La Casa de los Coroneles que nunca defendió nada y que transformó una marquesa
Arquitectura ·
Valentín Barroso, arqueólogo y gestor del patrimonio, defiende la impronta estética de la última moradora en la casona señorial de La Oliva¿Más Casa de los Coroneles que de la Marquesa, en La Oliva? Contesta Valentín Barroso Cruz, arqueólogo y gestor del patrimonio, que ante todo alude a que en la memoria de las vecinas y los vecinos permanece el nombre de la Casa de la Marquesa. Ella, la marquesa consorte de la Quinta Roja, fue María de las Nieves Manrique de Lara y Castillo (1844-1921), la última persona que vivió entre las señoriales paredes de la casona emblemática y única hija del último de siete coroneles de la isla, Cristóbal Manrique de Lara y Cabrera.
Manuel Hernández, hijo del último encargado de la Casa de la Marquesa o de los Coroneles, recorrió con el arqueólogo el inmueble señorial principal y las casas aledañas cuando elaboró el proyecto museológico por encargo de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias. Este vecino de La Oliva le contó que la marquesa organizaba bailes, tenía biblioteca y abrió una escuela en la casona para las niñas y los niños de finales del siglo XIX y principios del XX. «La gente la apreciaba y por eso el nombre de la Casa de la Marquesa ha llegado hasta hoy en día entre la gente mayor».
Cuando María de las Nieves vivió en La Oliva, el poder de los coroneles de Fuerteventura ya había decaído y, por tanto, la casa había perdido «cualquier referencia a ese poder económico y militar». Nacida en Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria, la marquesa provenía de una familia pudiente y había viajado por la Península, «lo que le dio unas perspectivas que no tenía el resto de la gente con cierto poder económico en Fuerteventura, por eso las peculiaridades del inmueble no las tienen otros en el resto de la isla».
Estética de mujer ilustrada
De aquellos viajes y de aquella cuna de mujer ilustrada, María de las Nieves se trajo unas ideas e influencias que transformaron la casona «no en una fortaleza o en un ejemplo de la arquitectura militar sino en una casa solariega de una clase muy pudiente, casi en un escenario de carnaval», avanza el arqueólogo y gestor. La casa emblemática de La Oliva «nunca defendió nada, simplemente la marquesa actuó por estética».
La marquesa, entre otros cambios, creó las dos falsas torres de las laterales y las remató con almenas, unificó los tres cubiertas independientes en una sola, construyó las habitaciones del ala oeste y hasta dos balcones por fuera sin acceso hacia el interior. De hecho, aclara Barroso Cruz, «al balcón grande acristalado de la fachada de la derecha nunca se asomó un coronel porque es un añadido posterior».
El autor del proyecto de musealización del inmueble también avanza, a tenor de lo que le contó el vecino Manuel Hernández, que probablemente la marquesa habilitó un jardín por donde pasear y a donde mirar desde el ala nueva que añadió. «No en ningún caso los restos de las caballerizas de los coroneles como se ha llegado a decir».
Los primeros coroneles vivieron en las casas aledañas hoy en ruinas
Barroso, que este jueves participó en el ciclo Encuentros con el Patrimonio que organiza el Cabildo de Fuerteventura en el Archivo Insular, en Puerto del Rosario, no se refiere sólo al edificio señorial principal sino a las hoy ruinas de las viviendas que la rodean. Esas casas -donde aparece en las fotos con Manuel Hernández- son precisamente las más antiguas del conjunto, aclara.
«La Casa de los Coroneles o de la Marquesa es muy posterior. Los primeros coroneles de Fuerteventura vivían en esas viviendas hoy en ruinas y prueba de ello son los artesonados de esas casas, los marcos de cantería, su disposición, no eran las de una casa de gente humilde sino todo lo contrario, eran de personas muy pudientes».
Cuando se construye la casona en frente, los coroneles dejan esas casas construidas en el siglo XVII «con materiales muy nobles e inalcanzables para la gran mayoría de gente de Fuerteventura, por eso son los orígenes de la figura del coronelato de la isla». Por supuesto que posteriormente se añadieron otras dependencias no tan antiguas, como por ejemplo la rosa del Coronel situada detrás del inmueble principal y que probablemente sea del siglo XIX.
El error de cerrar la casa durante las obras
De los Coroneles o de la Marquesa, en cualquier caso está cerrada por obras desde hace cuatro años «lo que ha sido un gran error», deja claro Barroso.
Los problemas que afectan al inmueble no eran tan graves, parte el arqueólogo y gestor del patrimonio, como para impedir el acceso en su totalidad. El estado actual de edificio resulta «deplorable», no se le dio «una buena solución, en el sentido de que desde luego había que repararla, pero no cerrarla como lleva desde hace años».
Uno de los más edificios más singulares de la arquitectura de Canarias ha sido «maltratado a lo largo de la historia», no duda Barroso. Y es así por las actuaciones de «restauración entre comillas porque nunca se ha contado con historiadores, arqueólogos, para que esas actuaciones no las haga sólo un arquitecto o un ingeniero. El resultado es que se cambió la fisonomía del inmueble, desposeyéndolo de sus siglos de historia».
Museo de la Historia de Fuerteventura
En cualquier caso, se llame finalmente como de los Coroneles o de la Marquesa, la «vocación» de la casona es convertirse en Museo de la Historia de Fuerteventura. Y así se refleja en el proyecto elaborado por encargo de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias hace dos legislaturas. Barroso Cruz pone, a modo de ejemplo, que para ilustrar cómo eran las cocinas de las casas pudientes, «tenemos la gran cocina, pero comentando también que el resto de la isla, prácticamente el 95%, comía con dos piedras en el suelo».
El proyecto de musealización del edificio señorial consiste en «ir contando en las diferentes dependencias lo que fue la vida en Fuerteventura, siempre partiendo del extremo máximo de la casona burguesa, contraponiéndola con el extremo de la Fuerteventura rural y pobre del siglo XIX».