El ejemplo a seguir está en la calle
«No me muevo hasta que arranques», agregó. Yo solo pensaba en la cola que estábamos generando, pero a él parecía no importarle
Recuerdo vagamente su rostro. Recuerdo con total claridad que estuvo. No solo él, sino tantos otros. Todos tenían algo en común: no los conocía, ... ni siquiera de vista. Sí, supongo que esa es la palabra que mejor les define: desconocidos. Pero estuvieron cuando necesitaba que estuvieran, en esos momentos a los que algunos llaman crisis, que pillan a una totalmente desarmada, de imprevisto.
Recuerdo vagamente su rostro. Yo acababa de sacarme el carnet de conducir y estaba en la carretera, parada ante un semáforo en rojo. Cambió a verde y, en ese breve pestañeo, estalló mi pequeño calvario: no había forma de poner al cacharro en movimiento. Se calaba, se volvía a calar... y así en un bucle que se me antojó eterno.
Entonces, un conductor se detuvo a mi lado, en el carril derecho (yo estaba en el del centro). «Tranquila, sabes hacerlo», me dijo. «No me muevo hasta que arranques», agregó. Yo solo pensaba en la cola que ambos estábamos generando, pero a él parecía no importarle. Me hacía gestos con las manos, simulando lo que mis pies debían hacer con los pedales y, 'voilà', conseguí salir del bloqueo: el coche estaba listo para seguir su camino (la conductora, también). «¿Ves?», formuló, emprendiendo la marcha junto conmigo.
Todos tenían algo en común: no los conocía, ni siquiera de vista, pero estuvieron cuando necesitaba que estuvieran
En otra ocasión, unas familiares y yo llegábamos tarde a un importante acontecimiento. No conocíamos el lugar y aparcamos donde buenamente pudimos. Preguntamos a una vecina la ubicación exacta del sitio y empezamos a andar cuando, de repente, las nubes encapotaron el cielo y comenzó a diluviar. A los pocos minutos, apareció la misma vecina en su coche: «Las llevo», creo que afirmó más que preguntó, salvándonos de la buena mojada y del resfriado seguro.
Y luego está lo de mi abuela, aquella vez que se desorientó en plena calle, cuando se disponía a visitar a su hermana. Una mujer permaneció a su lado, se buscó la vida para contactar con mi madre y esperó a que ella llegara. Esa buena mujer estuvo con mi abuela, se mantuvo a su lado, haciéndole el trance menos amargo.
Y pienso que la política debería parecerse más a ellos, al vecindario que alimenta el bienestar colectivo; que está en la calle, que está, que lucha el pan codo con codo con sus iguales. Que siente y padece por lo propio y lo ajeno, tanto que es capaz de identificar un problema y atajarlo sin haber recibido, siquiera, una llamada de socorro.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión