La Viceconsejería de Transición Ecológica, en colaboración con el Cabildo de Fuerteventura y la Universidad de La Laguna, impulsa desde 2021 el proyecto de lucha contra la intensa desertificación que reutiliza aguas depuradas y promueve la conservación de suelos degradados | Fuerteventura importa anualmente 12.000 toneladas de forraje para alimentar a 120.000 cabezas de ganado caprino y ovino, lo que supone un coste aproximado de 5 millones de euros cada año
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Se llaman tedera, tajinaste majorero, corazoncillo y panasco y son las cuatro plantas nativas que se cultivan en la granja experimental de Pozo Negro para comprobar si funcionan como forrajeras para el ganado. Se trata de un proyecto de economía circular para prevenir la intensa desertificación en Fuerteventura que busca aminorar la dependencia de los forrajes en la alimentación de las cabras, potenciar el uso de las aguas regeneradas, recuperar suelos degradados y acercar dos mundos tradicionalmente enfrentados en la isla: la ganadería y el cuidado de la biodiversidad.
La viceconsejería de Transición Ecológica y Energía del Gobierno de Canarias, en colaboración con el Cabildo y la Universidad de La Laguna (ULL), impulsa este proyecto que tiene un presupuesto de 1,8 millones de euros, de los cuales el 85% está financiado por los fondos europeos Feder. Sofía Rodríguez, bióloga del Servicio de Biodiversidad del Ejecutivo autónomo, y Carlos Samarín, ingeniero técnico agrícola, son los codirectores de este trabajo que cuenta con la participación de Francisco Javier Díaz Peña, profesor de Edafología de la ULL, entre otros miembros de un equipo multidisciplinar.
Fuerteventura importa anualmente 12.000 toneladas de forraje para alimentar a 120.000 cabezas de ganado caprino y ovino, lo que supone un coste aproximado de cinco millones de euros cada año y la producción de una importante huella de carbono, explica la viconsejera Julieta Schallenberg.
El proyecto se basa en primer lugar en un cultivo multiespecie de flora local, como destaca Francisco Díaz, «es decir no es un monocultivo, con lo que optimizamos los recursos de agua y nutrientes que puede haber en el suelo porque los sistemas radiculares son diferentes». Además, las cuatros plantas nativas elegidas generan comunidades de fauna del suelo y también aérea que resultan «muy complejas, muy diversas, y que dificultan la aparición de plagas, hasta el punto de que en estos dos años y medio de cultivo no hemos dado ningún tratamiento fitosanitario», confirma el edafólogo.
Recursos marginales de agua y suelo
En segundo lugar, se usan unos recursos de suelo y agua «marginales», es decir suelos agrícolas abandonados, sometidos a procesos erosivos y de salinización, y agua depurada que proviene de la industria turística. Por último, los fertilizantes provienen de los residuos ganaderos como el estiércol y sueros lácteos (residuos que se generan en grandes cantidades en las explotaciones ganaderas).
El proyecto consiste en cortar de forma periódica, cada tres o cuatro meses, los cultivos de tedera, tajinaste majorero, corazoncillo y panasco, dejarlos secar y, en pacas, convertirlos en un forraje que se suministra a los animales de una ganadería cercana a la granja insular de Pozo Negro. «Testamos a una cabaña ganadera de unas ocho cabras alimentadas con el forraje tradicional importado, más el suministro de pienso con que se complementa su alimentación, y una cabaña ganadera con el mismo número de cabras que se les ha separado de esa cabaña y se les ha suministrado alimento nativo, más el mismo pienso para que esté en las mismas condiciones», detalla la bióloga Sofía Rodríguez.
Durante los cuatro meses de pruebas a las cabras, el equipo del proyecto ha realizado analíticas a los animales, a la leche y al queso. «Todavía necesita más estudios, pero en estos meses sí pudimos comprobar que la producción lechera con el forraje nativo aumentaba un poquito en comparación con la producción del forraj e foráneo, aunque las grasas y otros elementos se mantenían igual, con lo cual no existe una pérdida de calidad. Eso sí, todo son resultados preliminares porque el tamaño muestral es aún pequeña, aunque las expectativas son alentadoras».
Sabiduría popular y corredores ecológicos
Esta investigación del Gobierno canario también se basa en la sabiduría popular que confirma que el sabor de la leche y del queso era diferente cuando el ganado ingería las plantas nativas de los alrededores. Además, las cabras tenían «otro aspecto y otros beneficios en cuanto a su salud, como por ejemplo eran de pelaje más brillante», trae a colación la codirectora del proyecto.
La investigación de los forrajes en la granja de Pozo Negro se está replicando en el medio natural, en concreto en los terrenos del Cabildo en Castillo de Lara y Parra Medina, en el municipio de Betancuria. «Estamos practicando restauración con estas plantas en estos ecosistemas que están muy degradados. Hay que pensar en que si se pudiera instaurar parcelas como las de Pozo Negro en esos terrenos abandonados a lo largo de la isla, podríamos estar contribuyendo a establecer corredores ecológicos con todos estos insectos que vienen a libar y a nutrirse de estas pequeñas parcelas».
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