«Yo me muero aquí. Michael, no es tu culpa», gritó la joven antes del rescate en Ajuy
Emergencias ·
Los dos turistas alemanes volvieron el domingo para dar las gracias a los vecinos de Ajuy | El helicóptero Helimer, con base en Gran Canaria, la socorrió el sábado por la noche tras caer a un mar de olas de tres metros
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Tras dos horas flotando en la oscuridad del mar de Ajuy, hundiéndose y sacando a flote la cabeza cada vez que le pasaban las olas de tres metros, Andrea empezó a no sentir las piernas. Fue entonces cuando gritó a su novio, que estaba acompañado del personal del Servicio de Emergencias de Fuerteventura, la Policía Local de Pájara y los vecinos de Ajuy: «Yo me muero aquí. Michael, no es tu culpa». No le contestó Michael sino las luces del helicóptero Helimer de Salvamento Marítimo que venía a por ella desde su base en Gran Canaria.
Esto es una historia de ayuda, angustia y final feliz. El segundo día de prohibición del acceso a las cuevas de Ajuy por olas de tres a seis metros, que era también el segundo día que los visitantes hacían caso omiso e incluso la rompían y tiraban a la basura, Andrea y Michael (nombres ficticios) llegaron el sábado, 30 de marzo, sin ver ningún aviso de cierre.
Es casi ya de noche cuando, sobre las 19.15 horas, el novio le pide hacerle una foto en El Muellito, una zona de las cuevas muy abierta al mar. Ella le contesta que parece peligroso, pero él la anima. En ese momento, una ola engulle a Andrea y a Michael sólo le precipita contra las rocas, consiguiendo agarrarse.
«Sólo la oíamos gritar»
Michael corre para el pueblo para pedir ayuda, gritando. «Sólo repetía cuatro palabras: help my girlfriend water». Lucas Quesada de Saá oyó los gritos, llamó al 112 y al Servicio de Emergencias del Cabildo, además de a su hija Laura, que sabe inglés, para luego tirar con salvavidas para la zona de las cuevas.
Mientras llegaban los servicios de rescate, algunos vecinos cogieron más salvavidas, los que usan para la pesca y corrieron cantil arriba rumbo a las cuevas. «Era casi imposible ver a la chica, el mar era espuma y olas. Sólo la oíamos gritar», describe Lucas. Hasta que por fin localizaron una cabecita que se hundía y salía a flote con cada abrazo del mar, y allí se quedaron, enfocándola con sus linternas, intentando calmarla.
Andrea se había agarrado a algo blanco al caer al mar. No sabía que era una boya de pandullo, que es un callao grande o un saco lleno de callaos que, atado a una soga, los marineros emplean para fondear los barcos en El Puertito de la Peña durante el verano.
La boya blanca se le hundió al rato y sólo le quedó agarrase al chicote hasta que, finalmente y siempre iluminada por los vecinos y luego los focos de los bomberos de Emergencias de Fuerteventura, quedó a la deriva de la mar del norte. «Cada vez que sacaba la cabeza del agua, nos gritaba help. Y nosotros le pedíamos al novio que, en alemán, le aconsejara que no gritara, que guardara fuerzas para nadar o flotar, que se alejara de la costa».
«¿Puedo abrazarla?»
Pasó la primera hora, pasó el intento de Michael de tirarse a rescatarla, hasta pasó la duda de que por qué no acudía al rescate el helicóptero con base en Fuerteventura. Cuando la corriente llevaba a Andrea hacia las rocas que los marineros llaman El Verdugo y empezó a no sentir las piernas, desde el cantil le gritaban que calma, el Helimer llega en sólo diez minutos, sólo en cinco, sólo en dos. A las 21.25 horas, ya la habían izado al helicóptero.
El diagnóstico fue de una hipotermia grave, lo que no impidió que Andrea y Michael regresaran este mismo domingo a dar las gracias a los vecinos de Ajuy, a ver a la luz del día el recorrido que hizo flotando, a invitar a comer a la traductora de los gritos. «La dueña del restaurante la vio y, emocionada por su rescate que medio pueblo siguió desde la playa, le preguntó si podía abrazarla». Laura Quesada tradujo una vez más y se abrazaron.
Tres días de acceso prohibido (no respetado) a las cuevas
Cuando el sábado, 30 de marzo, Andrea y Michael llegaron a Ajuy a última hora de la tarde, hacía tiempo que alguien había arrancado la cinta de la Policía Local de Pájara de prohibido el paso y la había tirado a la basura. Durante tres días de Semana Santa, se decretó el cierre de las cuevas por el fuerte oleaje y, durante dos días, casi nadie lo respetó, hasta el punto de quitar la citada cinta.
Uno de los días, un vehículo de la Policía Local se atravesó en el mismo acceso y algo más lo respetaron. Sólo el domingo, tras el trágico rescate del sábado y tres basuras colocadas en la subida, los visitantes se dieron por enterados y no lo intentaron.
Claro que la subida por el cantil no es el único acceso las cuevas de Ajuy, aunque sí el único reglado. De manera irregular, desde hace meses los visitantes llegan en coche por encima de las cuevas, abriendo caminos varios por un tablero virgen, y las visitan por veredas y lugares no establecidos y más peligrosos, con independencia del oleaje.
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