A este respecto, Eduardo Benítez Inglott afirmaba que «fue antaño muy popular en Las Palmas el revienta Judas de la madrugada de Pascua de Resurrección. Según oímos referir en nuestra niñez a personas ancianas, consistía tal suceso en colgar del campanario del convento de San Pedro Mártir, en la plaza de Santo Domingo, un gran pelele presentando al apóstol traidor y que contenía en su panzudo vientre unos cuantos gatos vivos y gran cantidad de triquitraques y algunas bombas. Se daba fuego al pelele en la fecha citada, lo que originaba el estallido de bombas y triquitraques con el pánico consiguiente de los gatos que, mayando desaforadamente, caían a la plaza con la consiguiente algarabía de la muchedumbre que huía de los enfurecidos felinos entre gritos y risotadas. La exclaustración del año 1835 dio el golpe de muerte a tal espectáculo popular».
Asimismo, en Telde y también desde muy antiguo la plaza del Convento de San Francisco era el lugar elegido para que la Cofradía del Santísimo Sacramento existente desde el siglo XVI celebrara de su propio pecunio un acto similar en la ciudad. El sacerdote Pedro Hernández Benítez dice que la cofradía «costeaba desde muy antiguo los fuegos del revienta Judas, especie de pelele lleno de materia inflamable untado de resina que contenía en su interior numerosos cohetes que producían sendas detonaciones y que se quemaba el domingo de Resurrección muy de madrugadita después de la salida de la misa, en medio de la algazara de la chiquillería y alegría de los mayores».
En otros lugares como Agaete, donde se cumplía con el rito de leer el testamento de Judas previamente a su quema hasta no hace muchos años, Valleseco, Arucas, Firgas, Agüimes, Moya o Guía o el barrio capitalino de Escaleritas por poner como ejemplos, el cierre de la Semana Santa con la horca y quema del apóstol traidor fue un acto festivo de los más apreciados y defendidos por la juventud de esas localidades pero que, por distintas cuestiones, fue desapareciendo hasta quedar únicamente en la Villa de Teror. Y en Taganana, como permanencia de un evento principalísimo de la Pascua de Resurrección de todo Tenerife.
Julio Caro Baroja, en su estudio sobre el carnaval, enlaza culturalmente sus celebraciones populares con las de la Semana Santa y hace capítulo afirmando que el Sábado de Gloria «se quemaba un muñeco al que llamaban Judas (sin duda en recuerdo del apóstol traidor) o, también, Mahoma». Hace asimismo una extensa relación de lugares donde se lleva a cabo el ritual de la quema del traidor; aderezándolo con destrozos a perdigonadas del monigote y a veces del actor que lo interpretaba; quema de parejas de monigotes, los judeses; lecturas de testamento; capeas de toros; flores en pretina del pantalón.
De esos Revienta Judas del Convento de Santo Domingo y de Telde procede la costumbre terorense de dar con este evento festivo, término al Triduo Pascual e inicio a la Pascua de Resurrección. Cierto es que la nota más macabra de todo el acto festivo, y divertido por otra parte, es que además de voladores y petardos al Judas se le rellenaba con gatos vivos a poder ser negros; que cuando el machango comenzaba a arder escapaban si podían antes de quemarse vivos dando maullidos y lanzándose sobre la gente. Quedó pervivencia de esa antigua costumbre y en Teror se escuchaba hasta que las prohibiciones del Gobierno de Canarias lo impidieron, como la gente gritaba cuando los cohetes salían de interior del Judas en todas direcciones hacia los asistentes, cómo estos corrían entre divertidos y asustados, gritando «que te arañan los gatos». Álvarez Rixo refiere que se creía que el gato era «el alma de Judas, y apalear al pobre animal cuando salía desesperado y chamuscado era la delicia de la función». En la Villa comenzó a realizarse a inicios del XIX en la Plaza del Pino y durante muchísimos años el discurrir por las calles y barrios culminaba en la madrugada de Resurrección enfrentándose al triunfante Cristo que volvía a la vida con el humillado traidor ahorcado frente a él.
En 1967, el sacerdote Gregorio Florencio Rodríguez nos dejaba esta detallada descripción de cómo el Sábado Santo de aquel año unos palos plantados en la plaza formaron una especie de cadalso y un descomunal muñeco, machango y risible visión de Judas Iscariote, se balanceaba con su horrible barrigota y bolsa de dinero. La música atacaba un pasodoble torero, y los chicos prendieron fuego al mogigando, obra exclusiva de ellos. Y Judas reventaba por los cuatro costados, convirtiéndose en una especie de pieza de fuego de artificio, estallando las bombas, saliendo al aire los cohetes voladores y los rabillos, cohetes desrrabonados que se dirigían a la multitud que corría entre risas. Otros bamboleaban al muñeco y los chiquillos le cantaban: Judas Iscariote vendió al Señor por treinta monedas que no gozó. Judas Iscariote vendió al Señor y ahora por eso lo quemo yo.
El Judas resultaba ser siempre un gigantón gordinflón, fofo, vestido con colores chillones y cretonas que solían regalar las tiendas de tejidos; michelinesco, herniado y capitoso, que llevaba en las articulaciones, panza y cabeza, tantas bombas como un castillo pirotécnico. El sábado por la tarde se paseaba por el pueblo al traidor en medio de la algazara de la población grande y chica, a horcajadas «sobre un burro que solía ser el de Toribio, a quien no le gustaba nada la hazaña, no sabemos si porque no quería que el que vendió a Cristo cabalgase indignamente sobre su asno, o porque al pobre jumento se lo molían a palos y carreras, y al día siguiente había que repartir el pan». Néstor Álamo escribió que el Judas de Teror era «siempre eso: Judas. Quiero decir, de tipo igual, o casi, vestido a la judaica más de guardarropía. La barriga del monifato era próvida, oronda y al llegarle el fuego saltaban de ella, escandalosos, cuetillos respingones y hasta gatos vivos enfuriados. En Teror han sabido navegar y sortear y conseguir con ello el triunfo. Cada año lo representa -a Judas- un tipo diferente».
Esta costumbre de singularizar al personaje se iniciaría en la década de 1970. Del pelele con ropajes de apóstol se pasó a lo largo del último tercio del siglo XX a significar a distintos personajes que, desde el mundo de la empresa, el deporte, el espectáculo o la política eran elegidos, lógicamente más por sus defectos que por sus méritos para arder en nombre de las ruindades de todos los demás. En la Plaza de Teror y luego en las ubicaciones de la Fuente de la Higuera y la Plaza de Sintes, ardieron cual ajusticiados inquisitoriales desde Jomeini hasta Farruquito pasando por Emilio Aragón, toda la plantilla de la U. D. Las Palmas, el príncipe Carlos de Inglaterra, Vladimir Putin o Gerard Piqué. Todo ello gracias a la maestría y la brillantez del trabajo de la familia Dávila, los fueguistas de Teror.
Para Felipe Bermúdez «este rito de la quema del Judas ha tenido un sentido variado, aunque todo va a centrarse en la muerte del pecado, expiración del mal. En definitiva, en la quema del Judas se quería expresar la solidaridad con Jesús y el estar en contra del traidor». Del traidor al pueblo, a los seres humanos en general. Por ello, si el vocerío juvenil ha sido muchas veces el de queremos pan, queremos vino, queremos a Judas colgado de un pino, con un letrero que diga colgado por asesino, se entiende ese sentido de disfrutar mientras se quema, pensando que ojalá con el muñeco desaparecieran las perversidades de tantos.
Quema de Judas en Teror.
José Luis Yánez
Es la aplicación de la corrección de hechos que la ciudadanía ve como profundamente injustos y que van desde el enriquecimiento de unos a costa de trabajos mal remunerados de una mayoría; penas insuficientes para delitos muy dolorosos y sentidos; liderazgos políticos que se convierten en dictaduras; ascensos sociales y económicos no justificados en los méritos; y hasta la pesadez de algún que otro personaje, como cuando con ello se argumentó la quema de Carlos Arguiñano. Es la justicia del pueblo, que muchas veces puede verse como ajusticiamiento, pero que en el caso que nos ocupa no es más que un hecho cultural en el que con quemar la imagen basta para sentir que se castiga la crueldad y se puede seguir viviendo otro año más en convivencia con la maldad del mundo.
Si sólo con eso se descargan los ánimos y las tensiones de una sociedad, bienvenido siga siendo el Judas de Teror y su reventazón.
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