La ermita más antigua reabre como nueva
Rehabilitación | El Cabildo culmina las obras de mejora de la iglesia-cueva de Santa Águeda, en El Pajar | El Ayuntamiento, Ceisa y la familia condal contribuyeron adecentando su entorno
Carmen Rubio estaba este miércoles exultante. Era la primera vez que entraba en la ermita después de su última rehabilitación. Es una de las tres hermanas dominicas misioneras de la Sagrada Familia que cuidan de esta iglesia-cueva de Santa Águeda, en El Pajar (San Bartolomé de Tirajana. «Hace 40 años que atendemos esta ermita», subraya. Su alegría estaba justificada. Las obras han dejado como nueva a la que la tradición considera como la ermita más antigua de la isla, fruto de la misión evangelizadora de unos frailes mallorquines a mediados del siglo XIV, según el historiador Marín y Cubas.
El alcalde, Marco Aurelio Pérez, y el consejero de Presidencia del Cabildo, Teodoro Sosa, encabezaron este miércoles el acto de inauguración oficial de este acondicionamiento, al que también asistieron el director insular de Comercio, Juan Manuel Gabella, varios ediles municipales, el párroco Félix Aguiar y el anterior, Juan Antonio Artiles, el abogado de la familia condal, Fernando Pérez, el coordinador general de la fábrica de cementos Ceisa, Claudio Piernavieja, y las tres hermanas dominicas, Carmen, Pilar Martín y Esther Pérez.
Las obras, que supusieron una inversión de 75.000 euros, fueron ejecutadas por la empresa Bulcan Arte SL en apenas tres meses y consistieron en el tratamiento de impermeabilizacion del interior de la ermita, muy deteriorado por las humedades; la ampliación de la sacristía, a la que se dotó de una nueva puerta; se instaló una nueva iluminación (antes se iluminaba con fluorescentes a la vista); se aplicó un tratamiento cromático a los bancos y se renovó la madera del altar. Además, al exterior de la cubierta de la cueva se le dio un tratamiento de cemento proyectado y se colocaron dos canalizaciones para impedir que se produzcan nuevas filtraciones.
Esta intervención, la cuarta que recibe la ermita en su historia, al menos que se tenga constancia, se financió con una subvención de Presidencia del Cabildo e incluyó levantar una estructura en el exterior para exponer dos murales sobre la historia de la iglesia que custodiaban las dominicas. No fue la única mejora en el entorno.
El Ayuntamiento, Ceisa y la familia del Condado de la Vega Grande han colaborado para ejecutar otras acciones. Entre los tres han contribuido para rehabilitar la pasarela de acceso a la cueva y dotarla de una nueva iluminación, ajardinaron y cubrieron de picón la ladera donde está la iglesia y restauraron la pequeña campana, que pesa 16 kilos y data de 1898.
«Esto era una penita, estaba todo descascarillado», recordaba este miércoles Esther Pérez, una de las hermanas, que a partir de ahora volverá a poder encargarse de su tarea diaria de abrir la ermita de 08.00 a 18.00 y prepararla para la misa de los domingos a las 09.00. «Alegría, ilusión y agradecimiento es lo que hay aquí», subrayó Aguiar, que estrena parroquia y casi iglesia nueva.