La muerte de Pablo Espinel de Vera, en la puerta de su humilde casa de Guisguey por los tiros de dos legionarios desertores, se acerca al medio siglo. El primer disparo fue por la espalda, para luego acabar con la vida del agricultor y con la quietud del pueblo de gavias, cabras y pobreza sobre las diez de la mañana del 27 de abril de 1976, hace ahora 49 años. La memoria es a veces caprichosa y volátil, pero no debería olvidar este compromiso con la historia de Fuerteventura cuando se acerca el medio siglo del asesinato del también alcalde pedáneo de Guisguey.
Cinco legionarios lograron escapar del cuartel del tercio Don Juan de Austria 3º de la Legión, en Puerto del Rosario esa madrugada del 27 de abril de 1976. Primero dieron con un pastor de cabras al que le pidieron agua cerca de Guisguey y que contestó que no tenía.
Se supone que la misma petición repitieron -aunque sólo dos de los tres militares- a Pablo Espinel (Guisguey, 1932) en la puerta de su casa. Tampoco hay testigos que lo corroboren porque su mujer Agustina Jiménez arrancaba lentejas en las gavias cercanas, relata el expresidente de la asociación de vecinos Los Pajeros de Guisguey, David de León.
Una radio, una armónica y cinco cartillas de licenciamiento. También un CETME
Los legionarios se escaparon del cuartel, pero se llevaron un aparato de radio robado a un compañero, una armónica sustraída también a un compañero y cinco cartillas de licenciamiento igualmente robadas, detalla David de León. También un subfusil CETME.
Benito Espinel, hermano de la víctima, ante la casa donde mataron a Pablo.
AAVV Los Pajeros de Guisguey
Con esa arma disparó el cabo legionario a Espinel por la espalda a una distancia de ocho metros, dándole en el hombro. «A duras penas consiguió huir hasta el interior de su casa, donde en su dormitorio guardaba una escopeta de caza, una hispano-inglesa de un solo caño, que le había regalado su cuñado Eusebio para una perdices que estaban comiendo en las gavias», relata.
Pero nunca llegó a cargarla porque un segundo legionario descargó el CETME a un metro de distancia y salieron huyendo al ver que Agustina corría desde el cultivo para su casa tras oír los disparos.
«No se mató, lo mataron»
«Sobre las cinco de la tarde fueron detenidos en unos tarajales junto al mar en la rosa del Agua, a unos pocos kilómetros de Guisguey. Horas antes, Benito Espinel encontraba el cuerpo sin vida de su hermano en la puerta de su habitación (..) pensando que, en un primer momento, Pablo se había suicidado al verlo sobre la escopeta. Mientras, Agustina llevaba algunas horas escondida, presa del pánico, en una casa cercana», se hace eco David de León.
«Abran que mi hermano se mató', tocó Benito en la puerta del vecino donde estaba refugiada la mujer de Pablo.' 'No se mató, lo mataron' aclaró Agustina desde dentro de la casa», echa luz de León sobre los hechos.
La asociación de vecinos, aparte de recuperar la descripción de su muerte, sufragó una era y el conjunto escultórico del alcalde pedáneo de Guisguey, su mujer Agustina Jiménez y su perro bardino, junto a una parte de pared de la casa, justo al lado de la puerta donde lo tirotearon. La inauguración tuvo lugar otro 27 de abril, pero de 2017.
No sólo lo aclaró su mujer desde el primer momento, también un tribunal sentenció al cabo y al soldado legionarios a 30 años de cárcel por asesinato de Pablo Espinel, termina su relato David de Léon.
Y no hubo más durante años, salvo silencio en torno a la muerte del agricultor. A un año del medio siglo del asesinato es el mejor momento para pensar en cómo no olvidar la historia.
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