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Filomena dejará huella y, por ahora, parece que más positiva que negativa. De entrada, se ha colado en las inocentes retinas de Cloe, una bebé, de apenas año y medio, que este jueves se estrenó con el paraíso al contemplar cómo caía el agua por los riscos de Los Azulejos, en Veneguera (Mogán). Puede que mañana no se acuerde, pero en su subconsciente quedará grabada la majestuosidad de esos caideros que se colaban juguetones entre los inmensos teniques que alfombran las partes bajas de estos cantiles, los guardianes protectores del pinar de Inagua y Pajonales. A Cloe la llevaron sus padres, Adonay e Isabel, que aprovecharon para inmortalizar la escena con una foto. Al fin y al cabo, esta estampa, la de estos riscos llorando alegría cuando llueve como Dios manda, hacía tiempo que se venía haciendo de rogar y, visto lo visto, no se sabe cuándo se volverá a repetir.
Esta familia es de La Aldea, uno de los municipios junto con Mogán, San Bartolomé, Mogán, Santa Lucía de Tirajana, Agüimes e Ingenio que más se está beneficiando de las aguas que está dejando la borrasca Filomena. Fueron de los pocos curiosos que este jueves a media mañana se animaron a darse una vuelta por este tramo de la GC-200, entre La Aldea y Mogán, para presenciar otra vez el espectáculo natural de caideros rebosantes de agua deslizándose farallón abajo. Poco más allá otra familia aldeana, la que forman Raúl, Yeini y la pequeña Alhena, aprovechaban también la singular escena para guardarse un recuerdo en la galería de fotos del móvil. «Espectacular», apuntaba Raúl. «En La Aldea está corriendo el barranco, pero aquí ha caído más agua, se nota».
Este jueves era día laboral y la gente no pudo salir de paseo por la mañana, de ahí que tampoco se registrara una afluencia extraordinaria de curiosos. Pero el fin de semana está más que cerca y desde el Cabildo se apresuraban ayer a recomendar que es necesario dejar pasar unos días antes de lanzarse a la carretera para disfrutar de esta otra cara de Gran Canaria. Federico Grillo, jefe de Emergencias en la corporación insular, advertía de que dado que había llovido «bastante» en el sur de la isla y en la Cumbre, unos 200 litros en dos días, habría que estar alerta con los posibles «efectos secundarios» en laderas «que se pueden venir abajo», porque ya acumulan mucha cantidad de agua. Explica que normalmente es la vegetación la que sujeta este tipo de movimientos del terreno, pero recordó que «la zona sur, como lleva varios años de sequía», está «bastante desprovista de esa capa de vegetación», por lo que, avisa, hay que «extremar la precaución». La población, añadió, ha de «evitar subir por lo menos hasta que pasen unos días y la cosa se calme un poco». Informó de que ya este jueves se habían registrado desprendimientos de piedras y tierra en algunas carreteras. «El riesgo es alto -subrayó- sobre todo en esas calzadas angostas, que discurren por zonas de alta montaña con laderas muy escarpadas, en donde es fácil que se vengan abajo piedras o incluso grandes cantidades de terreno».
Y lo comprobaron de primera mano los que se atrevieron a adentrarse por la GC-210, la estrecha vía que lleva de La Aldea a Artenara, por la llamada ruta de las presas. Había puntos de la carretera que estaban salpicados de piedras, eso sí, pequeñas, salvo un desprendimiento de cierta consideración, en el tramo alto, ya cerca de Acusa, que sepultó la mitad de la vía y apenas dejaba para pasar un estrecho pasillo. Así y todo, muchos de los curiosos no llegaban tan lejos. Se conformaban con ver correr el barranco de La Aldea y con acercarse hasta donde llaman el barranco del Salao, con un caidero idílico sobre roca, entre palmeras y una casa típica canaria muy próxima.
Ajenos a estos problemas estaba Ramón Rivero, algo así como el guardián de los embalses de esta ruta, el Parralillo, Caidero de la Niña y Siberio. No paraba, pero se le veía feliz. «Hacía como 20 años que no venía tanta agua así, mansa y brava a la vez, en abundancia». Si a los chiquillos y a las familias, tanto caidero y tanta agua les ponía los ojos como platos, a trabajadores como Ramón y a los agricultores de esta comarca lo que les ha traído Filomena es paz. «Estábamos en las últimas, pero con esto se acabó la miseria hasta dentro de año y medio o dos». Las aguas de estas tres presas pertenecen a una comunidad de regantes de La Aldea que al menos durante un tiempo no tendrán que mirar tanto al cielo, no al menos con tanta desesperación.
El alcalde de este pueblo, Tomás Pérez, apuntaba anoche, según cifras aportadas por la propia comunidad, que hasta este jueves por la tarde en la presa del Parralillo entraban 10.000 litros por segundo y que su nivel de agua creció 5 metros. A la de Caidero entraban 2.000 litros por segundo. Y el nivel de la de Siberio subió 9 metros.
A Justo Manuel Ramírez, presidente de Coparlita, la cooperativa de Tasarte (La Aldea), Filomena lo pilló trabajando, en plena campaña de recogida de calabazas. 40.000 kilos han cosechado entre este jueves y el miércoles. «Ha empapado la tierra, pero donde más ha llovido es arriba, en el pinar», aclaró Ramírez, que, en todo caso, apunta que el barranco está corriendo. «A ver si ahora coge tino toda esa vegetación que se quemó en el pueblo». Aún sigue presente el incendio que asoló parte de este pago aldeano en febrero de 2020.
«Siempre que llueve, el campo lo agradece». Así lo resume Rafael Hernández, presidente de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (Coag) en Canarias. «Ha habido viento, pero tampoco se puede tener todo». Subraya además lo positivo que resulta que esta lluvia cayese sobre todo en la cuenca sur de la isla, «la que más necesitada estaba y que, de hecho, ya estaba sometida a restricciones» para el riego.
La única pega que unos y otros coinciden en ponerle a Filomena tiene que ver con sus endiabladas rachas de viento, aunque tampoco causó males mayores, salvo mucha rama tirada, cuando no árboles enteros y piedras en la calzada. La incidencia más grave tierra adentro se produjo en los altos de San Bartolomé de Tirajana, donde un coche fue arrastrado por la escorrentía de un barranco y del que sus ocupantes lograron salir a tiempo, aunque con heridas, según informa Inés Rodríguez, edil de Bomberos.
En Santa Lucía de Tirajana entre el miércoles y el jueves el viento tiró cuatro señales de tráfico, un árbol en la calle Tedera (Pozo Izquierdo) y dos báculos del alumbrado público, uno en Sardina, en la calle León y Castillo, y otro en El Canario. Uno de ellos cayó sobre un vehículo. Lo más destacado fue la caída el miércoles por la mañana de una torreta de luz del estadio municipal. El edil de Seguridad, Francisco García, informa de que ha mandado revisar las otras torretas del resto de las instalaciones deportivas que gestiona el Ayuntamiento.
En Agüimes, Agustín Trujillo, concejal de Policía, reduce las incidencias, la mayoría, el miércoles, a alguna tapa de alcantarilla levantada y a un tramo de calle que se quedó sin alumbrado público. En Mogán no hubo que lamentar daños, apunta Mencey Navarro, edil responsable de Policía, aunque el Cabildo tenía cortada la vía que sube junto al barranco de Mogán a la presa de las Niñas. Y en Ingenio lo más destacado fue un desprendimiento de piedras en el Carrizo que ha aconsejado cerrar la vía de acceso a Guayadeque hasta el lunes.
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