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El director técnico Emergencias del Cabildo Gran Canaria, Federico Grillo. Juan Carlos Alonso
Director técnico Emergencias del Cabildo Gran Canaria

Federico Grillo: «El monte crece más de lo que somos capaces de limpiar. Necesitamos que las riendas se repartan»

Advierte de que la prevención de los incendios forestales no solo depende de la Administración, sino también de pastores, agricultores y vecinos

Francisco José Fajardo

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 23 de agosto 2025, 21:45

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–¿Está Gran Canaria preparada para un incendio forestal con estas condiciones de olas de calor, alta carga de vegetación...?

–La respuesta es muy relativa. Estamos mejor preparados, tenemos muy claro todo y hemos activado un montón de procesos de trabajo que tienen muy buena pinta. Ahora, necesitamos tiempo y que se vayan materializando porque la administración tiene una lentitud en hacer las cosas que, es normal, pero se nos van dos o tres años en ejecutar planes. Un ejemplo claro está con los pastores. Son unos grandes aliados y pueden crear zonas para defender de los incendios, áreas cortafuegos, lugares de baja carga... Lo que llamamos convencionalmente franjas cortafuegos que hay que crear alrededor de los pueblos. A ellos les damos superficies para pastorear, eso les va a ahorrar dinero en piensos y en forraje, y al mismo tiempo están prestando un servicio que, si lo hiciéramos nosotros, tendríamos que pagar dinero por desbrozar los terrenos. Como contamos con muchas superficies, con unos aliados y el ciudadano debería de verlo. Además produce un beneficio económico para el producto local ya que, por ejemplo, los quesos canarios tienen muy buena fama y, encima, ayudan a prevenir los incendios.

Ahora creemos que los agricultores deberían hacer lo mismo con esos cultivos existente alrededor de los pueblos. Lo vimos en incendios como los de Tenerife donde, cuando las masas forestales arden en condiciones brutales, el fuego te va echando, empujando, hasta que llega a las zonas de cultivo que son verdaderos aliados, son cortafuegos en forma de huertas o de viñas.

Se debería incentivar esa agricultura, y es tan sencillo como dejar claro que la prevención de incendios es tener alrededor de un pueblo un área de baja carga, descargada de combustible, zonas de pastoreo y esas estas huertas que nos vendría muy bien que estén limpias.

–¿Habla de tramitar subvenciones también para los agricultores?

–Claro, primero hay una parte que tienen que hacer los municipios, otra que hace el Cabildo y una tercera que gestiona el Gobierno de Canarias. Creemos que la parte municipal tiene mucho más margen, porque es la que está en contacto con los vecinos. Necesitamos los planes, no teóricos, sino reales de aplicación, donde se reúnan a los vecinos y se les diga que nuestro problema está en la parte baja del pueblo. Que tenemos un barranco cargado de maleza, las huertas abandonadas, viales que no nos dejan salir en caso de incendio y quedamos atrapados. Por lo tanto, en el área exterior de la urbanización, del barrio o de la zona, hay que fomentar todo lo que sea limpieza, cultivos o pastoreo. Hay que trabajar para que, si hay que evacuar o confinar en un incendio, que la gente tenga más o menos claro qué es lo que hay que hacer.

Luego podemos recordarlo u organizarlo, pero hay una parte importante y es que eso que están haciendo los vecinos, por ejemplo en los incendios de la península que es improvisado, se debe de realizar de forma planificada. Necesitamos que las riendas se repartan y no sea todo el Cabildo ya que hay una responsabilidad enorme por parte de la población. Esos planes precisan de dinero para ejecutar trabajos como puede ser un consenso entre ganaderos, agricultores, bomberos, gestores, la parte política... que entre todos se establezcan una serie de medidas. Por ejemplo, los bomberos necesitamos espacios seguros para trabajar, no podemos ir a un incendio, por muy arriesgado que sea para la población jugándonos la vida, cuando la probabilidad de atrapamiento es muy alta. Si es así, decidimos no entrar. Y esto es bueno que lo sepa la gente, que conozcan el concepto de espacio defendible. Si tu casa está en un sitio horrible, sin salidas, no hay muchas garantías, el fuego podría comportarse de manera extrema, estar fuera de capacidad de extinción. En este contexto, no hay espacio para protegerte, no hay zonas seguras para los bomberos y así, evidentemente, no van a entrar. Tenemos que ser conscientes de ello para poder tomar medidas.

Una de las cosas que llevo tiempo proponiendo es que al principio de verano, las asociaciones de vecinos, comunidades de propietarios, todo lo que es el campo... debieran de ser conscientes de que hay que hacer las tareas. Que sea con medios de la Administración o como sea, hay que buscar el mecanismo. El Cabildo, a día de hoy, no puede meterse en terrenos particulares porque sí, parece que todo el monte es de la Administración, pero más de la mitad es de propiedad privada. Y sobre todo en esas zonas peligrosas de medianía con paisajes de matorrales.

«Se debe incentivar la agricultura, tener alrededor de un pueblo un área de baja carga, nos vendría muy bien»

–¿Para ello no se tendrían que flexibilizar determinadas normativas que dificultan actuar al ciudadano?

–Es cierto que la Administración tiene que permitir todo esto que estamos diciendo que hay que hacer. Hay un mantra de que el Cabildo no te deja tocar nada y eso no es cierto. Llevamos años insistiendo que hay que limpiar la vivienda y para quitar la hierba seca alrededor de su casa, el ciudadano no va a tener ninguna pega. Se pueden quitar las cañas, las zarzas no están protegidas... Quien tiene que protegerse es el ciudadano Hay que quitar todo ese pasto seco, la hojarasca, la pinocha, todo lo que tengamos alrededor.

Es ideal podar los árboles. Si ya luego la masa está muy espesa y la tengo como muy encima de la vivienda, pues se habla, se pide la autorización y nosotros mismos fomentamos esa limpieza. No vamos a poner cortapisas.

–¿Ese proyecto de incentivar al agricultor está ya en la mesa del presidente del Cabildo?

–Mi compañero Didac Díaz está encargándose de todo. Se quieren crear áreas, la planificación está establecida y creo que va a pintar bien. Una pequeña ayuda al agricultor que pueda servir para la semilla o abonos, les podría beneficiar. El Cabildo lleva apostando desde hace años el proyecto de ecoisla y cada vez tengo más claro que tenemos que potenciar el concepto de comunidad, de pueblo, de asentamiento, donde tenemos un entorno que hay que protegerlo. Nadie quiere perder arbolado ni espacios naturales protegidos, pero esa visión de 'todo está prohibido', 'nada se toca', nos trae como consecuencia los grandes incendios.

–¿Pero no cree que esa esa visión de que todo está prohibido la tiene la sociedad con respecto a la Administración?

–Sí y está fundamentada aunque es complejo. Hay espacios naturales, reservas naturales especiales... Evidentemente, el Cabildo quiere que lo que está degradado, vaya mejor y lo que está súper bien, que se cuide. Pero en el pasado hemos sido muy restrictivos, y tuvo su justificación, pero tenemos que empezar a incorporar una perturbación que se llama incendios forestales, que es el que ha cambiado todo el escenario y está destrozando muestro ecosistema. ¿Queremos los incendios? No, por lo tanto debemos relajar las medidas, sobre todo allí donde hay personas, que es lo primero.

«Tenemos que potenciar el concepto de comunidad, de pueblo, de asentamiento, donde tenemos un entorno que hay que protegerlo»

–Cíteme ejemplos concretos.

–Por dar un apunte, el plan de gestión del parque natural de Tamadaba no contemplaba ciertas cosas como, por ejemplo, que los drones no pueden volar por seguridad de avionetas y, claro, no tiene nada que ver una cosa con la otra. Pues ahora se va a actualizar. Lo mismo pasa con algunas medidas de prevención que hay en ese lugar. Ahora no podríamos hacer quemas prescritas según la normativa y tenemos que actualizarlo porque eso nos va a ahorrar mucho trabajo en caso de incendio forestal Si queremos una gestión moderna y lo más amplia posible, con la nueva revisión debemos tocar ciertas cosas.

–¿Los planes municipales de emergencias no son ya obligatorios? ¿Cómo está Gran Canaria en ese sentido?

–Sí lo son y desde unos años la Fiscalía está advirtiendo que tienen que tener, aparte de esos planes de emergencia, un apartado específico de prevención de incendios. Eso conlleva una cartografía del lugar y todos los riesgos que se detectan, se ponen de manifiesto y se toman medidas de prevención y en el momento del incendio.

En lo que respecta a incendios forestales, este capítulo está prácticamente ausente en todos los planes de los municipios de la isla. Hay uno que lo ha hecho recientemente y la Fiscalía advierte que eso puede, si hay incendios, abrir la vía penal por dicha carencia. Es un agravantes.

Lo vimos en los incendios de la península cuando los ciudadanos se quedaban en el pueblo y hasta con el alcalde arengándolos. Se pueden producir atrapamientos masivos y por esto se necesita un técnico que evalúe la zona y redacte el plan. Eso no se está haciendo en Gran Canaria e incluso hay pueblos que todavía no tienen ni un plan de emergencia genérico. Es necesario que le metamos mano a este problema y reconozco que hemos sido muy pesados con los vecinos, pero el día que pase algo, que quede claro que nosotros se lo lo habíamos dicho. No podemos ser responsables de todo.

El Céntimo Verde va a ser una muy buena noticia porque hablamos de dinero que se traduciría, entre otras cuestiones, en ejecución de trabajos de limpieza. Eso va a dar empleo, podemos asentar gente en zonas rurales, pequeñas empresas se pueden instalar y tener contratos para hacer desbroces, limpiezas...

–Habla de muchas acciones que precisan de un gran presupuesto. ¿Es el Céntimo Verde la solución?

–Es una pequeña ayuda que no repercute en el bolsillo, igual que otras como consumir productos locales. Las cosas se hacen con dinero y hay una parte que podemos hacer nosotros, pero el mayor ejército que hay a la hora de limpiar las zonas rurales son sus usuarios. Entre todos, se puede conseguir.

Calculamos que el Cabildo puede trabajar actualmente en un 1% del territorio insular desarrollando actuaciones para que no se nos queme todo en caso de incendio forestal. Que las llamas tengan menos superficie porque hemos reticulado el terreno, porque le hemos puesto esas áreas que lo pueden frenar, esos sitios de oportunidad donde podemos hacer algo. Ahí va a haber que hacer inversión. Hay años que hacemos 200 actuaciones, otros 100... Ejecutamos repoblaciones que no parecen de previsión, pero lo son. Pero claro, el monte crece mucho más de lo que nosotros somos capaces de limpiar. Con el Céntimo Verde vamos a incrementar esas partidas para poder hacer trabajos, pero sobre todo queremos abrir esos nichos que antes nos veíamos imposibilitados como son los de las propiedades particulares.

Hay que dejar claro que cuando gastemos dinero público en terrenos privados, debe de ser con unas reglas del juego muy justas. Un mapa donde se establecen las zonas que hay que limpiar y esos propietarios que están dentro de ese mapa podrán pedir las ayudas con un reparto lo más justo posible. Eso es lo que se está diseñando y espero que el año que podamos empezar este trabajo.

«Aquí tenemos una de las peores interfaces urbano/forestales del planeta»

–¿Tienen medios técnicos y humanos suficientes como para abordar este gran proyecto?

–Sí, de hecho lo estamos haciendo. La parte del pastoreo ya tiene unas partidas anuales y un equipo técnico que funciona muy bien. Ahora se han incorporado un par de brigadas más con sus técnicos. Sí es cierto que no es abordable en todas las escalas. Nosotros, como administración, impulsamos cuestiones como las partidas específicas para protección civil en los municipios, para que compren vehículos, hagan planes... y hay ayuntamientos que han tirado esas partidas y otros que no. Si se quedan atascados esos presupuestos, el Cabildo decide coger las riendas y saca el proyecto para dotar a los ayuntamientos de vehículos, ropa y herramientas para los voluntarios. Hemos repartido equipos para 450 voluntarios. Nosotros entramos en algunas cosas y en otras, las intentamos impulsar y si no hay respuesta, le metemos todavía más ganas.

Pero hay una parte que tienen que hacer los ayuntamientos y espero que, con todo esto que ha pasado, vayamos teniendo conciencia política para darle prioridad a estos asuntos.

–Veo que es algo que le preocupa bastante...

–Ahora mismo, a partir de la cota 100 metros sobre el nivel del mar en el norte de Gran Canaria, tenemos que ponernos las pilas con escenarios de potenciales incendios en días muy complicados, fuegos que a veces caminan sin que haga demasiado calor.

«Hay pueblos en la isla que todavía no tienen ni siquiera un plan de emergencias genérico»

–¿Qué zonas de la isla le quitan el sueño?

–Como dije, desde la cota 100 en el norte. Hablamos de Las Palmas capital desde Almatriche, Las Mesas, nos vamos moviendo hacia Arucas, prácticamente desde el casco hacia arriba, todo lo que es Visvique hacia El Palmar, ya no te digo Teror, Valleseco, Firgas. Nos vamos trasladando a Moya desde Trujillo, incluso un poco más abajo ya hay palmerales y el barranco tiene ciertos problemas. Vamos tirando hacia Gáldar, Guía, El Risco, La Aldea... Todo lo que es la cota de 100 metros sobre el nivel del mar, tienen problemas. Hay muchas huertas abandonadas, laderas con matorrales, barrancos cargados, sobre todo, de cañaveral, palmeras... Con ciertas condiciones, esa energía almacenada se puede transformar en longitudes de llamas importantes y quedar el incendio, de esta forma, fuera de capacidad de extinción. Por lo tanto, la prevención empieza desde abajo para luego ir subiendo a Artenara por Fontanales, La Lechucilla, Valsequillo, San Mateo, Utiaca... Ahí ya estaríamos en el corazón del problema.

Tenemos posibles incendios que incluso pueden venir desde Tafira, recorriendo toda la cuenca del Guiniguada hasta llegar a Santa Brígida. Toda esa zona se la puede comer un solo incendio y, ¿qué necesitamos? Paisajes mosaicos, terrenos donde las llamas pierdan fuerza.

–¿Cómo se consiguen esos paisajes mosaico?

–Con cultivos, zonas pastoreadas, la propia interfaz urbana/forestal... Es decir, los pueblos no deberían de arder, tendrían que ser un cortafuegos donde el incendio baje de fuerza, pero como está el territorio ahora, las llamas podrían conectar cada vez más unas parcelas con otras al tener una mayor cantidad de combustible y, por ende, llamas mayores que provocan que se salten los pequeños cortafuegos.

Antes, una carretera a lo mejor servía para que el incendio no pasara porque estaba todo medianamente limpio. Ahora sí que traspasa esta línea, bien por paveseo o por grandes longitudes de llama. Entonces, se crea como un tsunami que quiere subir y comerse toda la cuenca. En la meteorología no podemos influir, pero sí en lo que tenemos por ahí tirado, lo que hemos dejado que crezca.

Luego está la segunda parte que es, en el momento del incendio, saber qué hacer, los protocolos y si me evacuo o me confino. La principal causa de muerte es la evacuación pero para el confinamiento tenemos que crear zonas seguras, por eso es necesario un plan de emergencias específico.

–¿La población está preparada para el concepto del confinamiento ante un incendio forestal?

–Tenemos que trabajar en ello y procuramos hacerlo ahora, porque luego nadie nos hace caso. Fuera de temporada de incendios, nuestro mensaje no tiene tirón ya que competimos con la Champions League, con la Liga y con Netflix. Sin embargo, cuando hay incendios estamos de moda, nos buscan, y entonces aprovechamos para meter cuñas y una de ellas es «protégete». En el confinamiento la comunicación es fundamental, enseñar que el vecino tiene que cerrar su casa, trabajar alrededor de la misma limpiándolo todo, quitando lo que arde fácil, retirar cortinas, sillones... Si nos quedamos confinados, nos metemos dentro y dejamos que el incendio pase y, a medida que se vaya calmando la cosa, planteamos salir y damos una vuelta a la vivienda y apagamos esos pequeños fuegos que se han generado en la ventana con un cubo de agua previamente cargado porque podría haberse cortado el flujo. Son cosas que hay que explicar a la gente.

–¿Apuesta por un cambio legislativo que les de más potestad para actuar sobre terrenos privados?

–En Gran Canaria hay muchísimo porcentaje de terreno rústico que no tiene propietarios conocidos o está abandonado y así es difícil actuar. Sé que están trabajando en una ley de incendios y espero que, entre los cabildos y el Gobierno, la tengan redactada para el próximo año. Esa ley debe abordar cómo vamos a entrar en la propiedad privada, porque está muy protegida. Hay que actualizar las reglas del juego obligando a cuidar los terrenos y, si no lo haces y esa desidia provoca que se queme una casa que está al lado, que tenga sus consecuencias.

A veces actuamos en municipios en los que nos encontramos zonas que pueden tener 150 propietarios y cuando intentas notificarles para que te autoricen la entrada con fondos de Cabildo, muchas de esas microparcelas son herencias con gente que no saben ni que tienen esas tierras. Esos expedientes se eternizan y necesitamos agilidad notificando nuestras actuaciones, por ejemplo en el bando municipal, en un boletín... donde los propietarios estén informados ya que es una cuestión de interés general y no vamos a afectar a nada. Se limpiará, se desbrozará el pasto, se cortará el matorral, se podarán los árboles y el propietario seguirá siendo el dueño, resolviendo nosotros el problema.

–¿Qué le parece la propuesta de un pacto de estado?

–Tenemos que marcar una línea común y ahí es donde creo yo que entraría ese pacto. Por lo pronto, se tienen que poner de acuerdo todos los partidos y lanzar así un proyecto que no sea político, que sea una cuestión social y técnica, que incluya qué hacer con la España despoblada, fomentando políticas, deducciones fiscales, ayudas o lo que sea. Que se fomente la actividad rural. Al menos ponernos de acuerdo en la parte de la emergencia. Luego, a nivel insular lo vamos a tener bastante más fácil porque son políticas que se han ido desarrollando y ahora, lo que queda, es ejecutar planes como el Céntimo Verde, la ayuda a agricultores y demás.

–Gran Canaria es pionera en tener equipos especializados en incendios trabajando todo el año, algo que se ha echado en falta en zonas arrasadas de la península.

–Nosotros tenemos una corriente que se está siguiendo en otros lados. Trabajamos el concepto de profesionalización y formación. En 2004 empezamos a coger al personal fijo y creamos los equipos Presa con una alta especialización, una formación tremenda. Nos apoyamos del concepto de Espartano, pocos, pero bien formados. Ahora, hemos extrapolado esa mecánica al resto del personal de la Unidad Operativa de Fuegos Forestales (UOFF).

–¿Y cuándo darán el salto a la categoría de bomberos forestales?

–Estamos pendientes de cierta documentación que tiene que venir de la Seguridad Social y del Gobierno de Canarias para ya dar ese salto como Cabildo. Evidentemente hay una cosa que no podemos obviar, que los sueldos del personal de incendios vienen de peones. Ha ido pasando de un trabajador peón, operario y ahora sería de bombero. Ellos reclaman unos sueldos un poco más dignos y es una parte donde hay que hacer análisis, porque uno de los grandes problemas que tiene la Administración es la Ley de Estabilidad Presupuestaria, que no te permite incrementar el capítulo de retribuciones del personal en unas cantidades muy altas. Ahí, aunque quiera el Cabildo, no va a ser fácil, pero evidentemente tenemos que ir hacia eso.

–¿Cuánto cobra un Presa en Gran Canaria?

–Aquí varía mucho porque los trienios te van aumentando y demás y luego el sueldo se reparte entre guardias y antigüedad. Hay diferencias entre unos y otros, pero pueden estar en torno a los 1.300, 1.500 o 1.600. Entra dentro esa horquilla de quejas que se escucha en los equipos de extinción que trabajan en la península que, por 1.300 euros, también se juegan la vida. Aquí estamos especializados, pero en condiciones económicas los sueldos son un poco bajos. Sería justo incrementarles las retribuciones, pero aunque queramos, nos topamos con el problema de la estabilidad presupuestaria. Esto al final tiene que solucionarse de forma profesional.

–¿La plantilla de Medio Ambiente del Cabildo es la necesaria?

–Siempre va a haber poco personal, esto lo tenemos que asumir, pero dentro de lo que sería la excelencia, vamos en buen rumbo. Tenemos cosas muy buenas, pero también mejorables, fortalezas y debilidades, aunque siendo honesto, nos falta algo de personal.

Queremos potenciar más los equipos Presa, que son de seis componentes, y pasarlos a brigadas. La patrulla que hay en Tafira, también que se convierta en una brigada y trabajar en la adquisición del centro que hay al lado de la base para contar con unas instalaciones más grandes.

Dentro de todo, creo que tenemos un servicio moderno, motivado, gente muy profesional que se toma su trabajo en serio. Además, estamos potenciando cosas muy novedosas como es el factor humano incorporando una psicóloga que se mete dentro del sistema y trabaja a nivel de equipo.

Para que te hagas una idea de lo que soporta este personal, el de los bomberos es uno de los colectivos con más tasa de suicidios. También un alto índice de cáncer, sobre todo en hombres, por la inhalación de humo. Viven en una preocupación constante ya que se la juegan en cada incendio.

Aquí tenemos una de las peores interfaces urbano/forestales del planeta, de Europa por lo menos, y eso genera situaciones muy dramáticas que hacen que el personal se vaya cargando. Y tenemos que buscar maneras de liberar eso y la psicóloga nos ayuda muchísimo.

El experto, en la sala del Cecopin. Juan Carlos Alonso

«La población de la isla fue pionera en comportamiento social»

–¿El ciudadano de Gran Canaria tiene conciencia del por qué de las alertas? ¿Las respeta?

–La inmensa mayoría de las personas que viven en Gran Canaria son muy coherentes y conscientes de lo que pasa. Básicamente porque lo hemos pasado muy mal. Recordemos que en 2019 fuimos totalmente pioneros en comportamiento social. Jamás se había visto una cosa como una sociedad insular entera volcada con brigadas que llegaron desde toda España.

Cuando informamos a la población de que teníamos que dejar arder Tamadaba, porque teníamos un problema de interfaz que era prioritario, la gente lo entendió y su respuesta fue llenar las casas con carteles de agradecimiento, aplausos a la salida de las brigadas en los pueblos, les invitaban a café... la gratitud era constante.

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